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En el aniversario 40 desde la muerte del poeta Martín Adán, es necesario repasar por qué debería ser considerado el más “under” de todos nuestros poetas.
Escrito por P. J. Crespo
En su lecho de muerte, “Martín Adán”, seudónimo de Rafael de la Fuente Benavides, llegó a la conclusión que el dolor más grande de su vida fue no haber sido reconocido por su nombre de pila, Rafael: “yo también soy un ser humano”, dijo postrado.La aflicción que pudo sentir la periodista del diario La República, quien tomaba nota de esa dura declaración de Martín Adán en esa última entrevista que dio, pudo retumbar en su memoria el resto de su vida, junto con la imagen del poeta, tendido en la cama del hospital arzobispo Loayza y al borde de la muerte.
Ese hombre de mejillas redondas, que reveló que quizás nunca conoció la vida porque andaba por ella “algo perro, algo máquina, casi nada hombre” en sus Poemas Underwood, cumple hoy 40 años desde su extinción producto de un paro cardiaco, por lo que es digno que hoy lo llamemos Rafael, como hubiera querido.
La Casa de Cartón
Cuando Rafael estuvo en el último año en el Colegio alemán Alexander von Humboldt, durante una etapa en el Perú donde el movimiento social y sindical luchaba por el logro de las ocho horas de trabajo, escribió su ópera prima La Casa de Cartón.
Debido a esa obra, muchos hashtags le han puesto a lo largo del tiempo, desde “vanguardista y revolucionario” hasta un escritor de “puro disparate”, pasando por la amable calificación de “un personaje inventado por él mismo”, tal como lo llamó nuestro filósofo marxistaperuano, José Carlos Mariátegui; y a quien Rafael le devolvió el cumplido, diciendo que Mariátegui era “dos huevos sobre una silla de ruedas”.
No obstante, lo maravilloso de esa La Casa de Cartón, esa novela-corta o cuento-largo (elije tú cómo llamarlo), es que no empezó a escribirla como un vanidoso ejercicio de un cerebralismo protagónico, sino como un ejercicio gramatical en las clases de su profesor de lenguaje, Emilio Huidobro, creador del "método de los diformismos", inspirado en el conocimiento de los orígenes del idioma, en la etimología de la lengua y sus transformaciones.
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Enrique Polanco. Todo, menos morir, de la serie La casa de cartón (2008).
Impresión digital sobre papel de algodón. 70 x 60 cm. 2015.
El adolescente Rafael dispuso su nobel pluma a escribir “una estampa de Barranco” pero el experimentado Huidobro lo habría llevado a romper sus pensamientos limitantes para guiarlo a escribir los cimientos de La Casa de Cartón. En una entrevista en 1979, Rafael respondió: “ante todo, creo ser un gramático (…), comencé a versificar impulsado por mi amor a la gramática”, declarando así y para siempre una muestra de gratitud a la semilla que le dejó su maestro de juventud.
Primer autoexilio
Años después de La Casa de Cartón, 8 de setiembre de 1937, Rafael, con 29 años, se autoexilia por primera vez en el Sanatorio de Magdalena (hoy Larco Herrera).
Los documentos de su internamiento revelan que llegó al pabellón 12, pero poco tiempo fue trasladarlo al pabellón 2. Después de 7 años de bohemia y reputación de peleonero, Rafael confesaría en una entrevista a la revista Páginas Libres que la motivación de su internamiento fue el deseo de apartarse de la bebida, vivir tranquilo, hacer su tesis, concluir su carrera de Letras y, finalmente, estudiar la carrera de Derecho. El poeta no habría encontrado mejor lugar para ello que el manicomio.
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Piero Quijano. S/T.
Acrílico sobre cartulina. 33,5 x 24,5 cm. 1998.
Su amistad con el Dr. Honorio Delgado, el más destacado psiquiatra peruano, le habría dado la oportunidad de tener esa extraña negociación para que Rafael resida en las instalaciones del Larco Herrera y, fuera de cualquier supuesto, el resultado fue productividad pura. De lo barroco en el Perú (1938) y su primer poemario La rosa de la espinela (1938-1939) fueron el fruto de su trabajo literario durante ese periodo, hasta que entre febrero y octubre de 1940, Rafael decide viajar a Chile.
Para quienes creen que los viajes nos dan la oportunidad de cambiar de “aires” y solucionar problemas, existen muchos ejemplos de que el feriado puede producir todo lo contrario. Y eso fue lo que sucedió con él. A su retorno a Lima, fue diagnóstico de dipsomanía, por lo que su amigo, el Dr. Delgado, le recomendaría un conjunto de terapias psiquiátricas y hasta experimentales, como la insulinoterapia o los comas farmacológicos. Rafael los tomó de tal manera traumática que, luego de cinco años de permanecer en el sanatorio, se retira de allí producto del conflicto que habría acabado con la confianza entre ellos. Su amistad habría quedado en el pasado.
Segundo exilio
19 de mayo de 1943. 35 años. La policía llega al Larco Herrera y, con ellos, Rafael en completo estado de ebriedad. Probablemente, la autoridad le preguntó: “¿dónde vive usted?” Y él, para sorpresa de ellos, podría haber respondido: “en el manicomio”. El parte policial además revela gingivitis y mala dentadura, por lo que podríamos imaginarnos al poeta llegando como un vagabundo.
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Carlota Carvallo. Martín Adán.
Óleo sobre lienzo. 65,5 x 55, 5 cm. 1950.
Colección PUCP
Entre los años 1943 y 1947, Rafael se gana la libertad de entrar y salir del Larco Herrera sin necesidad de autorización. Era un hospedado ilustre, querido por todos. Almorzaba en el comedor de los internos, estudiaba en la biblioteca hasta tarde e, incluso, inició sus estudios de Derecho.
Sin embargo, la muerte de una tía amada, Tárcila, así como la salud de su madre, lo obligaban a tener que pedir “licencias” debido a los largos días de ausencia y es en esa vorágine que regresa desnutrido, ebrio, verborreico y coprolálico, solicitando misericordia y un nuevo internamiento.
La distorsión habría sido brutal para quiénes lo conocían de una manera y luego lo veían de otra. Aún acostumbrados a la diversidad de trastornos que uno encuentra en un manicomio, fue revelador reconocer que el enemigo del poeta era él mismo, y alguno allí se habría referido a él al mejor estilo de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, tendríamos a un Rafael y a un Martín Adán.
Durante esa última etapa de su segundo internamiento, se veía a Rafael caminando con revistas bajo brazo y escribiendo los últimos párrafos de sus sonetos dedicados a Chopin y a los cuál tituló Travesía de Extramares.
Tercer exilio
Entre el 5 de agosto de 1947 y el 17 de setiembre de 1949, Rafael empieza a vivir de colaboraciones esporádicas en revistas como Mar del Sur, Cultura Peruana o Las moradas. El propósito del internamiento, que podría haber sido a favor de su limpieza del alcoholismo crónico diagnosticado, era en vano. Cada vez que salía del hospital, regresaba embriagado y, durante el delirium tremens, el hospital activaba sus procesos de desintoxicación.
El alcoholismo fue su compañero durante la escritura de muchos de sus libros y, de hecho, es a partir de personas como el emérito bibliotecario, Juan Mejía Baca, o la revista Amauta, de José Carlos Mariategui, que hoy podemos reconocer lo prolífico y especial trabajo literario de Rafael, en publicaciones como Itinerario de Primavera, Aloysius Acker, Escrito a Ciegas o Diario de Poeta.
¿Por qué Martín Adán?
Con el peso de sentir que no vivió el regalo de la vida, tal como le dijo a la periodista que lo entrevistó en sus últimos días de vida, Rafael habría recordado el maldito día en el que el crítico literario Estuardo Núñez le propuso que su seudónimo sea “Martín”, como un homenaje al evolucionismo (porque en esos tiempos a los monos se les decía martín). Mientras que, por su lado, Mariátegui le adjudicaría el apellido de “Adán”, como el nombre del primer hombre de la creación, para que haya un balance correcto: Mono (evolución) – Hombre (divinidad).
La pérdida para el mundo literario ocurrió el 29 de enero de 1985 a las 10.30 pm. El Diario el Comercio informó que Rafael de la Fuente Benavides fue velado en “el sencillo albergue Canevaro del Rímac y enterrado en el cementerio El Ángel”.
Ciertamente, podemos afirmar que Daniel Alcides Carrión fue mártir de la medicina, tal como Rafael de la Fuente, también llamado Martín Adán, es y seguirá siendo nuestro mártir de las letras, nuestro beatnik peruano.