Revista Cultura y Ocio

Adaptación de un texto narrativo 1: “La confesión” de Marcel Peyrou

Por Fuensanta

Adaptar un texto narrativo para su dramatización es como traducir un contenido expresado en un lenguaje artístico a otro lenguaje artístico. La ventaja es que ambos textos tienen muchas cosas en común, pues los textos narrativos no carecen de dramaticidad y contienen en muchas ocasiones un elemento fundamental, el diálogo. Se trata, por tanto, de pasar de un texto hecho para la simple lectura, donde el lector interpretará la historia narrada en todos sus detalles según avance la historia, a una representación de determinados componentes seleccionados para dar la idea total de la historia que se desea contar. El lector, mientras lee, aporta de su imaginación el aspecto, la voz, el vestuario, los gestos, los movimientos, de los personajes; crea también, a partir de las descripciones, el ambiente, los elementos decorativos, los sonidos del ambiente, y hasta una música posible que lo acompañe todo. Todo esto se aportará en una dramatización desde la puesta en escena, pero la puesta en escena dependerá de un texto preparado expresamente para ella, una partitura escénica, que es lo que se trata de crear. Lo que se intenta es crear una estructura dramática.

Es cierto que existen textos narrativos cuya pureza pone muy difícil la adaptación, pero nunca es imposible, si se cuenta no sólo con la palabra, el diálogo, sino con otros recursos escénicos, como la danza, la iluminación, los objetos escénicos, la mímica, etc. Hay textos narrativos tan discursivos que solamente admiten su transcripción a monólogo o a un monólogo ilustrado con pequeñas dramatizaciones intercaladas. Lo que no es nunca eficaz teatralmente es la adaptación con voz en off o narradores presenciales, recurso al que se atienen en muchas ocasiones las dramatizaciones escolares, cuando el teatro se usa como recurso didáctico. Representar es representar, no ilustrar un texto con acciones mímicas o de escaso diálogo. Otra cosa sería la representación silenciosa (mímica, gestual y de movimiento) de una historia, que sí se atendría a principios escénicos.

Lo primero que habría que considerar en la adaptación es la extensión del texto. No es lo mismo adaptar una novela que un cuento hiperbreve. En el primer caso, habrá que aislar los momentos culminantes de la narración e imprescindibles para la comprensión de la historia; tal es el caso de la adaptación que se realizó para musicales como “El Quijote” o “Los miserables”. Estas adaptaciones presentan las dificultades máximas y dan sólo una idea aproximada del contenido de la novela. Para comenzar, por tanto, es mejor elegir textos breves, incluso minicuentos o relatos hiperbreves. Ejemplos numerosos de este tipo de relatos encontraremos en una página como Ciudad Seva, (http://www.ciudadseva.com/bdcs/bdcs.htm) en la que hay un repertorio importante de ellos. No todos contienen dramaticidad suficiente como para ser llevados a escena, y en muchos de ellos la acción es mínima y muy difícil de transmitir mediante un breve diálogo y una visualización. Para poner un ejemplo válido, partimos de un brevísimo relato de Marcel Peyrou, “La confesión”, cuyo texto es el siguiente:

En la primavera de 1232, cerca de Aviñón, el caballero Gontran D’Orville mató por la espalda al odiado conde Geoffroy, señor del lugar. Inmediatamente confesó que había vengado una ofensa, pues su mujer lo engañaba con el Conde.

Lo sentenciaron a morir decapitado, y diez minutos antes de la ejecución le permitieron recibir a su mujer, en la celda.

-¿Por qué mentiste? -preguntó Giselle D’Orville-. ¿Por qué me llenas de vergüenza?

-Porque soy débil -repuso-. De este modo simplemente me cortarán la cabeza. Si hubiera confesado que lo maté porque era un tirano, primero me torturarían”.

Este relato contiene una gran dosis de dramaticidad. Si estuviéramos en el Romanticismo, incluso habría podido ser desarrollado como un drama histórico complejo o como una ópera. Aquí tenemos la historia concentrada en un solo momento: el del encuentro entre marido y mujer, escena que contiene toda la dramaticidad, pero de momento ninguna teatralidad. Para conseguirla y poder ponerlo en escena con eficacia, comenzamos por aislar lo que es meramente narrativo; lo narrativo entra en los detalles circunstanciales; en lo teatral, esos detalles vienen dados en las acotaciones si son necesarios, y expresados por otros signos en el escenario.

 Época: se expresará mediante el vestuario, peinados, etc., en este caso, se buscará el atuendo medieval.

Situación: se expresa mediante signos de decorado y objetos escénicos. Bastará para expresar la situación en que se encuentra el caballero con un montón de paja y con las cadenas que le aprisionen manos y pies. Contribuirá también a expresar la situación el gesto inicial del preso y su limitado movimiento escénico.

Antecedentes de la historia: tendrán que ser expresados mediante el diálogo entre los dos personajes.

Personajes: los dos presentes son el marido y la mujer. No son personajes analizados en toda su complejidad, sino captados en un momento trágico de su vida. Sus nombres no importan, ni tampoco el del personaje ausente, el asesinado por el marido.

Diálogo: tendrá que contener la información que necesita el espectador para comprender el momento trágico y lo que la esposa desea saber antes de que ejecuten a su marido.

Conviene hacer previamente un resumen de la historia, que sería éste: Un caballero asesina a un señor feudal especialmente cruel para terminar con sus abusos. Cuando es capturado, declara su delito como un crimen pasional, no como un crimen político, puesto que de ese modo evitará la tortura. Su esposa ignora este detalle trágico y cuando lo visita, poco antes de  su ejecución, lo interroga al respecto. El marido le declara su debilidad y cobardía, y cómo la ha dejado en evidencia por salvarse del dolor.

La escena no puede sino concentrarse en ese encuentro solamente. En él tienen que ser evidentes todos los sentimientos que la situación supone, pero esto se logra mediante el movimiento y el gesto de los dos personajes y mediante el diálogo. No nos podemos conformar con el sencillo diálogo que presenta la narración, sino que de algún modo tenemos que extenderlo para incluir la información dada al lector en el primer párrafo del cuento. Esto presentará sus dificultades, pero se tienen que resolver de modo satisfactorio. Veamos un intento de texto teatral.

LA CONFESIÓN

Escena basada en un cuento de Marcel Peyrou

 Cuando se ilumina el escenario, éste presenta la austera imagen de un montón de paja sobre el que está medio recostado un hombre encadenado (Esto bastará para dar la idea de que este hombre está preso). Tiene un aspecto abatido. Va vestido con unas calzas negras y una amplia túnica gris por encima de las rodillas. Se puede acompañar la escena con el sonido rítmico de un tambor que se escucha en la lejanía. La luz cae sobre el jergón donde yace el hombre. Aparece en escena una mujer, vestida con una túnica negra y un gran manto gris que le cubre también la cabeza. El prisionero se incorpora en su jergón y la mira como si viera una alucinación. El movimiento de ambos tiene que ser lento y vacilante. Se lucha entre dos sentimientos; la mujer lo ama, pero está resentida y lucha entre el amor y el rechazo; él la ama, pero va a morir y a eso se añade su vergüenza ante ella. (En la escena se ha respetado el ambiente medieval, pero lo mismo valdría para una escena contemporánea. Un hombre ha matado a un tirano, o sea, un crimen político, pero confiesa un crimen pasional para que no lo torturen en busca de sus cómplices o correligionarios. En este caso, se podría sustituir el jergón de paja por un camastro y las ropas de ambos podrían ser contemporáneas). Cuando ambos han vencido sus reservas y su vergüenza, se abrazan. La mujer tras él, de rodillas, él, vencido y caído ante ella, más bajo; la mujer le acaricia la cabeza. Es importante que no se hablan cara a cara en el primer momento.

Ella: Está sonando el tambor.

Él: Cada golpe me acerca a la muerte.

Ella: (Lo abraza y lo estrecha contra su pecho) ¡No puedo imaginarlo! ¡No quiero saberlo! ¿Por qué lo mataste? ¿Por qué lo mataste por la espalda?

Él: Era un tirano, era un perro cruel, una fiera sin sentimientos.

(La mujer se pone en pie y se aleja del prisionero. Le da la espalda y solloza)

Ella: No es eso lo que declaraste. No es eso, sino algo que me dejará cubierta de vergüenza. Tú mueres, y yo… no sé si podré sobrellevar tu muerte. Pero… no sólo perderé el amor, sino también mi honor. Así tú lo has dispuesto.

 (El prisionero se acerca a ella y se abraza a sus rodillas. Ella permanece en pie)

 Él: No puedo morir sin tu perdón, tienes que perdonarme..

Ella: ¿Cómo podré perdonar la injuria de una mentira? Te amo y te amaré mientras viva, pero no puedo perdonar. ¿Por qué lo hiciste?

Él: Soy débil.

Ella: No comprendo tus palabras. No fuiste débil para matar por la espalda a tu enemigo. Y no comprendo por qué declaraste que vengabas con su muerte una traición amorosa, que yo había tenido con ese hombre… esa bestia, unas relaciones ilícitas que bien sabes que son repugnantes para mí. No comprendo que hayas echado tanta vergüenza sobre mí.

Él: Soy débil. Si hubiera confesado que lo había asesinado por tirano, me habrían torturado hasta la muerte. Así, sólo me cortarán la cabeza.

(La mujer se vuelve hacia él y cae de rodillas, quedando los dos a la misma altura. Se abrazan sollozando, mientras se desvanece la luz del escenario. Es el perdón y la comprensión. Un final alternativo sería que la mujer abandona la escena en silencio y el tambor suena con mayor fuerza, es decir, nos encontramos ante dos posibilidades: el perdón del amor o el desprecio de la debilidad)

Este es un primer intento de dramatización. El diálogo puede mejorarse y depurarse. Se pueden realizar improvisaciones previas para encontrar otras formas expresivas. Si se trata de un simple ejercicio de entrenamiento para la representación, esta escena puede ser muy útil. Naturalmente, una escena tan breve no puede ser objeto de una representación aislada, sino que debería formar parte de un conjunto de narraciones del mismo tono puestas  en escena de un modo unitario, bajo un título común.


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