Para alcanzar estabilidad y equilibrio es preciso acostumbrarse a lo que hay, adaptarse al medio. Pero con eso sólo satisfacemos a una parte de lo que somos. La otra aspira al descubrimiento de cosas nuevas y a indagar en lo que tienen de sorprendente las cosas que creíamos habituales. Quien opta por dar preferencia a esta última parte ha de pagar el tributo de un mayor o menor desasosiego, y a menudo, de soledad y marginación por parte del hombre medio, que prefiere aferrarse a lo conocido.
●●●●●●●●●
El recurso del hombre medio es el mismo que ya utilizaba el hombre arcaico, del que dice Mircea Eliade: “Lo que (el hombre arcaico) hace, ya se hizo. Su vida es la repetición ininterrumpida de gestos inaugurados por otros”[1].
●●●●●●●●●
“En la nueva biología (…) ya no aparece la vida como una lucha triste por no morir, como una mera reacción al medio, como una adaptación, sino al contrario: vivir es producción, creación de multiplicidad organizada, aumento, expansión, dominio. El equilibrio es la negación de la vida. El principio de conservación es secundario y adjetivo. El principio que late en el plasma es crecimiento y tendencia a imperio sobre el medio” (Ortega y Gasset[2])
[1] Mircea Eliade: “El mito del eterno retorno”, Madrid, Alianza, 1979, p. 15.
[2] Ortega y Gasset: “El genio de la guerra y la guerra alemana”, en “El Espectador”, Vol. II, O. C. Tº 2, p. 199.