Revista Opinión

Addison Mizner, un visionario olvidado

Publicado el 05 agosto 2018 por Miguel García Vega @in_albis68
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Durante los pasados años 20 a Addison Mizner le llovían los proyectos. A veces diseñaba más de una casa al día. Todo aquel interesado en construirse un palacete en Florida requería sus servicios. Tenía carta blanca. Le soltaban un cheque en blanco, desaparecían durante un año y volvían tomar posesión de su mansión sin saber muy bien qué se iban a encontrar.

Podía ser un palacete veneciano, un caserón de estilo español o una residencia inspirada en la arquitectura árabe de Andalucía. O una mezcla de las tres cosas. Quizás se encontraran una puerta que abría a una pared o al interior de una chimenea. O descubrieran que no podían subir al piso superior porque nadie puso una escalera.

Addison Mizner, además de excéntrico, era un poco descuidado en sus diseños.Hoy día no aparece entre los principales arquitectos americanos del siglo XX. Tal vez porque, aunque Mizner se hizo rico construyendo casas, nunca fue arquitecto.

Addison Mizner
Mizner fue un autodidacta. Nunca cursó la carrera de arquitectura ni consiguió ningún título. Hay quien diría que fue un timador con encanto, un buscavidas o un gran visionario. Lo primero tal vez es exagerado, el resto le cuadra bastante. También se le suele citar como un genuino ejemplo de lo que se llama “el sueño americano”.

Cierto es que tuvo una vida de aventuras, repleta de altibajos, de triunfos y derrotas. Siempre buscó la fama y el éxito en los negocios y nunca rehusó el próximo reto. Para matizar un poco la idea del sueño americano hay que señalar que Addison no nació pobre, sino en una buena familia. Su mayor triunfo –sin restarle talento para vender y cierta imaginación– fue camelar a unos cuantos ricos, lo que sería verle un poco el cartón al sueño americano. Pero yo soy algo tiquismiquis con eso.

En todo caso, Mizner es un personaje fascinante.

Los Mizner y la fiebre del oro  

Addison Mizner nace en California en 1872. Es el séptimo de ocho hermanos. Su padre,Lansing Mizner, es un famoso abogado que en 1889 es nombrado embajador de los Estados Unidos en Centroamérica. La familia se muda a Guatemala y desde el primer momento –una escala en México– el pequeño Addison queda fascinado por la arquitectura hispánica. “Probablemente fue el mejor día de mi vida, porque allí, tirado bajo el sol, contemplaba mi primera ciudad española”, recordaba Mizner.

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Addison dejó el nido y se fue a San Francisco, donde estuvo de aprendiz del famoso arquitecto Willis Polk. Pero, como sabemos, lo suyo no era estudiar matemáticas, dibujo técnico o estructuras y cargas. Le gustaba más dar ideas, dibujar cosas y hacer negocios. Anduvo por Samoa pintando diapositivas, vendiendo tiradores de ataúdes en Shangai o presuntas antigüedades asiáticas a ricos americanos.

Luego se fue con sus hermanos a buscar oro a Klondike, en Alaska. Uno más de los miles que llegaron hasta aquellos agrestes parajes en busca del golpe de suerte. Según cuenta Caroline Seebohm en su biografía sobre Mizner, Boca Rococo –y publica The New York Times– aguantó la prueba a su manera: con deportividad y cierta extravagancia.

Por ejemplo, puso a sus cinco perros de tiro los nombres de sus mayores anhelos: huevos revueltos, ostras, ensalada, champiñones y pastel. El mismo Addison Mizner al que años más tarde se le vería recibir visitas y pasear con su mono araña en el hombro o ir de compras por Palm Beach en pijama.

Singer y la alta sociedad de Palm Beach 

De Klodike volvió con unos 30.000 dólares y más hambre de gol. Quiso establecerse como arquitecto en Nueva York, pero descubrieron el pequeño detalle de que no tenía licencia y salió por patas. En Florida no serían tan estrictos con esos tecnicismos.

Esta claro que alguien que daba instrucciones a su operarios como “más o menos a esta altura” (según el libro de Bill Bryson, “En Casa”) se mostraba más como promotor con inquietudes de diseño que como arquitecto.

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Paris Singer

Finalmente dio un pelotazo mejor que el de Klondike. Trabó amistad con Paris Singer, todo un capo de la alta sociedad de Palm Beach y Mizner se estableció allí en 1918. Paris era el penúltimo de los 24 hijos (sí, he comprobado el dato dos veces) de Isaac Singer, el de las máquinas de coser. Las máquinas dieron mucho de sí.

Paris no era cualquier rico, era rico nivel ponerle nombre a una isla de la zona, Singer Island. En la isla, Mizner construirá el Blue Heron Hotel: un lujo asiático que no puedo terminarse y que fue derruido en 1940.

Pero no nos adelantemos. Estamos en 1918 y empieza la década dorada de Mizner. Son los felices 20, el dinero fluye, las oportunidades de negocio se multiplican y se ha rodeado de gente con dinero para aburrir. Es ahora o nunca.

Addison y Paris, inseparables, empiezan renovando la mansión de Singer y luego pasan a la construcción del Everglades Club, del que Singer es presidente. El club más exclusivo para la gente más exclusiva.

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Allí Mizner empieza a reclutar millonarios para su causa: convertir Palm Beach en una especie de cuento de hadas de palacetes italianos, españoles, moriscos. Un pastiche que hoy nos puede parecer difícil de digerir pero que triunfó y acabó dando un estilo propio a la zona.

Mizner Industries, fabricando historia

Recibió el encargo, por ejemplo, de construir El Mirasol, la casita de invierno de los Stotesbury. Un encargo permanente, ya que cuando la señora Stotesbury se enteraba de que alguieniba a construir otra más grande, encargaba a Mizner una ampliación.

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El Mirasol (Palm Beach) en 1920.

Tras Singer y Stotesbury le llueven las ofertas. Todos los ricachos quieren una mansión de Addison Mizner y le dan su dinero y carta blanca. Él se atrevía también con la decoración de interiores. Al principio viajaba a Italia y sobre todo a España para comprar antigüedades para sus clientes americanos. Estatuas, techos artesonados, escalinatas o ventanas se llevaban a Estados Unidos a trozos. España lleva siglos en venta, pero por aquellos tiempos, aún más.

Pero como ese proceso era lento y costoso, Mizner encontró una solución más competitiva con la creación de Mizner Industries. Él va a fabricar todas esas antigüedades falsificando las originales, incluyendo azulejos o forjados. No será el primero ni el último que simula algo antiguo siendo moderno. Véase el Barri Gòtic de Barcelona, asombro de turistas, que se creen que es gótico.

Taller Mizner Industries
Taller Mizner Industries

Mizner no se cortaba a la hora de envejecer sus creaciones, haciendo falsos agujeros de carcoma y pintando las paredes para que tuvieran el aspecto de algo parecido a un venerable moho. O dando martillazos a una chimenea para dejar en ella la huella de la historia.

Despistes y excentricidades

De esa época son las anécdotas que cuenta Bill Bryson en su libro. Algunas experiencias de clientes disfrutando su “Mizner original”.Como llegar hasta tu coqueta casita para guardar las barcas en el lago y encontrarte con cuatro paredes y ninguna puerta.O, como los Rasmussen, descubrir que hay un segundo piso inalcanzable porque Mizner se olvidó de construir una escalera. La solución, una escalera exterior, era un poco incomoda si en un día de lluvia se te había olvidado algo en la planta de arriba.

Para acabar, su manera de envejecer unas sillas de cuero del Everglade Club: con laca y cal viva. El calor corporal calentaba la laca y hacía que tan distinguidas espaldas y traseros quedaran pegados a las sillas y necesitaran al personal para arrancarles de allí.

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Patio de la residencia El Mirasol, de Edward T. Stotesbury. Construido in 1919, (ya demolido). Foto de la ‘Historical Society of Palm Beach County’.

Cientos de proyectos de mansiones sobre su mesa y toneladas de suministros de falsas antigüedades de Mizner Industries no eran suficientes. La ambición de Addison no tenía límites. Y tuvo una visión. Convertiría un pequeño pueblucho rodeado de solares sin edificar en un resort de lujo.Levantaría una pequeña ciudad para que los ricos pasaran el invierno: Boca Ratón.

Boca Ratón, visión y ruina

En 1925 junto a su hermano Wilson  funda la Mizner Development Corporation y compran más de 600 hectáreas, incluyendo dos millas de playa. Inician la promoción y piensan a lo grande: un hotel de más de 1000 habitaciones, parques, campos de golf, lagos, avenidas de 20 carriles… Grandes inversores se suman al proyecto, como Singer, Vanderbilt, Irving Berlin o Elizabeth Arden. Mizner volvía a jugar doble o nada. 

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Boca Ratón fue el gran sueño de Mizner y su estruendoso fracaso final. Al cabo de un año, 1926, la burbuja inmobiliaria empieza a deshincharse. El calor, la humedad y los mosquitos no salían en los folletos publicitarios, pero se los encontraba el visitante al llegar. También se encontraban con fraudes inmobiliarios. La mala prensa se extendió por el país.

En 1927 acaba la relación entre Mizner y Singer, cuando el primero entra en bancarrota. El Everglades Club se declara en suspensión de pagos y la Singer Island se queda a medias. El crack de 1929 aún empeoró las cosas.

Mizner se arruina aún más rápido de lo que se había enriquecido. Tiene que vender sus empresas y tras haber ganado millones se queda con poco más de 2.000 dólares en el banco. En 1933 muere de un infarto. La arquitectura gira hacia la modernidad y lo olvida por completo, como a un impostor. Queda apenas como anécdota extravagante de un tiempo de excesos. Pero su impronta es, sin duda, mayor que su fama posterior, como ha ocurrido en otros casos (por ejemplo, Victor Gruen).

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Monumento a Addison Mizner en Boca Ratón (Foto: [email protected])

Aunque no es tan famoso como le hubiera gustado, parte de su legado ha quedado en Palm Beach. Y su visión sobre Boca Ratón se cumplió finalmente, aunque varias décadas después. El principal centro comercial del lugar se llama hoy día Mizner Park. Allí se puede ver una estatua de bronce de tres metros de alto de Addison Mizner con su mono mascota. Probablemente la mayoría de los paseantes se pregunten durante unos segundos quién será ese tipo raro del mono.  Y luego se les olvide. 

*Dedicado a mi amigo Isidoro Legido,  por ponerme sobre la pista de este personaje, que yo no conocía. 

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