Hace unos meses ya nos referimos al desgraciado caso de Charlie Gard en este blog. En Anales de Pediatria aparece ahora como carta al director el texto de mis estimadas colegas Marta Sanchez Jacob y Carmen Martínez, junto con Inés del Río Pastoriza e Isolina Riaño Galán, aportando el término de “Adecuación del Esfuerzo Terapéutico” para desproveer de connotaciones negativas la idea de la limitación de tales esfuerzos, ante situaciones sin remedio.
Los médicos, los Pediatras sociales, cada vez debemos ser más precisos y cuidadosos en el uso del lenguaje porque nuestras aportaciones son objeto de escrutinio público. Y no siempre bienintencionado. Mantener nuestro, en general, reconocido prestigio profesional precisa de una defensa contínua, a medida que nuestras actuaciones son más públicas y menos privadas de la simple y directa relación médico-paciente.
Algunos buenos profesionales del periodismo me reconocen la fascinación que los temas de salud, y los de la enfermedad, tienen para el público en general. Y de cómo los profesionales de la información se ven llevados a tratarlos, a menudo saltándose intimidades o promoviendo los aspectos truculentos que a veces rodean las actuaciones médicas. Me confiesan que los temas de salud superan a los deportivos o del “corazón” (el símbolo, no la víscera) en su interés por los consumidores de noticias. Enfrentados cada día a la tiranía de la tasa de difusión o el “share” de los espacios televisivos, ninguno quiere perderse un “scoop” o una portada rutilante, aunque trate del sufrimiento ajeno. El compromiso con la ética se situa muy a menudo en el filo de la navaja.
A mi entender, poco cabe hacer, como no sea extremar la precisión en el lenguaje y respetar la ética profesional. Y recordar algo tan antiguo como que “quien practique este arte diga cosas intelegibles para los profanos” que figura en los Tratados Hipocráticos de hace 2400 años y que tan a menudo se olvida.
Otro aspecto sobre el que llaman la atención las autoras es la indeseable judicialización de este y otros casos. Siempre he tenido presente la vieja maldición gitana de “Pleitos tengas. Y los ganes” que rara vez sale nada bueno de pedir a otro, por más juez que sea, que medie en la relación entre humanos.
En esta parte del mundo desde dónde escribo, estamos padeciendo de forma dramática la judicialización de las diferencias políticas y la falta de entendimiento entre unos poderes y otros. Tal és “…el fracaso que supone en la relación…” como se indica en el texto referido. Cuando encima algún dirigente desalmado pretende llevar ante el juez a maestros o padres por unos supuestos adoctrinamientos de niños que no coinciden con los suyos, vemos acercarse el desastre de la incomprensión.
En cualquier caso, la adecuación de las actuaciones debe presidirla el tiento, el buen sentido, la generosidad y el respeto. Y también el rigor científico que el estudio, la observación y la experiencia siempre ayudarán por dramática que sea la situación de un paciente terminal, niño o adulto.
X. Allué (Editor)