Revista Cultura y Ocio

Adelaide Barlett y el misterio de Pimlico

Publicado el 03 octubre 2016 por Carm9n @Carmenyamigos

Adelaide Barlett y el misterio de Pimlico
La época victoriana despierta, por muchos y variados motivos, una extraordinaria fascinación: la literatura, la decoración, la sociedad y sus modos, la revolución industrial y los cambios que trajo consigo, la fuerza y el poder del gran Imperio Británico, incluso el Londres victoriano con Jack el Destripador recorriendo sus calles entre la densa niebla... Pero hoy la entrada no versará sobre ninguno de estos asuntos sino que se centrará en una mujer victoriana, Adelaide Bartlett, protagonista de uno de los más célebres juicios por asesinato de la época.
A las mentes de la época les costaba concebir a las mujeres como seres capaces de perpetrar un crimen al estar, como así era, educadas para reprimir sus instintos y pasiones y adecuar su conducta a un rígido código moral. Pero hubo asesinas. El arma más común utilizada por las mujeres era el veneno; no precisa fuerza física y era relativamente fácil hacerse con ciertos venenos como estricnina, cloroformo o arsénico. Tan solo había que firmar en el Poison book que había en todas las farmacias si la cantidad era de cierta relevancia, pero para pequeñas cantidades ni siquiera este requisito era necesario. Estos venenos eran utilizados para matar ratas, moscas y otros animales abundantes y molestos.
Los móviles que generalmente impulsaban a la mujer a matar solían ser económicos (en la época victoriana se incrementaron notablemente los seguros de vida) aunque no exclusivamente. Otros motivos- los celos, la venganza, la ocultación de un posible escándalos o, incluso, el deseo de escapar de las rígidas normas de unos padres o de un marido muy estrictos- eran frecuentes.
Adelaide Bartlett al parecer usó cloroformo líquido para matar a su marido Thomas Edwin Bartlett el 31 de diciembre de 1885.  El ministro de la iglesia Dyson, visitante asiduo de la casa de los Bartlett en Pimlico y amante de Adelaide, al parecer con el conocimiento y consentimiento del propio marido, compró varios botes pequeños de cloroformo en diferentes farmacias, eludiendo así la firma en el mencionado Poison book, y Adelaide se lo hizo ingerir a su marido.Adelaide Barlett y el misterio de Pimlico
El problema con el que se encontraron los fiscales en el momento del juicio fue demostrar que Adelaide le había hecho ingerir el cloroformo a su marido ya que, aunque sí encontraron durante la autopsia grandes cantidades del veneno en el estómago del fallecido, el cadáver no presentaba signos de quemaduras ni en la garganta ni en la laringe. Según intentó demostrar el abogado defensor de Adelaide, Sir Edward Clarke, uno de los mejores abogados de la Inglaterra victoriana tardía, esto sólo podría producirse si se bebiese de manera muy rápida, insinuando con ello el suicidio.
Finalmente, por falta de pruebas sobre el modo en que fue ingerido el veneno y aunque casi nadie dudaba de su culpabilidad, Adelaide y Dyson fueron absueltos. Una vez celebrado el juicio, el famoso cirujano Sir James Paget le rogó que, en interés de la ciencia, detallase cómo lo había hecho. Adelaide prefirió llevarse el secreto a la tumba aunque algunos investigadores, como Yseult Bridges en su libro Poison and Adelaide Barlett, sugieren, a raíz de una conversación mantenida entre Edwin y su médico  Dr Leach durante la enfermedad del primero, la posibilidad de sesiones de mesmerismo e hipnosis. Lo cierto es que nunca sabremos la verdad.
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Adelaide Barlett y el misterio de Pimlico
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