ADIÓS Ya hemos gastado las palabras en la calle, amor mío, y lo que nos ha quedado no basta para alejar el frío de cuatro paredes. Lo hemos gastado todo salvo el silencio. Hemos gastado los ojos con la sal de las lágrimas, hemos gastado las manos a fuerza de apretárnoslas, hemos gastado el reloj y las piedras de las esquinas en esperas inútiles.
Meto las manos en los bolsillos y no me encuentro nada. Antes teníamos tanto que darnos; era como si todo fuese mío: cuanto más te daba más tenía que darte.
A veces decías: tus ojos son unos peces verdes y yo me lo creía. Me lo creía porque a tu lado todas las cosas eran posibles.
Pero eso era en el tiempo de los secretos, era en el tiempo en que tu cuerpo era un acuario, era en el tiempo en que mis ojos eran realmente peces verdes. Hoy son sólo mis ojos. Es poco, pero es la verdad, unos ojos como los demás.
Ya hemos gastado las palabras. Cuando ahora te digo amor mío, ya no pasa absolutamente nada. Y sin embargo, antes de gastarse las palabras, estoy seguro de que todo se estremecía sólo con murmurar tu nombre en el silencio de mi corazón.
No tenemos ya nada para darnos. Dentro de ti no hay nada que me pida agua. El pasado es inútil como un trapo. Ya te lo he dicho: las palabras están gastadas.
Adiós. Eugenio de Andrade Traducción: Ángel Campos Pámpano