En La Nueva España de hoy me encuentro un interesantísimo artículo escrito por Natalia Vaquero, con ese tema que a mí tanto me gusta, la adicción a las redes sociales.
Al igual que con la industrialización, el desarrollo de las nuevas tecnologías han motivado un cambio en los hábitos, costumbres y sobre todo, la manera de relacionarnos.
¿Dónde han quedado esos tiempos en los que ibas de casa en casa, o simplemente llamabas al fijo y si estaba bien pero sino, pues mala suerte. Por una parte tenemos mis odiadas redes sociales, y por otro, móviles y demás dispositivos que lleven una pantalla incorporada. Las redes sociales sirven para mantener a la gente en contacto, como a esas personas que estudiaron contigo, a ese que conociste una noche de fiesta o al amigo de la amiga de mis otros amigos. Algunas personas llegan a tener 500 amigos y más en su muro, que de esas 500 alomejor sólo ven a 20 con regularidad y ya tirando por lo alto. A lo que voy, es que la mayoría de la gente se construye una vida idílica llena de aventuras y emociones molonas para tener el beneplácito de la mayoría. Esas personas que fotografían su café y te lo ponen en la red, esas personas que viven de cara a la galería mientras se olvidan de vivir su vida real por que en realidad, no les interesa ni a ellos mismos.
Si hablamos del wasap, ya podemos hacer varias tesis. Es increíble como una aplicación para el móvil puede tener tanto poder en las personas. La revolución tecnológica empezaría hace unos 17 años más o menos, cuando aparecieron los primeros móviles, esos añorados one touch easy, que duraban años y no se rompían ni aunque te lo propusieras, no como los de hoy en día que cuestan un pastón, a la mínima tienes la pantalla rota y esperanza de vida es de tres años, por que claro, ahora hay una caducidad tecnológica que antes no había. Ahora te obligan a entrar en el sistema si o si, los móviles van a durar x años y luego te comprarás otro por que no te queda otro, y te lo comprarás cuando el fabricante de turno lo considere, por que para eso tiene el poder.
En el artículo que mencioné antes, hay varias ideas interesantes. Estos nuevos comportamientos han dado lugar a muchos estudios científicos. Resulta que hay un diagnóstico llamado FOMO (Fear of Missing Out, en inglés), que es emiedo a olvidarnos el móvil en casa, a que no me añadan en ese grupo donde está todo el mundo hasta que no me contestan al momento. Los psicólogos dicen algo que todos ya sabemos, que el problema no son las redes sociales o los dispositivos móviles, sino la manera en que los utilizamos, saber gestionar bien la información. Y haciendo oposición a FOMO, también está el JOMO, que son aquellas personas que deciden desconectarse de la red. Yo soy del JOMO, pero por que sé lo fácil que es caer en el FOMO. En mi caso no hay término medio, ese término medio tan ansiado y propagado y que en realidad, muy pocos alcanzan.
Lo más preocupante, es que ya hay enfermedades psicológicas y físicas. Algunos ejemplos son los dolores en las falanges y muñecas por abusar del wasap, escuchar el bip bip sin que haya mensaje, la nomofobia (terror a salir de casa
sin el móvil), phubbing (uso excesivo de los dispositivos tecnológicos en presencia de otras personas a las que ignoran) o vibranxiety (consideran al móvil como parte de su cuerpo). Otro dato curioso, es que por culpa del wasao, son ya muchas las parejas que han roto su relación. Alomejor no es la causa principal pero suele ser el detonante.
¡Cómo está cambiando el mundo! Y qué deprisa, que es lo que da más miedo.
Clicando en estas palabras, os remito a una página en la que hablan también de este tema y es interesante de leer.