"Plano fijo en claroscuro y luego inmerso en mis delirios" Así comienza uno de los mejores temas de Love Of Lesbian y que va como anillo al dedo para describir la escena con la que arranca Shame. Ese plano cenital presentando el cuerpo semidesnudo de su protagonista durante un prolongado par de minutos y en el que el único movimiento se centra en la respiración pausada del mismo convierten a la cinta desde ya en un detallista ejercicio de buen gusto. El cuerpo, en el arriesgado cine de McQueen, adquiere el mayor de los protagonismos. Con Hunger, su impactante ópera prima, servía como puro mecanismo en busca de una libertad arrebatada. Ahora, ese mismo cuerpo es víctima y verdugo, preso de sí mismo, habitando en una cárcel creada inconscientemente.
Shame supone una bofetada enorme al espectador, un silencio misericordioso como respuesta. Es seductora, seria, excitante, vergonzante como la mirada de un sublime Michael Fassbender en un vagón del metro neoyorquino flirteando con una desconocida. La película es sensorial desde lo más profundo. Penetra lentamente hasta hacer daño como el sexo desmedido del que habla. Cada secuencia, cada palabra nos conduce a los recovecos del alma de sus protagonistas y al de nosotros mismos. Porque McQueen se ha propuesto que concibamos la cinta desde el prisma opresor de su protagonista asumiendo una enfermedad. No es, por tanto, sencillo acercarse a Shame y tampoco alejarse de ella. Metafóricamente la película es en sí misma una puta adicción. Si el espectador la prueba no saldrá indemne de la misma. No ayuda tampoco la opresiva y maravillosa banda sonora en el inicio y final del filme acentuando la degradación de los personajes.
Lo sexual siempre atrae masas. Vinculada a lo prohibido por ese afán de la iglesia de reprimirlas y sustentadas en una mala educación, toda aquella conducta referente al sexo genera controversia, cada vez menos, pero no nos engañemos. Si Shame retratara el comportamiento de un adicto al trabajo pongo la mano en el fuego de que pasaría inadvertida o quizá ni llegase a estrenarse en nuestras pantallas como ocurrió en su día con Hunger. Si a esto le sumamos el desnudo de Fassbender, el corporal que no el mental, las mentes ávidas de carnaza ahogarán sus deseos en la platea del cine. Pero sí sería recomendable una advertencia a éstos últimos. La polla del actor aparece en el mínuto cinco de la película por lo que no merecen desperdiciar su aburrido tiempo en la sala.
La estructura narrativa de la cinta es muy similar a la de Hunger. McQueen nos presenta al personaje de Brandon (Fassbender), un treintañero de éxito en la ciudad que nunca duerme con una conducta particular hacia el sexo. Rehusa cualquier relación estable por caer en la temida rutina mientras que encuentra en la eyaculación su vía de escape a cualquier problema, conformando esta alternativa en una enfermadad. Con la inesperada visita de su hermana Sissy (sublime Carey Mulligan), demandando el apego familiar que necesita, se acentúa su adicción.
Al igual que ocurriera en Hunger, una conversación en plano fijo de varios minutos es el detonante para alcanzar el clímax y viajar con sus protagonistas al declive de sus existencias. A partir de aquí la película sobrecoge, golpea y apenas deja sin aliento al respetable. Alcanza máximos en cuanto a emoción se refiere. Máximos que una técnica brillante brinda en bandeja. La combinación de planos secuencia acelerados junto a primeros planos del rostro frustrado de Fassbender aportan a Shame la lucidez de una obra maestra. Pero para lograr este calificativo, Shame no sólo se alimenta de luces y sombras. McQueen sabe dirigir como nadie a su actor fetiche. Fassbender entrega una contenida interpretación que por instantes se convierte en malsana. No escatima en detalles logrando una simbiosis con el personaje que duele. Donde podría haber un guión destripando la sutileza hallamos la mirada devastada del actor y es ahí donde radica el acierto de una película extrema, arriesgada, inteligente, con múltiples lecturas y sobre todo inolvidable.
Lo mejor: la valentía y entrega de Fassbender.
Lo peor: que la polémica no deje llegar al fondo del asunto.