No iba a hacer un repaso del año, porque realmente es imposible que se me olvide este 2015. Pero me puse a leer resúmenes de pasados años y me levantó tal sonrisa en mi cara y me dio tanta buena energía que no quiero quitarme esta sensación para los años venideros cuando quiera recordar (porque yo soy muy de recordar)
Picu Urriellu, en Asturies.
Aunque fue un año muy feliz para mí y para la mayor parte de las personas que me rodean, porque soy (somos) una afortunada, también hubo una triste muerte en mi entorno de alguien que no se lo merecía y ciertos problemas de salud de familiares que siguen tirando hacia adelante con fuerza. Además de esto, lo más triste del año ha sido ver a personas escapar de la guerra y, peor aún ver cómo les cierran las fronteras de la Europa imperialista y ver los comentarios de ciertas personas racistas y cerradas de mente en Facebook, sin avergonzarse de odiar en público (lo mejor que puedo desear para vosotros, además de una apertura de miras y de que leáis más, es que nunca os pase algo similar a lo que estas personas refugiadas o que están dentro de una guerra están viviendo).
Comencé 2015 en Buenos Aires, acogidísima por una familia que sin conocerme de nada abrió sus puertas y su hogar para mí y que están en mi corazón, para seguir de paseo por una gran cantidad de regiones de toda Sudamérica. Conocí a gente maravillosa (con todas las letras y con todo el significado de esta palabra) que siempre serán parte de mí y las personas que siempre he querido se han mantenido ahí al pie del cañón, aguantando que soy una pesada y que casi a diario me gusta saber si están bien y qué están haciendo.
Selva amazónica.
Conocí el norte de Argentina, norte de Chile, hasta me di un garbeo por Las Vegas por temas de trabajo (nunca me habría imaginado antes que iría a Las Vegas), Perú, Ecuador (convivir en la Selva amazónica con los shuar fue una de las experiencias de mi vida) y regresé a mi adorada Colombia a conocer lugares pendientes y reencontrarme con amigos del pasado año. También descubrí Venezuela durante tan solo unos pocos días y pude visitar uno de los lugares con los que más soñaba en la región: La Guajira. Me habían dicho que era peligroso, pero nada que ver. Eso solo lo dice quien habla sin saber. Al contrario, los wayúu me acogieron con amor y me enseñaron mucho de su forma de ver la vida. De hecho, para acabar el año, hoy mismo, El País Planeta Futuro, ha publicado un reportaje que hice gracias a lo aprendido allí: http://elpais.com/elpais/2015/12/29/planeta_futuro/1451386647_466045.html. También visite el sur de Portugal en familia, hice el primer viaje mochilero (de muchos) con mi hermana pequeña, que se portó como una super viajera, por el norte de Italia y viajé por uno de los lugares de los que más había leído en mi vida, Jordania (hasta hice hace unos años un trabajo de más de 100 páginas de posgrado sobre este país y su relación con Palestina, así que imaginaos las ganas de conocerlo).
Profesionalmente ha sido un año muy enriquecedor. Administro mejor mi tiempo, se me ocurren más ideas sobre qué escribir e hice entrevistas a gente realmente impresionante, que aún tengo pendientes de plasmar por escrito. Propósito d 2016. Prometido.
En 2015 me tocó vivir un poquito de desamor, porque es lo que tiene tener corazón y no cerrarlo. Es un poco una ‘putamierda’ el desamor pero nos ayuda a recordar que somos seres vivos y sobre todo que estamos vivos. Cualquier sensación es necesaria para aprender, para conocernos, para apreciar los que tenemos y para que la vida nunca se nos haga cansina. Así que estoy abierta a volver a vivir desamores.
Otro de los mejores asuntos del año fue que tras varios años, he venido a pasar muchos meses a mi casita con mi familia, con mis amigos y con el nuevo integrante de mi familia, un gato amoroso y mimoso, e hice caminatas en lugares que tenía pendientes en Asturias como Somiedo o el Picu Urriellu. Y me puse formalmente a estudiar asturianu, la lengua de mi tierra.
Además, una amiga me enseñó un término que me ha dado mucha paz interior: la aceptación. Es largo de explicar, pero me quedo con aceptarse a uno mismo y a los que quieres que formen parte de tu vida, con sus fortalezas y defectos, tal como son.
Para el próximo año me comprometo a seguir dedicando esfuerzos en vivir de forma sostenible. Ya he dado de lado el consumo de moda y utensilios hechos de mano de obra esclava en Asia o usando el coltán que provoca guerras en Congo y ahora quiero que mi alimentación no perjudique la selva de Borneo ni obligue a esclavizar a personas cortando caña de azucar. Será un reto, porque no me gusta cocinar y porque me encanta comer a todas horas, pero lo intentaré con ganas. Otro propósito es escribir más sobre las historias que voy conociendo. Empeñarme en usar mi trabajo para dar voz a aquellos a los que han silenciado. Que es lo que siempre soñé.
Mi mayor deseo es que seamos tolerantes con aquellos que lo necesitan. Que dejemos de mirar nuestro ombligo y comprendamos cuáles son los problemas reales de la vida. Y repito mis deseos del pasado año, que no se escucharon: que todo el mundo que conozco tenga la fuerza de perseguir sus sueños. Que desaparezcan las bolsas y envases de plástico, que los españoles se lean bien las propuestas electorales antes de ir a votar en las elecciones. Que el FMI pase de nosotros y nosotros de ellos. Que los ciudadanos del primer mundo gasten menos en cosas materiales, así necesitarían trabajar menos y tendrían más tiempo libre que disfrutar. Que se tire menos comida a la basura, y que se faciliten los procesos de adopción. Que las casas de ladrillo vacías se llenen con gente que las necesita. Y que la vivienda deje de ser un negocio millonario.
Y que seamos más amables con los demás, que intentemos comprender a los otros y pensar bien de ellos, para que el mundo sea un lugar mejor en el que vivir.