
Ayer, a los 79 años de edad y como consecuencia fatal de una larga dolencia pulmonar, nos dejó Fernando Delgado, uno de los actores cuyo sensacional trabajo cautivó a toda una generación de televidentes, entre los que este burgomaestre, como ha repetido frecuentemente en este weblog (o lo que sea), se cuenta.
Fernando Martínez Delgado (Porcuna (Jaén) -donde nació porque por allí pasaban, durante una gira, sus padres-, 28-06-1930, Madrid, 15-6-2009), hijo de la pareja de actores formada por Luis Martínez Tovar y la impresionante Julia Delgado Caro, padre a su vez de los actores Alberto y Fernando, que perpetúen la estirpe, fue el “jurado número 11”, uno de los inolvidables “Doce hombres sin piedad” del drama judicial de Reginald Rose, que ningún telespectador ha podido ni querido olvidar. Fue esta una intervención de las más señaladas, por el impacto popular que cosechó la obra en la audiencia, de las alrededor de dos mil que realizó Fernando Delgado en la pequeña pantalla. Iniciado en el escenario teatral de la mano de sus padres, siendo niño, cosechó su primer triunfo representando el estreno en el Teatro Español, el 14 de octubre de 1949, de la mítica “Historia de una escalera” de Buero Vallejo, siendo un joven apenas veinteañero, dirigido por Cayetano Luca de Tena, y acompañado sobre las tablas por su madre, Julia Delgado Caro, y por un elenco extraordinario que incluía a María Jesús Valdés, Manuel Kayser, Gabriel Llopart, Adela Carboné, José Cuenca, Alerto Bové, Adriano Domínguez (actor de su generación con el que tantas veces coincidiría en televisión) y Elena Salvador (de la que precisamente hablábamos algo, hace pocas fechas, en este mismo weblog), entre otros. Para entonces, llevaba ya nueve años pisando las tablas del Teatro Español, y continuaría haciéndolo, en décadas sucesivas, desde su condición primera de niño-actor hasta alcanzar la plenitud de comandar su propia compañía en el escenario del María Guerrero, en los años ochenta . En esa trayectoria, Fernando Delgado asumió roles en obras tan reconocidas como los clásicos shakespeareianos “Macbeth” (montaje en el que coincidió con otro jovencísimo actor, conocido en este weblog, Mario Berriatúa), “Hamlet”, “Ricardo III” y “El mercader de Venecia”, o en la “Antígona” de Sófocles vista por José María Pemán, o en “El villano en su rincón” de Lope de Vega, o, en dos ocasiones (1950 y 1952), el “Don Juan

A los telespectadores a quienes nos criaron los responsables de los espacios dramáticos de TVE con sus “Novelas”, “Estudios Uno”, “Ficciones”, nos emocionaba don Fernando con gran suficiencia. Un temblor de su labio inferior, un titubeo en la bien modulada voz, una amplísima frente que se fruncía y arrugaba, una mirada de ojos claros que se refugiaban bajo cejas circunflejas, nos comunicaban la inquietud, la zozobra de su personaje, sin permitirnos nunca desentendernos de sus cuitas. A lo largo de los años sesenta y setenta, Fernando Delgado dominó, al lado de otros grandes compañeros como Pablo Sanz, Jesús Puente, Tomás Blanco, Ismael Merlo, José Bódalo, Luis Prendes o José María Rodero, los primeros papeles de la inmensa mayoría de las innumerables producciones dramáticas con las que TVE llenaba su añorada programación. Director, además de intérprete (tal función, por ejemplo, desempeñó muchos años del “Estudio Uno” o en la telenovela “Anna Karenina”, con María Silva como protagonista), Fernando Delgado inscribió su nombre, junto al de los antedichos, en el libro de oro de la memoria (por desgracia, a menudo tan frágil) de la televisión española.

Quede esta apresurada nota necrológica como sentida despedida de este burgomaestre de pacotilla, mero aficionado a la magia de los cómicos, con los que siempre mantendrá una deuda pendiente que intenta pagar a base de gratitud sincera. Y al lado, una promesa cierta de una futura entrada en la que recoger, más propiamente, la afortunada y espléndida carrera de Fernando Delgado.