Ha muerto en Madrid, el pasado día 1, el trompetista de jazz Jerry González, víctima de un incendio en su casa del barrio de Lavapiés. Tenía 69 años y muchos proyectos por delante. De padres puertorriqueños, había nacido en Nueva York, donde se crió y se formó como músico, marcado por las influencias de Miles Davis, Dizzy Gillespie y Eddie Palmieri. Se convirtió en un referente del jazz latino y, en los últimos años, de la fusión con el flamenco.
Conocí a este músico gracias al documental de Fernando Trueba, en el año 2000, Calle 54, junto a otros que también figuraron en el mismo y que me dejaron impresionado por su forma de interpretar y hacer música. Salí del cine directamente a comprar el doble “compact-disk” con las melodías de aquellos autores, entre los que se hallaban Paquito de Rivera, Eliane Elías, Michel Camilo, Bebo y Chucho Valdés y, como maestro de ceremonias y narrador con su trompeta de los créditos finales, Jerry González.
Me cayó simpático con ese hablar español tan reconocible en los latinos con acento inglés del Bronx, ese “nuyorrrican”, y por el dominio de sonoridades de su trompeta. Aquel documental le deparó un enorme éxito en España, país al que se trasladó a vivir y donde participó en numerosos festivales de jazz y no se abstuvo de frecuentar salas y garitos para dejar fascinada a la concurrencia. Aquí colaboró con los grandes del flamenco, como Paco de Lucía, Diego el Cigala, Niño Josele o Enrique Morente. Incluso llegó a formar el grupo “Jerry González y los Piratas del Flamenco” con el que expresaba su interés en la fusión del jazz con el flamenco. Tenía ese punto de excentricidad mezclado con el virtuosismo musical propio de los genios. Ya sólo podemos escucharle en los discos, como esta pieza, Cómo fue, junto al pianista Chano Domínguez. Su desaparición nos impide seguirlo con el detenimiento que merecía. Descanse en paz.