Revista Opinión

Adiós a la mayoría aplastante, Erdogan

Publicado el 09 junio 2015 por Gsnotaftershave @GSnotaftershave
Mujeres ejerciendo el voto en las elecciones del domingo / EFE

Mujeres ejerciendo el voto en las elecciones del domingo / EFE

Todos los imperios tocan, tarde o temprano, a su fin. Junio de 2015 ve desmoronarse el de Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía tras tres mayorías absolutas consecutivas que le han llevado a gobernar Turquía cual cortijo desde hace 13 años. El domingo el país celebró elecciones legislativas y su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), las ganó con un escaso 40,8% de los votos. La traducción es 255 escaños, 21 menos de los necesarios para tener el control del Parlamento.

Si algo salva al gobierno en minoría del islamismo turco, es la falta de recuperación de sus adversarios. El Partido Republicano del Pueblo, de corte laico y socialdemócrata, se quedó en segundo lugar con el 25,1% de los votos y 133 escaños. La tercera fuerza, el Partido del Movimiento Nacionalista, más próximo a un posible pacto con el AKP, se quedó con 82 escaños, un 16,4% de los sufragios.

¿Por qué cae el partido de Erdogan y otros suben pero moderadamente?

¿Se acuerdan del 15M turco que nació de la protesta contra los planes de construir un centro comercial en el parque Gezi? Ese voto de protesta de las clases medias urbanas contra el talante cada vez más autoritario de Erdogan ha cuajado. Una buena parte lo ha recogido el Partido de la Democracia de los Pueblos (HDP), izquierdista y prokurdo. Sin embargo, ese carácter prokurdo también ha sido su hándicap, porque muchos turcos no han querido darles poder, ya que eso significaría reconocer derechos del pueblo kurdo que muchos no están dispuestos a plantear.

A diferencia de otros países como el nuestro, el movimiento de protesta no ha sido capaz de crear un partido político propio. Aunque Podemos esté más o menos lejos del espíritu de los indignados en España, el vínculo con el movimiento es claro en muchos de sus planteamientos. Así que los nacionalistas kurdos se han quedado en una vía de escape a medias.

Sin embargo, la subida del HDP es todo un triunfo porque ha conseguido el doble de la representación que tenía en la Asamblea, llegando al 12,9% de los sufragios. Y ese dato es todavía más importante si tenemos en cuenta que desde el golpe de Estado de 1980, la barrera para entrar al Parlamento se sitúa en el 10% de los votos -una decisión que se tomó precisamente para bloquear la entrada de las minorías en la política pública. Evidentemente, el partido tendrá ahora mayor poder de negociación. Sus líneas generales apuntan a políticas más descentralizadoras y, claro está, a cierto autogobierno para el sureste de Anatolia, donde viven la mayoría de los kurdos.

Podríamos pensar que Erdogan tampoco pierde tanto, pues al fin y al cabo, su partido es la fuerza más votada. Pero, ay, amigos, detrás de los personajes magnánimos hay siempre planes más oscuros y el presidente tenía uno que sólo podía alcanzar con una mayoría de al menos 330 diputados: reformar la Constitución. Y no para introducir más derechos, precisamente, sino para que ésta otorgara al presidente plenos poderos ejecutivos. Ahora mismo, la jefatura del Estado tiene funciones limitadas a la representación que no le llegan ni a la suela de las aspiraciones a Erdogan. Básicamente, tendrá que conformarse con seguir teniendo las funciones de un cargo como el de Felipe VI, y deseando los de una figura institucional como la de Mariano Rajoy.

En definitiva, los resultados son un empujón para la democracia. Los turcos han rechazado en las urnas el autoritarismo y le han mandado un mensaje claro al AKP: o se renueva y vence el personalismo del líder, o no podrá seguir al frente del país. La polarización ya ha llegado demasiado lejos.

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