Revista Sociedad
DECÍAMOS AYER QUE Esperanza Aguirre no había podido, no había querido o no había tenido el valor suficiente para mandar a su casa a Jesús Neira y que su irreductible actitud se había vuelto en contra de la presidenta madrileña. El desafío público del profesor, "que me destituya ella si se atreve", vino a decir, estaba pasando factura a Aguirre y por ahí no estaba dispuesta a pasar la jefa del ejecutivo harta ya de este asunto.
Claro que no ha sido Neira el único que ha dado bandazos al volante de su coche. El propio gobierno también ha hecho eses entre Sol y Pontejos diciendo que se cargaba todo el Observatorio Regional contra la Violencia de Género y matizando luego, una vez que las críticas arreciaban, que el desmantelamiento tan solo afectaba al Consejo Asesor. Demasiados titubeos e improvisaciones.
No se trata aquí de demonizar a nadie, pero el caso es que a Neira lo echan y la lógica de la política, implacable en ocasiones, ha terminado por imponerse. A partir de ahora Aguirre ya no tendrá que justificar las diatribas de Neira contra la Constitución en cualquier tertulia televisiva escudándose en que el profesor también tiene derecho a la "libertad de expresión".