Hoy he sentido la tentación de llorar.
Cuando abrió el noticiario anunciando la pérdida para el mundo de la cultura y nombraron la isla de Lanzarote me conmovió un pálpito interior: ¿Tú; tú también...?. Pero no fui capaz de hacerlo.
Quizá, hace tanto tiempo que no lo hago que haya me olvidado, y aún más me conmovió eso; pues hoy, también hoy, tenía motivos para hacerlo. Como el día que perdimos a Mario Benedetti, a Francisco Ayala, …
A ninguno de ellos los he conocido personalmente; pero cuando hace poco me preguntaron por alguno de los libros que habían marcado alguna etapa de mi vida, todos ellos estaban en ella.
Es lo profundo que tiene la literatura; llegar a sumergirte en los ojos del autor para compartir desde ellos el alma de su obra, y desde ella descubrir los matices de la propia. Es por eso que creo haber formado parte de la vida de estos autores, aún sin que ellos fuesen conscientes de mi existencia.
Ahora tengo motivos para llorar lo perdido: una parte de vida o una obra completa. Quizás no llegue a hacerlo nunca y los reedite en el recuerdo de su lectura; una herencia a perpetuidad que me conforma y da consuelo.
Hoy, después de tanto tiempo, he vuelto a hacerlo.
Descanse en paz, otro hombre bueno.