El anuncio de Wikileaks de la suspensión indefinida de su actividad como fuente de información, en favor de la transparencia, es una mala noticia. La asfixia económica a la que le habían sometido algunas entidades financieras y el recorte forzado de las donaciones había rebajado sus ingresos en más del 95%.
Se acabó la controvertida pero necesaria organización sin ánimo de lucro que creo Julian Assange. Ha durado escasamente cinco años, y al final la han abandonado a su suerte hasta aquellos medios internacionales de prestigio que parecían recuperar la esencia del periodismo con la publicación de las fuentes secretas de los poderosos.
No están para echar cohetes, tampoco, aquellos medios como El País en España, que publicaron las exclusivas de los documentos secretos de las embajadas y que convocaban conferencias multidudinarias alardeando de buenas prácticas periodísticas y de valentía frente a la ocultación y la opacidad del poder.
No hay dinero para la fuente de Wikileaks. Tampoco quedan muchos recursos ya para hacer buen periodismo.
Descanse en paz la transparencia y la libertad de información.