Una triste e inesperada noticia nos ha sacudido a los amantes del cine: la del fallecimiento del actor neoyorkino Philip Seymour Hoffman a los 46 años de edad, posiblemente por una sobredosis.
Personalmente, descubrí a Hoffman gracias a su divertido papel en la comedia Y entonces llegó ella (2004), en la que llenaba la pantalla con cada aparición como Sandy Lyle, el amigo del personaje de Ben Stiller que vivía de los éxitos de su pasado como actor. Fue entonces cuando me di cuenta del inmenso talento de este actor, y de que ya le había visto de secundario en alguna otra película. Desde aquel momento, decidí seguir de cerca la trayectoria de Hoffman.
Actor de inmenso talento y entregado a cada uno de sus roles, Philip Seymour Hoffman nos deja una extensa filmografía, a pesar de que nos haya abandonado tan joven. Su capacidad para dar vida a personajes complejos, de doble moral, y para llenar la pantalla con cada interpretación hacen que le sitúe al nivel de pesos pesados como Robert De Niro o Al Pacino. Cada nuevo trabajo suyo suponía una pequeña alegría, aunque fuera una aparición en pantalla tan pequeña como la última vez que pude verle en el cine, haciendo de Plutarch en la irregular secuela de Los juegos del hambre.
Todavía no he conseguido ver la totalidad de las películas que componen su intensa filmografía, pero, a modo de homenaje, me gustaría destacar algunos de sus papeles que más me fascinaron: el apocado mayordomo de El gran Lebowski, el amigo del sufrido protagonista de La última noche, el villano de Misión Imposible III (que era lo mejor de la película y lo que se echó en falta en la secuela), el corrompido hermano mayor de Antes que el diablo sepa que has muerto, del también desaparecido Sidney Lumet; el soez agente de la CIA de La guerra de Chalie Wilson, el cura de nuevos métodos de la magistral La duda, el asesor de campaña de Los idus de marzo y el entrenador de baseball de Moneyball. Por supuesto, no hay que olvidar su fructífera colaboración con su amigo Paul Thomas Anderson, a quien acompañó desde su debut en la dirección en Hard 8 hasta su intenso y complejo papel en la reciente The Master, dejándonos por el camino absorbentes roles como el técnico de sonido de Boogie Nights, el enfermero de Magnolia y el rey de los colchones de Punch Drunk Love.
Hoffman también dirigió su propia película, Jack Goes Boating, dio voz a uno de los protagonistas de Mary & Max, y aún podremos disfrutar de su legado un poco más de tiempo, pues tiene pendientes de estreno sus nuevos trabajos en las películas independientes A Most Wanted Man y God's Pocket, así como en la serie de televisión Happyish. Cuesta creer que tengamos que despedirnos de forma tan repentina de un actor excelente, capaz de transformarse e inspirarnos con cada uno de sus papeles. Por suerte, nos quedan sus películas para recordarle y admirarle.