Llegaste a nuestras vidas casi por azar, tras un tiempo olvidada en algún oscuro rincón.
Otros rozaron antes tus suaves pieles, y como premio cruel a tu brillante dedicación, sufriste la desgracia y el dolor del verte apartada, quizás injusta y prematuramente, de lo que más amabas; de aquello a lo que tu existencia daba sentido.
Sin embargo, es destino te tenía reservada una nueva oportunidad. Aquel destierro no era tal, ya que aquellos a quienes serviste tan fielmente seguían teniéndote en su agradecida memoria.
Y te viniste a casa. Con nosotros. Con mi pequeña…
Y volviste a brillar de nuevo. Fuerte. Decidida. Noble. Valiente te alzaste para sortear todo tipo de caminos y dificultades.
Nos acompañaste siempre a donde fuera que necesitáramos. Siempre has estado ahí. Velando. Agazapada. Al a espera, aguardando paciente tu momento.
Tú nos lo has dado todo. Nos has dado tu propia vida. Te has sacrificado por mi hija hasta la extenuación. A eso llamo yo un amor fiel y sin condiciones. Sufriste empujones, desgarros, golpes… La humillación de la servidumbre, tantas veces machacada, pisoteada y manchada. Y seguías ahí… Estoica y firme. Cada día dispuesta. Cada día preparada y lista para enfrentarte a lo que el mundo te dispusiera.
Te acogimos y cuidamos, pero el tirano calendario dicta su cruel sentencia y a todos nos termina llegando la hora. Al final, y de manera inevitable, tu ya frágil cuerpo se quebró sin remedio, más allá de quirófanos. -“Hasta aquí hemos llegado…”-, nos dijiste. Ha sido un “basta”, desde lo profundo y con todo el dolor de tu ser.
En el fondo, soy un mezquino, y no te ocultaré que siempre llevaré clavada la espina de saber que fuiste tú, de entre todos los que deambulamos por este mundo, quién por más tiempo sostuvo y abrazó a mi pequeño tesoro. Quién más tiempo la ha llevado protegida y sentada en su regazo.
Nos lo diste todo, y por eso te llevas allá donde vayas ahora, mi admiración, mi respeto, mi cariño, y lo que quizás es más importante: nuestra gratitud eterna, y el derecho a recordarte para siempre.
Ya formas parte de la historia de mi familia.
Descansa en paz, querida amiga. Te lo has ganado.