Revista En Femenino

Adiós bebé.

Por Almapau @princesas_os

Adiós bebé.

No hace mucho leía a la maravillosa Kitty, del blog Amordebatmani y me emocionaban sus palabras sobre como crecen a la velocidad del rayo los segundos hijos.
Hoy me siento moñas como dice ella...

Y es que es verdad, crecen más rápido, pasa el tiempo volando y nuestros bebés desaparecen por la puerta, miramos hacia atrás para no perder de vista a nuestros mayores, y cuando de nuevo giras la cabeza, los encuentras crecidos al final del pasillo.

Llevo semanas limpiando armarios, ya no guardo la ropita del tercero.
Vuelan las tallas, y me emociono cada vez que doblo por última vez alguna de las ropitas heredadas de su hermano. Y la memoria me trae la añoranza de recordarles a ambos.

Ya hemos completado esta familia? Por nuestra edad (La mía, casi 40) Y nuestros trabajos se hace difícil pensar en un cuarto. (Y porque no me cabe en el coche!! Mira que hago el esfuerzo si alguien me regala uno de 7 plazas!!)
Y es ahora cuando veo lejano el tiempo de mi primer bebé, y observo las fotos con melancolía, pero siento que pasó más despacio, ha volado la primera infancia de Princesa, al doble de velocidad, ha pasado como un suspiro, sin darnos cuenta.
Siendo la segunda apenas hemos parado tranquilos a mirarla, y hace ya mucho que dejó de ser mi bebé regordete y ahora es una niña preciosa que me sorprende cada día, la del medio.
Tal vez por eso valiente, especial. Única.

Y llegó el tercero como un huracán, aprendiendo de los otros, sin los miedos, temores ni prisas de la primera maternidad. Los segundos hijos crecen demasiado rápido. Tal vez por eso los terceros los sentimos por más tiempo bebés.
Hasta que un día te das cuenta de que ese bebé es independiente, fuerte, que decide por si mismo y te asombras por no haber querido ver como pasaba el tiempo.
Te asombras cuando quiere caminar sólo por la calle, cuando ya no quiere mochila, y reclama su espacio en el mundo.

Y es que sólo quiero que siga siendo mi bebé un poco más.
Que no se escurra entre mis brazos como antes hicieron los otros. No tan pronto.
Esta madre moñas necesita tiempo para despedirse. Sus caras de asombro descubriendo la vida son el fin un ciclo.
Los últimos ojos de sorpresa colonizando el mundo.

Lo se, es lo que toca, y es maravilloso, y su crecimiento es nuestra meta, nuestra medalla, pero se hace difícil decir adiós.
Adiós bebe.
Tiempo de despedidas, despedirse del reflejo en el espejo de esa tripa llena de vida. Ya no albergaré mas corazones.
Ya no asistiré como protagonista al milagro de la vida.
Ya no habrá más ropitas diminutas de las que hueles mientras vas doblando.
No habrá más cajas de pijamitas de perlé.
No habrá más pañales talla 0.
Vamos quitando de en medio esos juguetes blanditos, ya desapareció el capazo del coche...
Y Pocoyó hace mucho que quedó relegado a la estantería, ahora mandan los superhéroes, y las princesas de pelos imposibles.

No enseñaré a ningún otro esas canciones infantiles, se acabarán los juegos en el suelo con mamá.
El espejo del ascensor ya no será mágico, ni reflejará lenguas y risas descubriendo al niño del otro lado.
Ya nadie reirá jugando al "cucú tras". Ni tendré fuerza en las piernas para hacer el caballito.
Llegará un día en el que nadie se duerma prendido a mi pecho.
Y las camisetas de lactancia serán sólo un recuerdo.

Hace seis años ya que estrené mi maternidad, y ha pasado toda una vida, en realidad tres, complejas e inmensas cada una de ellas, diferentes y maravillosas todas.
Y llega la hora de mirar hacia el futuro, soltar brazos que sostengan y dar manos que acompañen.
Ha pasado volando, han cambiado los miedos, que no desaparecidos, cambiados por otros distintos.
Hemos crecido como familia y como personas, y cada día nos crecen a su paso un poco más.
Nos enseñan, y nos llevan al comienzo del camino, el suyo, que marca nuestras vidas.

Será la última vez que me enamore viendo a un bebé descubrir con cara de felicidad el botón del lavavajillas.
Será la última vez que ría con esa vocecilla repitiendo palabras.
No besaré muchas más veces esos dedillos regordetes cuando le vista, y es que el tercero también crecerá como hicieron los oros dos, y se vestirá solo, y ya no me llamará para acompañarle en cada paso.
Ya no me perseguirá nadie balbuceando mamá, ni pedirá brazos con carita de pucheros.
Ya no tendré que llenar bañeras de barcos y bolas, y será el último al que enseñe a lavarse las manos y los dientes.
Sus primeros pasitos han sido los últimos.
Sus primeros pedaleos pondrán fin a una época.

Dormiremos del tirón dentro de poco tiempo, pero creo que nunca pasaran los años suficientes para que olvide esos abrazos de madrugada, esas pequeñas manos reclamando.
Esa necesidad, ese calor.
Volverá nuestra cama a ser de dos. Y de la mesilla desaparecerán los cuentos infantiles.

Ya van desapareciendo los cubiertos de plástico de colores del cajón, ya no quieren usarlos, son de bebés.
Llegará un día en el que ya no necesitemos la escoba tras cada comida, ni un paquete de toallitas, ni la ropa limpia tras cada yogur
Ya no nos llamará nadie para coger bebida de la nevera, ni galletas del mueble, va llegando la autonomía y la independencia.
Llegarán a todas partes.

Y parece ayer cuando los sostuve por primera vez en brazos.
Y parece ayer, cuando eran diminutos y viajaban por el mundo atados a mi pecho por un fular.
Han crecido, crecen, demasiado rápido.

Tiempo de adioses y de bienvenidas.
Hoy quiero disfrutar de la última vez de algo, y abrazar la primera vez de todo.
El fin del reino de los bebés, bienvenidos al reinado de los niños.
Que no pare el tiempo, sólo que marche más despacio...

Adiós bebé.

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