¡Llegó la hora de la partida!, y pensaba ponerme triste, ¿pero como ponerme triste habiendo vivido una experiencia tan fabulosa en este paraíso?.Triste quizás, por dejar atrás familia y amigos que durante los casi seis años de mi estancia me han hecho sentirme en casa, en mi segunda casa y de los cuales disfrutaré estos últimos diez días que me quedan en el paraíso. Pero a los que nos gustan los cambios drásticos periódicamente, vivir nuevas experiencias nos apasiona y nos hace sentir vivos, aunque asustados de volver a empezar. Pura adrenalina para seguir viviendo.
Siempre podré decir que soy orgullosamente paltense, a pesar de no haber nacido aquí, de querer este terruño como propio porque así lo siento, pues he disfrutado con sus beneficios y he sufrido con sus injusticias, puntualmente plasmadas en este humilde blog que tantas alegrías me ha dado y me las sigue proporcionando.A propósito de esto último tengo que deciros que esta pequeña ventana al mundo desde Catacocha no se cierra, seguiré aportando pequeños artículos regularmente, pues el material que me llevo es abundante y aún quedan muchos temas de los cuales escribir para que se conozcan en lugares donde nunca se oye hablar del idílico y rural sur ecuatoriano, tan desconocido y olvidado que es una asignatura pendiente que me queda. Contribuir a promocionarlo, en la medida de mis posibilidades, para que algún día sea destino turístico y así mejore la calidad de vida de la zona.
Enumerar los motivos de porque me siento un privilegiado sería tan largo que necesitaría veinte post como este, pero no puedo obviar el señalar que he experimentado el vivir en una primavera eterna respecto al clima, tan benefactor que rejuvenece. He paseado y disfrutado divisar los abrumadores paisajes del valle de Casanga desde El Shiriculapo una y otra vez, he pateado los mas simbólicos cerros del cantón (Pisaca, Cango, Huachaurco, Pan de azucar, Pila-Pila, Padre Urco, Guanchuro...) desde una perspectiva histórica que me ha fascinado, recorriendolos por los antiguos caminos de herradura, varios de ellos conectados a la Ruta del Camino Inca en su parte transversal hacia la costa. he vivido la cosmología andina de sus gentes, tan hospitalarias que merecen un reconocimiento por mi parte, he saboreado la gran variedad de gastronomía tan diferente a la que estaba acostumbrado que sería injusto nombrar sólo una de las delicias.
He sentido esa paz reflexiva rodeado de puro arte en la Iglesia de Lourdes, donde he pasado muchas mañanas poniendo mis pensamientos en orden mientras disfrutaba de una colección pictórica digna de admirar. He visitado hasta la saciedad una de mis grandes pasiones históricas, los petroglifos de Yamana me dejaron boquiabierto una y otra vez. La "Piedra del Sol" en Santo Domingo de Guzmán me la llevo tatuada en el alma.
Me ha despertado el "chilalo" a las 6 de la mañana infinidad de veces, He comido fritada a la orilla del río en Lucarqui, me he empapado de agua y espuma hasta decir basta en los carnavales de Los Chorros del Almendral, he quemado al "Año Viejo" el último día de la año, he tomado caldo de zorrillo para mejorar el estado de mi piel y he contribuido a la creación, junto con mi compañero Franco Valle, del mejor restaurante que jamás ha habido en la ciudad, Parrilladas eMe fue reconocido con la distinción de Sabor Ecuador, el cual lleva cuatro años funcionando ininterrumpidamente. Hasta me ha dado tiempo a tener un ahijado que me ha hecho volver a estudiar para ayudarle en el deber escolar diario y que cree que se va a librar de mandarle algún "pescozón" si se me tuerce en los estudios.
He vivido el florecimiento de los guayacanes en Zapotillo, una experiencia inolvidable que jamás se me borrará de la retina. He volado desde el nuevo aeropuerto de Catamayo. He visto una de las mayores colecciones de madera petrificada del mundo en el bosque de Puyango. He vivido y probado en directo la confección de los afamados quesos de Gonzanamá. He convivido con las tradiciones de la ancestral cultura Saraguro. Y he caminado la castellana ciudad de Loja mil y una veces... ¡No creo que pueda pedir mas!.
Desde luego el balance es mucho mas positivo que negativo, la experiencia vivida no tiene parangón con ninguna otra, a pesar de haber recorrido infinidad de lugares en los cada vez mas necesarios viajes que intento realizar para mantener mi mente abierta y tolerante.
El problema de vivir en un lugar que te gusta tanto, pero donde no naciste, es que el corazón ya queda resquebrajado para siempre, estar plenamente feliz será difícil pues no podré estar en dos lugares a la vez, aunque mi interior me dice que volveré algún día para pasar largas temporadas, pero no será igual. Siempre podré decir que yo viví aquí, y que pertenezco a este lugar.
Adiós Catacocha, adiós Paltas, adiós Loja, adiós mi Ecuador... Me voy alegre. Nos volveremos a ver.
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