Si hay algún dios, ayatola u otro sucedáneo que en su nombre apruebe el balazo en la cabeza de un hijo a su madre le deseo que su cielo, paraíso o similar sea el mejor y más eterno infierno, conocido o no. Como el que ellos construyen. Esto es lo que hizo días atrás un tipo de 20 años, miembro de la organización radical EI. Ejecutó públicamente a su madre, de 45, en la ciudad siria de Raqqa. Primero la delató porque ella le pidió que abandonara el grupo. Temía por la vida del hijo. A sus oídos llegó la noticia de que una alianza militar encabezada por Estados Unidos eliminaría el grupo e intentó convencerlo de que abandonaran juntos la ciudad. El joven recibió la orden de matarla por este motivo y así lo hizo, no sé si a sangre fría, caliente o sin sangre; desde luego con cero corazón. Murió por amor, a manos del Odio.
En octubre de 2014 una adolescente danesa de 15 años y su novio, un iraquí de 29, apuñalaron con un cuchillo de cocina al menos 20 veces a la madre de aquella, hasta la muerte, después de ver videos de decapitaciones de rehenes a manos de militantes del Estado Islámico ¿Por qué o quién lucha un individuo que hace esto? ¿Qué causa se puede defender? La locura, se me ocurre, no hay más. Ya lo he dicho otras veces, falta una ONG llamada Psiquiatras Sin Fronteras, hay trabajo a destajo. Pero esta enfermedad la vamos a arreglar con Espirales de Violencia que es el medicamento más vendido para otros cánceres de la humanidad.
No sé si será el puñetero cambio climático pero se me está congelando el alma. A mí me piden que sonría, que la vida es bella, creo que lo que pretenden es un contagio sin cura pero cuando lo intento me sale una mueca. Ahora bien, si hay que formar un ejército de payasos para combatir la crisis de tristeza ya mismo me apunto. Cada vez me gustan menos los ojos que veo y que me miran, ojos que buscan y no encuentran. Se ha marchado la cordura. Ha sacado un billete de ida, no le quedaba mucho dinero, todo se lo gastó en Oportunidades, pero ni caso.