La memoria del leonés errante sigue presente, como el temor que inspira lo que pueda desarreglar desde el Consejo de Estado, o donde esté, que tanto da. En Somosaguas viven los socialistas de Visa platino y traje de Armani solidario con cuatrocientos euros de ayuda a parados de larga duración y SICAVs para que los privilegiados no dejen de serlo. Si lo nombrasen presidente de su comunidad de vecinos, terminaría por convertirlo en Villacajón este Midas a la inversa, o como sea. Algo tiene de bueno: Zapatero no es mal parecido; en sus discursos puede uno bostezar entre dos palabras cuidadosamente elegidas para decir menos de lo que sabe, que es poco; pero D. José Luis el del talante, tiene planta y eso también da votos. No le sucede lo mismo al capitán descamisado del Costa Concordia, que se bajó a tierra antes de tiempo porque la solidaridad bien entendida empieza con uno mismo y no le vamos a enseñar los quehaceres de un marinero profesional. El Sr. Schettino cobraba por hacerse una foto a su lado, si es que alguien pretendía conservar el recuerdo de un deslustrado capitán, mientras Zapatero repartía rosas, besos y fotografías con diligencia y frialdad calculada. El expresidente no estaba en el puente, pero perfectamente podía haber formado parte del pasaje, porque resultó gafe con todo y para todos: Apostó por Segolene Royal y crucificó a Merkel; prometió el pleno empleo y tampoco es de la cuerda de Sarkozy. Calificó de antipatriota a quien hablase de crisis y nos ha tenido al borde del rescate, mientras decía que empezábamos a salir de esta situación; largo y tortuoso comienzo que lleva barba y tiene pinta de gallego. Schettino se va a la cárcel por su irresponsabilidad, pero otros se han ido de rositas; así es la política.
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