Hemos tratado en ocasiones precedentes el tema de la respiración, en relación con el metabolismo energético (1) y con la oxigenación de los tejidos (2). Aunque es un tema ampliamente abordado en muchos recursos escritos y audiovisuales nos hacemos eco de un reciente artículo publicado en The New England Jorunal of Medicine (3) para recordar los distintos modos de administración de oxígeno extra.
La oxigenoterapia es fundamental en el tratamiento de la hipoxemia. En este caso, como en el artículo mencionado, nos ceñiremos a las modalidades no mecánicas, es decir, a las que suponen la adición de un flujo de oxígeno (O2) siendo el paciente el que respira sin ayuda de un dispositivo de ventilación.
Las causa de la hipoxemia pueden ser infección pulmonar, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, insuficiencia cardiaca, embolismo pulmonar o choque. La disminución de O2 supone la alteración de la vía de obtención de energía, lo que condiciona todas las funciones vitales. Es, por tanto, imprescindible restaurar el aporte de O2 en el paciente.
Comenzaremos con la CÁNULA NASAL, un tubo de material plástico flexible conectado a un fuente de O2 que introduce el mismo a través de las fosas nasales. Tiene la ventaja de que el paciente puede hablar, comer y beber con facilidad. El O2 se mezcla con el aire ambiente. Dado de que este tiene de por sí una concentración del 21% de O2, la mezcla resultante aumenta el porcentaje, estimándose en una 4% por cada litro de aporte. Así, si el flujo de O2 es 1 litro por minuto, el paciente inhala 24% de O2 (lo que se llama Fracción Inspiratoria de O2 o FiO2). Sin embargo, un aumento del volumen minuto diluye el O2 suministrado y baja esa proporción, no siendo posible conocer con exactitud la cantidad de O2 inhalado. Además, flujos mayores de 6 litros por minuto (lpm) resultan incómodos para el paciente y resecan las fosas nasales, pudiendo producir epistaxis. Desde el punto de vista práctico se puede alargar el “cable” con conectores que posibilitan que el paciente se desplace por la habitación, la planta hospitalaria o el domicilio mientras se mantiene la oxigenoterapia.
Si las necesidades de O2 aumentan se puede recurrir a la MASCARILLA FACIAL. El paciente, recordemos, respira espontáneamente. La FiO2 depende del flujo. En general, entre 5 y 10 lpm consiguen una FiO2 de 35% a 60%, por lo que puede ser mayor que con la cánula. En su contra, precisan un buen ajuste y pueden ser incómodas para el paciente, interfiriendo en comunicación y alimentación. Tienen orificios a los lados para permitir la mezcla con el aire ambiental y la exhalación de dióxido de carbono (CO2), que si no es adecuada puede llevar a su reinhalación.
La MASCARILLA CON RESERVORIO incorpora a la mascarilla ”convencional” una bolsa conectada al cable del O2 que tiene un válvula unidireccional que sólo se abre durante la inspiración del paciente. Esto hace que en la bolsa el gas sea un 100% de O2. Cuando el paciente inhala la mezcla contiene entre un 60% y un 90% de O2. En la espiración el aire puede salir por una o dos válvulas de la mascarilla, limitando así la reinhalación de CO2.
El aporte de O2 es esencial en este dispositivo, ya que si el flujo no es adecuado el paciente no puede respirar aire procedente del medio debido al cierre de las válvulas en inspiración. El flujo oscila entre 10 y 15 lpm. La bolsa, con una capacidad de unos 700 centímetros cúbicos, no debe “vaciarse” durante la respiración pues indicaría un flujo insuficiente.
La MASCARILLA VENTURI aprovecha el efecto del mismo nombre. Según este, al pasar el flujo de gas por un estrechamiento del conducto por el que circula la velocidad de salida del mismo es mayor y la presión menor. Esto permite, a través de unos orificios en el dispositivo “venturi” fijado a la mascarilla, la mezcla con el aire ambiente, resultante una mezcla con una FiO2 precisa y conocida, entre un 24% y un 50%, independientemente de la ventilación del paciente. Según la FiO2 deseada se administra un flujo determinado. Existen dispositivos de distintos colores para diferentes FiO2 o dispositivos únicos que se manipulan con el mismo objetivo.
Finalmente, las CÁNULAS NASALES DE ALTO FLUJO (GNAF o gafas nasales de alto flujo) son, como las primeras, unas pequeñas tubuladuras que se introducen en las fosas nasales, con un conducto de mayor calibre que las conecta a la fuente de O2. Proporcionan un flujo de hasta 40 lpm, que es necesario humedecer y calentar a 37ºC en un dispositivo interpuesto con la fuente de O2 para no dañar la mucosa nasal. Generan una presión positiva, por lo que pueden prevenir atelectasias y aumentar la capacidad residual funcional. LA FiO2 lograda con este dispositivo puede llegar al 100%. Las GNAF pueden prevenir la intubación orotraqueal (IOT) y la ventilación mecánica (VM).
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Referencias:
1. González-García, JA. Energía, en Fisioterapia, 20 de diciembre de 2019. Acceso 29/7/2021 en http://www.madrimasd.org/blogs/fisioterapia/2019/12/20/energia/
2. González-García, JA. Estoy saturado, necesito oxigenarme, en Fisioterapia, 13 de abril de 2020. Acceso 21/7/21 en http://www.madrimasd.org/blogs/fisioterapia/2020/04/13/estoy-saturado-necesito-oxigenarme/
3. Rengasamy S, Nassef B, Bilotta F, Pugliese F, Nozari A, Ortega R. Administration of Supplemental Oxygen. N Engl J Med. 2021 Jul 15;385(3):e9. doi: 10.1056/NEJMvcm2035240. PMID: 34260838.