En retrospectiva, me doy cuenta de que hacía muchas cosas para ser como los otros chicos, jugaba al fútbol, iba al bosque con los otros, hablaba sobre lo "buena" que estaba tal o cual chica, pero la verdad no me era nada cómodo, así que de a poco me fui aislando, al principio daba escusas pero con el tiempo pasé a decir que no tenía ganas de salir, muchas veces trataban de sacarme a la fuerza, pero luego no había modo de que me obligaran.
Y no es que no quisiera ir, pero, cómo decirlo, en mis fantasías yo llegaba a esas fiestas a las que me invitaban luciendo un precioso vestido, cabello largo y tacones, y bailaba hasta que se me cayera el esqueleto. Donde yo hubiera era hecho eso mi mamá se moría, bueno primero me mataba y luego se moría.
No voy a decir que fue una mala adolescencia porque no lo fue, solo fue solitaria. Digamos que no tenía con quien desahogarme, mis primos siguieron el camino normal , por lo que ya no pude seguir con ellos, mis hermanas tenían problemas propios, mi mamá estaba siempre muy cansada por los dos trabajos que tenía para mantener la casa, además de que ella solía recordarme continuamente la clase de hombre que debía ser(tener un buen trabajo, una buena esposa y que le diera un nieto barón), así que creo que esa conversación no hubiera terminado bien, y mi papá... tampoco podía contar con él, tampoco quería contar con él.
Los momentos en los que realmente me sentía bien eran cuando lograba quedarme a solas, aquellos momentos en los que podía ser yo misma. A solas en mi casa tomándome mi tiempo para escoger entre la ropa de mis hermanas y de mi mamá lo que me pondría . Era mucho más el tiempo que me tardaba seleccionado los conjuntos, en decir que se vería mejor en mi, que lo que tardaba en vestirme, creo que tardaba escogiendo algo más de una hora, llevaba la ropa puesta como quince minutos o menos, y pasaba otra media hora arreglándolo todo para que no se diera cuenta de mi invasión a sus roperos .
Fue un gusto que duró poco, ya que el señor testosterona entró en acción, de a poco aquellas ropas tan bonitas me fueron quedando pequeñas, primero los zapatos y luego, con el tiempo, no entraba en ningún vestido, cosa que solo aumentó mi desánimo. La última vez que me puse un vestido fue de los días más tristes que recuerdo, la horrible imagen en el espejo...