Revista Opinión

Adolf Hitler, el multimillonario

Publicado el 05 octubre 2014 por Miguel García Vega @in_albis68

hitler despachoCuando se suicida el 30 de abril de 1945,  Adolf Hitler ya se ha convertido, por méritos propios, en uno de los mayores criminales de la Historia. Es el responsable (tal vez el mayor, pero no el único, estuvo bien asesorado) del asesinato de millones de personas y del sufrimiento de otras tantas.  Había arrasado buena parte de Europa, incluyendo su propio país.

Ante eso lo demás es secundario, por supuesto. Pero creo que no está de más recordar que los nazis, con su jefe a la cabeza, además de asesinos fueron unos ladrones. Durante años la propaganda nazi cultivó el mito de Hitler austero y abnegado al que no le interesaba el dinero ni las cosas materiales. Él todo lo hacía por su patria, el resto era secundario. Y ese retrato fabricado por Goebbels y compañía incluso caló en sus enemigos: un líder loco con un ideario perverso al que solo le interesaba el poder, pero no el dinero.

Pues a sus 56 años, cuando se pega un tiro  en el búnker incapaz de enfrentarse al resultado de su obra, Hitler era multimillonario, con una fortuna estimada en unos 700 millones de marcos, cuando el salario medio era de 1.500. Amasó una fortuna que la agencia tributaria alemana, por cierto, ni olió.

Los datos principales de todo esto los he sacado de una de mis lecturas estivales, “Secretos del Tercer Reich”, de Guido Knopp. El autor es un periodista alemán de dilatada experiencia en prensa y televisión, especializado en esa etapa de la historia de su país. Les recomiendo que lo lean entero pero si no tienen tiempo aquí les explicaré una parte de esos secretos: derechos de autor sobre su libro, de imagen sobre sus fotografías, donaciones de empresarios, primero delito fiscal y después exenciones fiscales ad hoc y un impuesto por su cara bonita, así a grandes rasgos.

Cuando el joven Adolf llega a Alemania desde Austria quiere ser artista. Pero entre que no era bueno y su actitud  más bien indolente respecto al trabajo, la cosa no fue boyante. Ahí no me meto, allá cada cual, la vida bohemia tiene sus ventajas y sus servidumbres. Lo malo es que luego eso le sirvió para exagerar ese pasado de privaciones y presentarse como alguien del pueblo prácticamente obligado a vivir en la pobreza por culpa de, sí lo han adivinado, los judíos. Lo que no solía recordar en sus mítines era la pequeña herencia de la que vivía y algunos sablazos que completaban sus ingresos en aquella dura época de largos paseos, sueños y visitas a la ópera, sus actividades principales.

Un buen trabajo

Pero tras la Primera Guerra Mundial descubre un trabajo en el que es verdaderamente bueno y que no le supone mucho esfuerzo: la propaganda. Otros también lo ven y empiezan a patrocinarle para que extienda sus teorías ultranacionalistas, racistas y antimarxistas.  Los sablazos son ahora de más enjundia y los salones de gente bien, lo consideran una buena arma contra los comunistas. El dinero era para su pequeño partido (desde 1920, Partido Nacionalsolcialista Obrero Alemán, NASDP en su siglas en alemán) pero era él quien gestionaba esos sobres sin control de nadie más. Algo muy poco alemán para un partido nacionalista, si me permiten.

Hitler junto al matrimonio Bechtein, uno de sus primeros donantes

Hitler junto al matrimonio Bechtein, uno de sus primeros donantes

En 1921, y gracias a especular con la galopante inflación que tan ruidosamente censuraba en sus discursos, se hizo con la editorial que publicaba el diario del partido, el Völkisher Beobachter. Un periódico deficitario durante años que recibía inyecciones del partido.

En 1923 tiene lugar el Putsch de Munich, un intento de golpe de estado fallido que da con los huesos de Hitler en la cárcel por un tiempo. Allí escribe Mein Kampf, un libro donde expresa su ideario político y cuyos derechos de autor serán otra de las fuentes de su riqueza. Al principio no se come una rosca con el libro, algo comprensible: por experiencia les digo que desde el principio es tal peñazo que es imposible llegar a las partes de indignarte. Pero claro, tras su llegada al poder en 1933 la venta de libros se disparó, aunque apostaría que no su lectura. Desde el citado año hasta 1945 se vendieron más de 10 millones de ejemplares. También ayudó que fuera obligatorio en las escuelas y que los ayuntamientos los regalaran a los recién casados.

Todo por la patria, nada para Hacienda

Desde 1928 tenía un mercedes con chófer a cargo del partido y una casita de campo a nombre de su hermana. Todo por Alemania, pero no por el fisco, ya se sabe cómo funcionan esas cosas. También alquilaba una vivienda en la zona noble de Múnich. Empresarios como Fritz Thyssen o Henry Ford, antisemita militante, le echaban una mano al bueno de Adolf con los gastos.

Hitler visita una fábrica de Gustav Thyssen (al fondo de la imagen).

Hitler visita una fábrica de Gustav Thyssen (en segundo plano, en el centro de la imagen).

Así que cuando en 1933 llega a la Cancillería, Hitler ya es un hombre con cierta fortuna, aunque una vez en el poder ésta se dispara, incluso mas de lo normal. La confusión entre Hitler, el partido nazi y el Estado es muy lucrativa para los nuevos gobernantes, con su líder a la cabeza. Por Alemania, claro. Tal vez por eso el Führer puede permitirse un golpe de efecto: renunciar a su sueldo de canciller. La propaganda nazi se encargó de exaltar el gesto. No así el hecho de que tal decisión fue revocada un año después, cuando recuperó su salario de canciller y sumó el de Jefe del Estado, al morir Hindemburg. De eso la prensa no habló. A veces pasa.

Tampoco habló de sus problemillas con la Hacienda alemana, ya que desde hacía años Hitler no encontraba el momento de pagar sus impuestos, una deuda considerable. Cuando en la delegación de Múnich salta la liebre –menudo marrón para el funcionario– primero se hace el silencio en el entorno del Führer. Después interviene el secretario de Estado de Hacienda, Fritz Reinhardt, nombrado aquel mismo año personalmente por Hitler, que, en un alarde de profesionalismo reduce la deuda a la mitad, lo que la dejaba solo en unos 700.000 marcos.

Hinderburg encarga a Hitler la formación de un gobierno

Hinderburg encarga a Hitler la formación de un gobierno

Pero Adolf sigue resistiéndose a pagar, mira por donde. Así que Reinhardt da un paso más y aprieta al presidente de la Agencia Tributaria de Múnich, un tal Ludwing Mirre, para que resuelva el tema de manera satisfactoria para todos. Y Mirre lo consigue. Por un lado hace saber a su delegación que Hitler, por la posición que ocupa “queda eximido de tributar” y que sus deudas anteriores quedaban liquidadas. Por otro lado, Mirre fue nombrado en 1935 presidente del Tribunal de Finanzas del Reich y, además, recibió hasta 1945 un sobresueldo de 2.000 marcos mensuales. Libres de impuestos, por supuesto.

Agradecimiento de la industria

Con su llegada al poder absoluto, con un gobierno que ahora podríamos llamar business friendly, los grandes empresarios quisieron agradecer al nuevo Führer sus desvelos por Alemania, entre ellos la destrucción de los sindicatos y cualquier oposición política y la congelación de sueldos. De esta manera, a iniciativa de Gustav Krupp se puso en marcha la “donación de la economía alemana para Adolf Hitler”. Desde el 1 de junio de 1933 algunos empresarios pagaron trimestralmente un importe equivalente al 0.5% de sus costes salariales. Al principio fue voluntaria pero en los siguientes años fue haciéndose obligatoria, que siempre hay gente que no pilla las indirectas. El dinero iba a un fondo privado del que Hitler podía disponer a su antojo.

Como entre bomberos no se pisan la manguera, el donativo desgravaba y a la vez el dictador no pagaba impuestos por él. Con lo que ni siquiera necesitaba llevárselo a Suiza, por si le iba mal eso de la política en lo que se había metido. Desgraciadamente para Europa le fue bien durante demasiado tiempo.

Residencia del Berghof, una casa de 100 millones de marcos de al época

Residencia del Berghof, una casa de 100 millones de marcos de al época

Lujo y ostentación

Con todo ese dinero, más los derechos de imagen que cobraba por los sellos, más todo lo anterior, no es raro que amasara unos 700 millones de marcos. Se monta una impresionante residencia, el Berghof, en una finca de 10 kms cuadrados con todo tipo de lujos. Las obras costaron unos 100 millones de marcos, que salieron del donativo empresarial. O sea, que literalmente los grandes empresarios alemanes le pusieron un piso. Como se hacía aquí antes con las cupletistas, solo que a los germanos o se les fue un poco la mano o consideraron que era una muy buena cupletista. 

hitler sofa
Aparte, se dedicó a comprar arte a diestro y, sobre todo, siniestro, teniendo en cuenta la posición en la que se encontraban la mayoría de vendedores (muchos judíos) tanto en Alemania como en los países ocupados. Además se gastó otra fortuna en la construcción de un “museo del Führer” en su querida Linz. En fin, un nuevo multimillonario dedicándose a construir cosas mientras destrozaba otras.

A pesar de todo esto, todavía hay gente que cree la propaganda de un Hitler asceta. El tipo de líder al que, para bien o para mal, solo le interesa su proyecto o incluso su ambición de poder, pero no el dinero. Esa gente es la que suele hacer ricos a esos líderes, sin enterarse.

Y repito, enlazando con el principio: el enriquecimiento ilícito no fue el mayor delito de Hitler, pero no por ello invalida la enseñanza que puede desprenderse de un hecho ya irremediable. Y tampoco fue obra de una sola persona, para ello se necesitaron cómplices. Muchos. Creo que siempre es bueno recordarlo.

N.B.

El autor reconoce que cualquier parecido de esta historia con la realidad de regímenes democráticos actuales no es pura coincidencia. Dicho esto, también quiere aclarar que este post no es un intento de perpetrar la odiosa reductio ad Hitlerum. Las semejanzas acaban en una manera de entender la política y usar las convicciones y sentimientos de la gente para su provecho particular.

Pero de ahí a comparar las ideas y actos criminales de Hitler y los nazis con otros va un abismo y es un insulto gratuito tanto a esas personas como, sobre todo, a las verdaderas víctimas del nazismo, que merecen el mayor respeto.


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