Quien vea las imágenes de los “Rallies de Nuremberg”, como se llamaban los congresos del Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei, NSDAP, el Partido Nacional Socialista Alemán, desde 1923 hasta 1939, comprobará cómo crecía anualmente la asistencia de los llamados a protestar contra los Aliados, que los habían humillado en la guerra de 1914.
Es algo similar a lo que querrían los independentistas catalanes que ocurriera tras su última eclosión, aunque su gigantismo es más bien enanismo: podría asegurarse que el 9N fueron a votar absolutamente todos los independentistas, y que no superaron los 1,8 millones de los 6,22 millones de catalanes llamados angustiosamente a cartonearse.
Incluso las grandes fiestas sindicales y referendos de Franco eran más alegres y convincentes para sus seguidores que estas ceremonias de la Generalidad, justificativas de lamentos y quejas contra los Aliados, que son los demás españoles.
En Nuremberg Adolf llegó a reunir a cuatro millones de nacionalistas, entre medio y un millón en una plaza, mientras cuarenta de los 62 millones de alemanes vibraban entusiasmados oyendo sus discursos por radio.
El congreso de 1939 se llamó “Rally de la Paz” y se celebró el 1 de septiembre tras la anexión de Austria y el mismo día de la invasión de Polonia, lo que hace recordar la reclamación nacionalcatalanista, también en nombre de la paz, de Valencia, Baleares, el Rosellón, parte de Aragón…, y creciendo.
Lavados de cerebro: en algunas visitas de Franco a Barcelona un millón y medio de personas brazo en alto lo vitoreaban, y mire cómo votan ahora independencia.
Alguien más dotado para la comunicación y para poner a razonar cerebros que Mariano Rajoy podría explicar convincentemente que Cataluña es como un órgano inextirpable, como hígado, pulmones o cabeza, de un cuerpo humano llamado España.
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SALAS