Era Adrián ministro del emperador en la provincia de Bitinia y como los demás funcionarios, era pagano y adoraba a los dioses. Desatada la persecución de Maximiano, vio padecer el martirio a lo menos 23 mártires, que fueron mutilados cortándoles las lenguas. Se asombró Adrián de la paciencia y más aún, de la alegría de los cristianos al sufrir por Cristo, que no pudo menos que interesarse, y les preguntó: "Por el Dios que adoráis y por quien padecéis semejantes tormentos, os pido me digáis con toda verdad, ¿cuál es el premio que esperáis por padecerlos?" Y los cristianos, por misericordia de Dios, hablaron aún con las lenguas cortadas: "Lo que esperamos de premio es tanto, que ni lo vieron ojos, ni lo oyeron oídos, ni pudo caber en corazón humano; porque es un bien inefable que tiene Dios guardado para sus amigos". (Cf. 1 Cor 2, 9).
Apenas oyó esto Adrián, dijo al escribano del proceso: "Escribe mi nombre con los demás, porque quiero ser cristiano como ellos". Al saberlo el emperador le intentó convencer de su "locura" y como no pudo, le mandó encadenar y meter en la prisión. Allí fue a verlo su mujer Santa Natalia, (4 de marzo, 26 de agosto; 8 de septiembre, traslación, y 10 de diciembre) que era cristiana, aunque en lo escondido y catecúmena aún. Estaba la mujer muy contenta por la conversión de Adrián, le consoló, curó sus heridas y, besando sus cadenas, pidió recibiera la instrucción de los otros cristianos presos. Adrián no quiso que su esposa padeciera, por lo que le dijo: "Ve a casa, hermana mía, que llegando el tiempo de mi juicio, te avisaré para que te halles presente y veas mi fin". Como los demás cristianos, Adrián fue condenado a muerte, por lo que pidió, y obtuvo la gracia de despedirse de Natalia. Cuando ella lo vio aparecer en casa, pensó había sido liberado por su apostasía de la fe cristiana y se negó a recibirlo. Adrián le sacó de su error diciéndole: "Ábreme, hermana mía Natalia, que no vengo huyendo de la muerte, como tú piensas, sino a llamarte para que te halles presente a mi martirio, como te lo prometí". Entonces le abrió y con gran felicidad se abrazaron, y juntos volvieron a la prisión.
Maximiano mandó llamar a su presencia a todos los presos cristianos, algunos de los cuales tenían llagas ulceradas y podridas a causa de los grilletes. Maximiano volvió a insistir a Adrián que apostatase, y como no lo lograba, le mandó desnudar y azotar cruelmente. Y tanto lo hicieron, que antes se cansaban de azotarle los verdugos, que Adrián de alabar a Cristo. El emperador, cansado ya de verle derramar sangre mandó le encadenaran y enviaran a la cárcel otra vez. Se vetó la entrada a las mujeres de los presos, por lo que Natalia se cortó el cabello y se vistió de hombre y atendía a Adrián, y lo mismo hicieron otras mujeres.
Martirio de San Adrián.
A los pocos días, Maximiano mandó les quebraran las piernas si no sacrificaban a los dioses. Al ir a este definitivo martirio, Natalia pidió al verdugo que Adrián fuera el primero en ser martirizado, pues temía que la visión de la muerte de los demás, le debilitara a él y a ella misma. Y aún más, ella misma puso amorosamente los pies de su esposo en el yunque sobre el cual le triturarían pies y manos a Adrián. El verdugo cortó los pies, y Natalia, dijo a Adrián: "siervo de Cristo, si aún vives, extiende tu mano hacia mí". Él extendió la mano, ella la tomó y al ser cortada, la mantuvo junto a si misma, escondiéndola en su vestido. Finalmente, los 24 mártires fueron quemados, aunque una fuerte lluvia impidió que los cuerpos fueran calcinados y varios verdugos resultaron muertos por un rayo. Esa noche, los cristianos tomaron los cuerpos y los llevaron a Constantinopla, donde las enterraron y dieron culto. La mano de San Adrián la conservó Natalia con gran amor, y a Constantinopla la llevó igualmente cuando huyó de Nicomedia a causa de los requerimientos de matrimonio de un tribuno. Depositó la mano de Adríán junto a las demás reliquias y vivió dedicada a su culto. Cuando murió en la paz del Señor, fue enterrada por los cristianos junto a su marido y los demás mártires.El martirio de San Adrián se señala a 4 de marzo, habiendo ocurrido sobre el año 300. La memoria de Natalia es a 26 de agosto, mientras que el 10 de diciembre aparece junto a Adrián, pero algunas iglesias orientales los conmemoran a ambos el 4 de marzo. El Martirologio Romano señala también a 8 de setiembre la traslación de las reliquias a la iglesia de San Adrián, en Roma, en la Curia Iulia. Esta iglesia fue edificada por el papa Honorio I en 630 y él mismo recibió las reliquias de Adrián y Natalia y aunque ha sufrido reformas, abandonos y más reformas, aún puede venerarse las santas reliquias.
Otra parte de las reliquias de San Adrián fueron donadas por Juan VIII al monasterio de San Pedro de Estonca. En el monasterio de San Claudio de León, se conservarían un brazo de Adrián y uno de Natalia. Por otro lado, reliquias suyas había (¿o hay?) en una antigua abadía, cerca de Oviedo, otras en Balneare, cerca de León y otras más Cellas, cerca de Lisboa. Un hueso de cada santo se venera en La Losilla, España, provenientes del monasterio benedictino que allí hubo, ubicándose la arqueta del siglo XII en el Art Institute de Chicago. La iglesia de Hainaut, Bélgica, dice tener los cuerpos enteros, donados ¡por familiares descendientes de Adrián! La mandíbula y parte de un brazo, estarían en Colonia, mientras que Praga tiene el cuerpo entero, menos un brazo (según dicen allí, es el que se quedó Natalia, pero esto fue solo una mano). En Gante tienen un cuerpo, una cabeza hay en Bolonia, un brazo en Lobbes, parte de un brazo en Floreffe, un diente en Flandes, algunos huesos en Agincourt, otros en Douai, y otros más en la catedral de Brujas y en la iglesia jesuita de Mecheln. Y, para completar, Enrique II, emperador de Alemania, afirmaba usar la espada que había sido de San Adrián.
A 8 de septiembre además se celebra a
Nuestra Señora de la Caridad.
San Sergio I, papa.