Vladimir Putin recuerda a Mussolini con su belicosidad, su histrionismo desnudista y teatrero, y sus sueños de que Rusia vuelva a los tiempos imperiales, igual que el dictador exsocialista italiano proponía reconstruir la Roma de los emperadores.
El presidente Vladimir Putin a través de su primer ministro, Dmitri Medvédev, y entre buenas palabras proponiendo fórmulas de paz para Siria, han advertido este fin de semana en la Cumbre de Munich de jefes de gobierno y ministros de defensa e interior, que la postura occidental en Siria y Ucrania puede provocar a nueva una guerra mundial.
Entendamos occidente como la OTAN, en la que están EE.UU., la mayoría de los países europeos miembros de la UE, y Turquía, que se propone entrar en la guerra de Siria.
Lo haría, anuncia, igual que Arabia Saudita, para combatir el terrorista Califato Islámico, el DAESH.
Qué raro: lo ha ayudado desde el inicio de la guerra siria en 2011 a través de su frontera, atacando además a sus víctimas, los kurdos, mientras que el país saudita, con su versión extremista del islán sunita, ha creado el fanatismo que llevó a la aparición de Al-Qaeda y de este DAESH.
Rusia, como Irán y las milicias chiíes de Hezbola, también terroristas, ayuda al dictador sirio Bashar al-Asad bombardeando a sus enemigos, sean del DAESH o los que occidente llama “luchadores libres” enemigos del régimen, mayoritariamente otros fanáticos.
Al menos una docena de diferentes sectas islámicas se atacan entre ellas y combaten a un Al-Asad que se ve vencedor gracias a Rusia, con la que occidente puede sufrir algún percance peligroso.
Dimitri Medvédev ha insistido en el peligro de otra guerra mundial, pase a los precarios acuerdos de paz recién alcanzados, y ya semirrotos.
Aunque sólo siga siendo una guerra local, ya sufrimos su terrorismo, cada día más amenazante.
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SALAS