Esta vez no es culpa del Gobierno que se arruine buena parte de la gran industria autóctona española, el turismo, sino de los alrededor de 13.000 trabajadores de AENA con sus huelgas anunciadas para los 22 principales días de tráfico aéreo de este año.
Amenazas de unos empleados públicos cuyo currículo mayoritario señala los peores vicios de esta sociedad: amiguismo, recomendación, pago de los partidos y los sindicatos a sus fieles.
Franco colocaba a los suyos en las empresas estatales. En democracia, los premiados por el dictador enchufan a sus hijos en los partidos políticos de toda ideología para que hereden sus canonjías.
Eso es AENA, Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea, entidad pública de Fomento fundada en 1991, que fundió organismos estructurados con el proteccionismo laboral franquista, típico de fascismos y comunismos, y unificó la administración del espacio aéreo español y todo lo concerniente a la aviación civil.
Los que ingresaron tras ganar honradamente su trabajo no son mayoría. Lo que eclosionó fue la hipertrofia de la recomendación, la herencia o creación de nuevos puestos para familiares y camaradas de los partidos y los sindicatos.
Así se formó esa gran familia endogámica y chantajista que va a echarle un pulso al Estado porque se niegan a que se privatice parcialmente su empresa.
Ahora, muchos de padres de familia en AENA no temen por sus trabajos, porque harán con ellos un ERE, sino por los que deberían heredar sus hijos.
Porque con la UE los cielos europeos se repartirán de distinta manera, la administración será más barata y sobrarán al menos un tercio de los empleos.
Por eso amenazan con arruinar España. Ese es el fondo real de la cadena de huelgas con que se coacciona, el desgraciado legado de tanta empresa pública.
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