Revista Psicología

Aeropuertos

Por Rms @roxymusic8
(Image source)

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Coger un vuelo a primera hora tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Para unos más para otros menos. Incluso están lo que no ven ningún inconveniente ni ninguna ventaja. Para gustos, colores. En mi caso he descubierto que no me importa mucho coger un vuelo sobre las 6 de la manaña si eso conlleva percatarse de pequeñas cosas como las que voy a tratar aquí.

Quizás uno de los trabajos donde los procesos cobran real importancia sea éste: el del aeropuerto. Cada una de las personas que conforman el equipo tienen un papel determinante que sin llevarlo a cabo pondría en tela de juicio a la compañía, empresa, y la reputación de ésta.

Cada uno en su sitio, vistiendo un uniforme impecable y mostrando una sonrisa y bienestar todo el tiempo (o en su mayoría, que somos humanos). Desde los que limpian el aeropuerto en toda su dimensión (que no es poca), pasando por los guardias de seguridad, la policía, el personal de la compañía aérea, los controladores aéreos, los encargados del mantenimiento del avión, los responsables del equipaje, hasta el piloto y las azafatas. Todos con su pequeña misión que realizar para hacer disfrutar de un gran viaje a nosotros, los pasajeros.

Todo proceso requiere de un responsable, de una tarea y de un tiempo. Desde que el avión está listo para pasar revisión hasta la entrada de los pasajeros en el mismo, hay un sinfín de procesos: mínimos, largos, pequeños o grandes; pero sin ellos sería imposible despegar las alas y llegar al destino de nuestros sueños (o véase, trabajo, reunión, vacaciones en familia).

Es en este tipo de trabajo donde un despiste o falta de atención en un momento determinado o instante, puede conllevar serias consecuencias. Es, por esto mismo, de admirar el gran trabajo que realizan las personas que trabajan en el aeropuerto: todo gira en torno a la persona, su experiencia de viaje y confort.

Pese a realizar un viaje largo por la escala que debía tomar, me pareció que todo había transcurrido en un abrir y cerrar de ojos. Y no fue porque durmiera durante el trayecto (tarea imposible para mí) sino por lo bien cuidada que me sentí. En ningún momento dudé por dónde debía encaminar mis pasos para encontrar el siguiente vuelo o la puerta de embarque. La chica de la compañíia aérea que se encargaba del check in del equipaje tuvo paciencia conmigo al tener que traspasar un kilo de la gigante maleta al equipaje de mano, y explicarme con total calma lo que debía hacer. Siempre con una sonrisa y tono amable.

Viajar solo no es una tragedia porque cuentas con personas profesionales a tu alrededor que sólo están ahí por y para ti. Así da gusto viajar.

 


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