Desde hace unos meses la prensa se ha hecho eco del enfrentamiento entre los sistemas convencionales de gestión de transporte por carretera y las nuevas tendencias como Uber, Blablacar o Amovens. Taxistas y empresas de autobuses se rasgan las vestiduras contra estos nuevos sistema de consumo de desplazamientos. Con un pensamiento tradicional, sobre la mesa podrían ponerse una serie de argumentos como el pago de impuestos y la regulación legal. Sin embargo, muchas de estas normativas no dejan de ser incongruencias en un sistema económico postindustrial del siglo XXI. Por ejemplo, no es comprensible el sistema de funcionamiento de taxis y el excesivo proteccionismo a la hora de autorizar licencias de funcionamiento.
Por otra parte, nos hallamos inmersos en una economía digital y esta es un verdad irrebatible. El podio del ránking de las 100 mayores empresas del mundo por capitalización bursátil no admite discusión: el rey geográfico es Estados Unidos y la tecnología es su sector soberano. 56 empresas del top 100 del planeta tienen bandera norteamericana y 16 (24 si se amplía el abanico a firmas de telecomunicaciones) llevan el sello tecnológico. El caso Apple o Amazon se puede comprender desde un punto de vista tradicional. Sin embargo, Google o Facebook escapan a esta perspectiva, pues su riqueza y su valor se fundamentan sobre una serie de pilares intangibles.
Así pues, teniendo en cuenta los pilares de la economía de la información y su importancia en sociedades modernas, es del todo incomprensible y no tiene cabida en una economía de libre mercado el mantenimiento de los privilegios del taxi, un sistema de hermandades con un complicado código de acceso (al igual que ocurre en otros campos, como la farmacia, los expendedores de tabaco). Sin embargo lo que nos trae hasta la reflexión en el día de hoy es el cambio conceptual de una economía industrial frente al la concepción social de una economía digital o del conocimiento. Mientras los taxistas se aferran a sus derechos cuasi medievales de obtención y transmisión de licencias de explotación del servicio, empresas jóvenes, innovadoras y con una clara proyección global están planeando el control de transporte urbano en ciudades como Dubái a través del uso de aerotaxis. Es decir, que mientras los pensamientos más tradicionales en Europa pretenden perpetuar aquello que no tiene sentido, sin importar los medios, Uber invierte y lucha por innovar en proyectos que a día de hoy solamente caben en la cabeza de los visionarios.
Taxistas sevillanos queman coches de Cabify ¿el fin justifica los medios?
alfonsovazquez.com ciberantropólogo