Revista Filosofía

Afectaciones totales

Por David Porcel
Hay conocimientos sensitivos, y los hay también suprasensitivos. El aroma del tomillo, el rojizo de las viñas en otoño, la rugosidad de una piel, ponen en juego alguno de nuestros sentidos, de ahí que su ejercicio se agote en cuanto la fuente de excitación cesa. No ocurre lo mismo con aquellos otros conocimientos, del orden de lo extraordinario, que ponen en juego todo lo que somos. En estos casos, la totalidad del ser se ve afectada y, por ello mismo, la reacción abarca cada una de las células y las veinticuatro horas del día. Como el fuego, una experiencia suprasensitiva transforma todas las cosas que encuentra a su paso y sólo su propio principio, algo así como un contrafuego, puede ponerle freno.
Afectaciones totales
Si bien extraordinaria, esta experiencia puede sobrevenir en cualquier momento: un enamoramiento de la infancia, un encuentro epifánico, una revelación eidética, un dolor irreparable... Pero, sea como se manifieste, una vez que el ser se ve afectado integralmente, no puede sino padecer los efectos de dicha afectación. En términos clínicos, el organismo pasa de estar enfermo a ser un organismo enfermo. Y quien es un enfermo es también un impedido. Afectado en su ser, no puede más que prestar atención al resultado de dicha afectación, quedando todo lo demás, el mundo y los otros, en un tercer plano. Incluso si, sumido en la desesperación, el paciente busca experiencias que deshagan el contenido suprasensitivo, éste siempre acaba imponiéndose a ellas. No, el orden de lo sensitivo no puede arrinconar lo suprasensitivo, precisamente, porque éste incluye lo sensible.
Reflexión del 11 de octubre

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