Zapatero no se mueve por planear y asentar el camino de la crisis y sus efectos, sino, como dijo Durán y Lérida, él sólo maniobra en afianzar su futuro y permanecer en la Moncloa; ahora, trata de poner en marcha las débiles reformas previstas, venderlas bien ante el público y lograr granjearse airosamente a los votantes y ganar las elecciones generales del 2012; para ello, ha encaramado a las alturas ministeriales al servil Rubalcaba, otorgándole una triple función cargada de un enorme poder, no ostentado nunca antes por nadie en esta andadura de la Democracia; es su ministro más astuto y el peor enemigo del PP, un mago de la manipulación y la agitación, es decir, de la propaganda y la comunicación.
Tiene cinco millones de trabajadores en el paro, que no encuentran empleo, un millón y medio de familias que a duras penas llegan a final de mes y uno de cada cinco españoles se encuentra en el umbral de la pobreza, y el hombrecete del talante perdido se dedica a vender, por dos platos de nuevas competencias y más desigualdad para los españoles, la aprobación de los presupuestos, a imprimir un fuerte viraje a su Gabinete y a asegurarse su estancia presidencial; su política muestra que eso es lo único que le interesa, no el bienestar de España, para ello ha nombrado su valido a Rubalcaba, y por ello, rompiendo la imagen de neutralidad en el funcionamiento de la Administración, se ha desecho de la vicepresidenta Fdez. de la Vega, que se ha marchado triste y defraudada, bajo el sentimiento de la ingratitud que no ha reconocido su entrega y su trabajo.
No cuadran los argumentos que esgrime con las decisiones que adopta; dice una cosa y hace otra; la austeridad requerida en tiempos difíciles reclamaba la reducción de ministerios y vicepresidencias de cargos vacíos, ha hecho algún caso a lo primero y desoído lo segundo. España se corroe en la miseria quebrantada por el derroche y el nulo incentivo a la creación de empleo; necesita entrar por la senda de la recuperación de la economía, favorecer a los autónomos y las PIMES, dejar de encrespar los mercados y extender el bálsamo de la confianza para retornar a la prosperidad. Y España no rechista, calla, aguanta y no dice nada, no sale a la calle.
Zapatero, con este ajuste de Gobierno, intenta recuperar lo perdido; ello supone volver a ganarse los desafectos, los miles de votantes socialistas que han abandonado y cambiado el signo de su papeleta. Pero, con sus ocurrencias y despropósitos diarios, no perece que llegue a ganar las elecciones, su política, los cambios efectuados y la propia remodelación ministerial corroboran que su proyecto, su talante inicial, su impulso y gestión están agotados; tras tanto despilfarro y subvenciones, tras tantas heridas y desaciertos no puede levantar pasiones y ganarse la anuencia de esa franja del electorado que ha sufrido los nocivos efectos de su insolvente política. Sin embargo, su ladino y pérfido Superministro es capaz de rodear la verdad, de revestir sus sutiles argumentos de bondades y convertir la falsedad en certeza.
Nunca una Oposición lo tuvo tan fácil, si supiera hacerlo. No se puede permanecer sentado a la espera de aconteceres; hay que zarandear las conciencias, tomar decisiones y agitar y remover las voluntades.
C. Mudarra
Revista Opinión
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