Revista Cultura y Ocio
Una persona inteligente se caracteriza, entre otras cosas, por la amplitud de su curiosidad y por la tendencia a no desdeñar cuanto ignora (lo explicó bien Antonio Machado). De ahí que cuando se le sugiere que en las letras de las canciones de rock and roll pueden habitar la poesía, la filosofía o la belleza, no cabeceará incrédulo, ni sonreirá con suficiencia, ni torcerá el gesto ante la herejía que acaba de escuchar. Alberto Manzano, con el auxilio de la editorial Hiperión, acaba de recopilar en un volumen sorprendente varios centenares de versos, estribillos y sentencias que las grandes figuras de la música moderna han deslizado en sus canciones. La obra se titula Aforismos, dichos y refranes del rock y nos proporciona un nutrido grupo de reflexiones sobre mil y un aspectos de la existencia.
Kurt Cobain mezcla el humor y la suspicacia en la página 14, haciéndonos observar que vivimos en un mundo complejo, en el que no podemos sentirnos seguros casi nunca («Que seas un paranoico no quiere decir que no te persigan»). Tom Waits, el hombre de la voz cavernosa, repite una máxima que esconde bajo sus palabras toda la zozobra del hombre contemporáneo («Nadie nos conoce en la niebla»). Ranaldo-Moore, de Sonic Youth, nos invita a comprobar que los recuerdos siempre deforman la realidad y la edulcoran engañosamente hasta envolvernos en la melancolía («La vida es hermosa en el retrovisor»). Waylonn Jennings nos previene contra la contundencia de las verdades, que pueden ser mucho más tóxicas que el disimulo o el fingimiento, si uno trata de utilizarlas sin precauciones («Si trataras de decir la verdad, morirías atragantada»). John Lennon, quizá influido por la mística oriental que se respiraba a finales de los sesenta y que él tuvo muy cerca gracias a su compañero George Harrison, nos sugiere que meditemos sobre una sentencia paradójica, de respiración budista («Cuanto más hondo vas, más alto vuelas»). Nick Cave trata de convencernos sobre la necesaria inmediatez de los derechos, que si quedan preteridos o situados momentáneamente entre paréntesis corren el peligro de la desaparición («Nunca seré libre si no soy libre ahora»). Paul Westerberg, tomando conciencia de su propia importancia personal y elevándola hasta el rango de gozo, se alinea con las intuiciones más luminosas de Walt Whitman y nos comenta: «Soy lo mejor que me ha pasado nunca». Otros, en cambio, se inculparán de imperfección y pregonarán la dudosa valía de sus méritos (como cuando Roger Waters, de Pink Floyd, reconoce en una de sus letras que «si fuese un tren, llegaría tarde»).
En este vademécum de aciertos líricos, intuiciones, desgarros e introspección descubriremos que la música rock (incluso la música rock) puede convertirse en un mensaje cargado de significados; y que por debajo de su epilepsia atronadora pueden emerger los brotes de la belleza o la reflexión. ¿Acaso ciertas frases de Lewis Furey («El que gana en el amor es el que más ama») no podrían llevar con orgullo la firma de san Agustín o santa Teresa de Jesús? ¿Y ciertas quejas de Jackson Browne («Nos venden la guerra como si fuera ropa o coches») no podrían ser enarboladas por millones de pacifistas de todo el mundo? ¿Y determinadas afirmaciones de Jimi Hendrix («Seré yo quien se muera cuando me llegue la hora, así que déjame vivir como quiera») no suenan a grito hedonista universal, que muchos suscribirían sin vacilación?Habrá lectores que, tras examinar algunas de las sentencias que jalonan este curioso libro, no lleguen a entender con claridad algunos de sus significados, porque incurren en el surrealismo o en el disparate. Pero incluso en esos casos este volumen es valioso, al invitarnos a la interpretación personal (una de las últimas citas del tomo es, en ese sentido, tan útil como irónica. El genial cantautor Bob Dylan nos deja escrito en la página 137 que «da igual lo que digas. Siempre hay alguien que te entiende. Es increíble»). Si pueden, háganse con este libro y léanlo de la forma que les apetezca: de un tirón, a ratos, linealmente, al derecho o al revés. Dará igual. De la suspicacia llegarán al convencimiento. Hay en estas páginas que Alberto Manzano recopila y traduce para nosotros más sabiduría de la esperable.