Cúpulas directivas cuyo asiento ha dado tantas vueltas que acabó en el bordillo de la acera junto a su dueño. Ese mismo que por el pasillo camino del ascensor miraba con un aire altivo, parecido al mismo que superponia a su posición de jefe al entrar en su despacho. Esas cúpulas directivas quizás pensaron erróneamente que el cargo es vitalicio. Pero como el día y la noche, todo tiene su ciclo.
Y si afortunadamente todo hasta las cúpulas directivas, tienen su ciclo, y probablemente sin que ellas lo sepan o quieran ver, es un ciclo más corto que el de los trabajadores a su cargo. Y aún hoy todavía les oímos los gritos de por qué les ha pasado a ellos, con toda la dedicación del mundo a la empresa para ahora esto.
Y ciertamente ha habido mucha dedicación, demasiadas jornadas hasta medianoche sin parar, para sacar adelante reportes e informes varios, cuadrando cuentas. Pero siempre hay alguien que quiere más o uno mismo. No todos tienen la honestidad necesaria para decir hasta aquí llego y más cuando aumentan los ceros en la casilla de ingresos. Pero tantos ceros que al final pueden convertirse en el hueco por el que se cae.Lo malo es que para la caída la mayoría estuvo tan preocupado de su ego, que se olvidó de dar clases de parapente, o salto al vacío. O lo que es peor, una de sus muchas actividades de multiaventura, para experimentar con el puenting. Ahora le toca hacerlo sin ver claramente la cuerda dónde agarrarse.
Pero afortunadamente como el día y la noche todo lo que empieza antes o después acaba. La cosecha dependerá de la siembra realizada. Hay y habrá crisis por que forma parte del equilibrio de la balanza, pero todos sabemos que después de la tormenta, siempre, siempre, siempre viene la calma. Y esa calma si se busca se empieza a ver.
