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África Versus América: El Tiempo de los Austrias I.

Publicado el 01 septiembre 2010 por Peterpank @castguer

El rescoldo del viejo régimen
Los reyes de Castilla y Portugal aprovecharon guerras civiles entre musulmanes, para ampliar sus “conquistas” : el ocaso de los Benimerines o Marines, coincide con intento de Enrique IV, de hacerse con el territorio, comprendido entre los del cabo Cabos de Ajer al de Bojodor; Pedro de Vera conquistó Gran Canaria, Palma y Tenerife, aprovechando a la conmoción, que acompañó a la toma del poder por los Utasi; la guerra de Lugo y la operación colombina, se desarrolló paralela a la entrada de los "Morabitos", en la escena política.

Abdalah Mohamed, experto en el Corán, técnico en hierbas y sanador, que se decía descendiente de Mahoma, se afincó en el Sus, no tardando en conseguir gran predicamento. Previsor, mandó a los hijos a la universidad del Cairo, destacada en el mundo árabe. Debidamente instruidos al regreso, toparon con gobernador del Xarife , desacreditado por corrupto. Le envenenaron, porque el pueblo no le echaría en falta. Puede que el Xarife sospechase la causa de óbito, pero satisfecho al haberse quitado un indeseable de encima, recompensó a los hermanos, nombrándoles para el cargo, que ejercieron en mancomún. Fieles a su benefactor mientras vivió, muerto concluyeron que nada debían al heredero, alzándose con reino del Sus. Conquistados los de Dará, Fez y Marruecos, instauraron la dinastía de los morabitos.
 
Prestigioso probar que los cristianos no eran invencibles, los hermanos asaltaron la plaza portuguesa de Arcilla, arramplando con artillería, municiones y pólvora. Asustado el Cardenal Cisneros, temió repercusión de la tarascada en la conquista de Castilla, reflejándose el miedo en sendas provisiones de 13 de agosto y 14 de septiembre, de 1516. Recordando la prohibición de vender armas, artillería y pólvora a los moros, acusó a los mercaderes andaluces con factor en Marruecos, de procurárselas, avezando en el manejo a los "enemigos de la fe", a más de avisar con desvergüenza, de las armadas que se preparaba España, contra el Islam. Haciendo responsables a los andaluces, de que los moros se atreviesen a pelear contra cristianos, en la mar y la tierra, prohibió a los castellanos, en general, tocar en puerto de infieles, dando a los factores dos meses de plazo, para repatriarse, bajo amenaza de serias represalias. Que el Cardenal pudiese aplicarlas a residente en Marruecos, indica las existencia de una Berbería, en la disfrutaba de autoridad, impensable en el norte de África.
 
A 15 de enero de 1517 se publicó real orden, decretando que las mercancías destinadas a Marruecos, transitasen por plaza de cristianos. Alarmada Cádiz, población de mercaderes, el Cabildo celebró reunión extraordinaria, acordando mandar apoderado, en busca de Carlos V, para hacerle ver que causaba serio perjuicio a los gaditanos, sin afectar a los moros, pues no faltaban monarcas europeos, dispuestos a venderles las armas que pidiesen, pugnando Francia e Inglaterra por ocupar, en Berbería, el sitio de los andaluces, en calidad de proveedor, siendo el rey de Portugal, primer beneficiario de la ley. Declaradas su plazas puerto de transito obligado a tierra de moros, de personas y mercancías, las haría prósperas, arruinando a Cádiz.
 
De alvinas o marisma el término, a más de reducido, suspendido el trato directo con Berbería, los vecinos se verían obligados a emigrar, quedando puerto estratégico del reino, a merced de quien quisiese ocuparlo. Evidente que la razón asistía a los gaditanos, Carlos V dejó en suspenso la pragmáticas, en atención al “mucho oro e otras cosas” que importaban de África. No habiendo causa geológica demostrada, para suponer el Norte de África productor de oro, en siglo relativamente cercano, habremos de admitir que aquel trato y comercio, se desarrollaba en diferente escenario.
 
Lope de Sosa era gobernador de Gran Canaria y alcaide de Santa Cruz, cuando "los moros de Berbería", entraron en el puerto de la Mar Pequeña. Como en Arcilla, quemaron la torre, arramplando con cañones, armas y pólvora. Pasadas dos semanas, Fernán Darias Saavedra, señor de Lanzarote y Fuerteventura, yerno de Sosa, recuperó los restos, quedando en Santa Cruz, como alcaide accidental. Cesado el suegro a primero de agosto, esperaba sucederle, pero el Emperador no estaba dispuesto a perpetuar enojoso recuerdo del pasado. Queriendo borrar las Canarias americanas, en enero de 1518 nombró gobernador de Canarias, lejanas e inéditas, a un Pedro de Castilla. Alcaide de su Santa Cruz particular, tenía su residencia tan "apartada" de la Santa Cruz , a orillas de la Mar Pequeña , que el rey separó la alcaidía de la Torre , del cargo de gobernador.
 
A 5 de septiembre de 1519, el Emperador nombró alcaides pro-indiviso, de la "torre de la Mar Pequeña ", con 100.000 maravedís de tenencias, a Luis Zapata y Francisco de Vargas, cortesanos dispuestos a cobrar, pero sin intención de mudarse a la alcaidía. Autorizados a nombrar teniente, que recaudase quinto y parias, organizase los rescates, impidiese pasar armas a los "moros" e hiciese la guerra, se designó para hacer entrega de la torre y ejercer el cargo, al “que fuese” gobernador de Tenerife, por ser la autoridad más cercana, es decir a Pedro Fernández de Lugo, residente en San Cristóbal.
 
La entrada de los Morabitos en Santa Cruz, inquietó a los gaditanos. Temiendo que repercutiese en libertad de comercio precario, los ediles mandaron regidor a Valladolid, para conseguir que la permisión temporal de tratar con Berbería, fuese cambiada en derecho permanente. Informados de los entresijos del real pensamiento y de los reales fantasmas, escogieron por arma seguro, otorgado a portugueses y castellanos en 1480, para frecuentar las "escalas de mercadores" . Vinculado a una Guerra de Guinea, que se quería enterrar con la Guinea , Carlos V entendió el mensaje. En atención a que Cádiz fue puerto de Berbería, desde que se fundó, yendo y viniendo sus navíos libremente, no era razonable abortar un tráfico, que a cambio de paños de mala calidad, rechazados por los castellanos, aportaba cada año 200.000 ducados en oro, 100.000 cueros de vaca y 10.000 quintales de cera.
 
Hombre sensato el monarca, prolongó indefinidamente la licencia para tratar con Berbería, cediendo de paso a clamor general, contra la concentración del tráfico de Poniente en la Casa de la Contratación. Mejor preparado que sus abuelos para administrar la paz, pese a su afición a la guerra, renunció de someter la realidad a la ley, para adecuar la ley a la realidad. Los oficiales de la Contratación de Sevilla extenderían licencias para navegar a Indias, en barcos “sueltos” o en flotas, pero los navíos, entonces con arqueo medio de 200 toneladas, no remontaría el río, hasta el Muelle de la Muelas. Serían “visitados” en Bonanza, ahorrándoles tiempo y riesgos. Difícil de controlar el barco suelto, el Emperador impuso el cuaderno de bitácora, a los navíos sometidos al control de la Casa , describiéndolo como "libro", aquel en el que serían consignadas las costas avistadas y los puertos en que mojasen, sin que fuese preceptivo consignar anécdotas e incidencias del viaje. En los años que siguieron, la Casa de la Contratación se extendió, instalando agencias en cuantos puertos conectaban con Indias, incluidos los del Cantábrico, que pese a la prohibiciones, nunca rompieron el contacto con las pesquerías de Berbería o Bacalaos.
 
En decadencia la factoría portuguesa de Santa Cruz del Cabo de Guee o Aguer, Juan III se propuso reactivarla, canalizando el comercio con los reinos del Xarife, por su aduana. Tratando entre iguales, convenció a Carlos V. Regresando a la idea de Cisneros, hizo pregonar que cuentas mercancías tuviesen por destino Berbería, habrían de ser desembarcadas y registradas en plaza de cristianos. Intuyendo la causa, los gaditanos replicaron de inmediato, acusando al rey portugués de manipular la realidad y al Emperador, para expulsar del mercado musulmán, a la competencia andaluza. Bastaría cargar la mano en tasas y derechos, para que no pudiesen competir con los portugueses. Comprendiendo que no les faltaba razón, Carlos V fingió ceder a la voluntad del portugués, pero mandó la provisión a vía muerta, haciéndola preceder de pesquisa.
 
Terminada en mayo de 1532, las respuestas son reflejo de una burguesía variopinta, en la que estaba representado el liberalismo, junto a la reacción más intransigente. Juan de Salamanca, residente en Cartagena, declaró que prohibir a los españoles tocar en puerto musulmán, implicaba privar a los propios de mercado ventajoso, para darlo a extraños, calificando los sevillanos de "imposible”, el intento de suprimir el comercio directo con los "moros", siendo sacrificio inútil prohibir a los castellanos, procurar armas y trigo a infieles, porque otros se lo llevaría. Estando Francia preparada para ocupar el vacío, que dejaba Castilla, el Emperador, para impedir el tráfico, tendría que poner armadas, en todas las rutas de la mar.
 
El licenciado Campillo, de la facción integrista, prestó al Emperador un poder que nunca tuvo, suponiendo que sería suficiente llamar al orden a los reyes de la cristiandad, advirtiéndoles que de tratar con moros, por puertos no autorizados, les secuestraría barco y mercancías, para que renunciasen. Un tal Polanco, de la misma cuerda intelectual, propuso sin ironía, prohibir a los castellanos pisar tierra de moros, en especial a los descendientes de judíos, pues el trato con el Islam, favorecía el regreso al credo de origen. Prohibidas las compañías mixtas, formadas por cristianos y musulmanes o judíos, los castellanos habrían de negociar, sin salir de plaza de cristianos, incluso los rescates de cautivos.
 
De paso se opuso a que entrasen en puerto de Portugal, para no pagar derechos a rey extranjero, calificando de intolerable que lo hiciesen en puerto de moros, sometiéndose a la humillación de ser registrados por infieles. Tradición que musulmanes pululasen libremente, por las villas portuarias de Andalucía, considerando peligroso el contacto, por el riesgo de contacto ideológico. Polanco pidió que se designase un único puerto para recibirlos. Yendo más lejos, el licenciado Valcárcel aconsejó prohibir a los moros de Allende, entrar en lugar de cristianos, pues con pretexto de "contratar", se enteraban de lo que convenía mantener secreto.
 
Acusados nuevamente los andaluces de exportar herramienta de guerra a tierra de moros, metiéndola por los puertos de Torocuco y Tafetana, Carlos V cortó por lo sano, canalizando el tráfico con Marruecos, por "Santa Cruz, puerto de Portugal", en la conquista de Juan III. Publicada la provisión, el corregidor de Jerez, encargado de hacerla cumplir, por desconfiar la corona, de los ediles locales, el juez, replicó con contundencia, digna de gaditanos. No había mercader que llevase piedra de azufre, salitre, cobre, hierro o acero ,a los puertos mencionados, porque siendo abundante, los andaluces compraban todo esto a los moros, para venderlo en Castilla y puertos europeos.
 
Achacó la denuncia a la mala lengua del rey de Portugal, empeñado en canalizar el tráfico por Santa Cruz del Cabo de Guee, teniendo arruinada su aduana, las malas maneras y abusos de los oficiales, que fijaban los derechos a capricho. Probado que la palabra de un rey, "dura cuanto es su de voluntad", que Juan III fijase a los castellanos derechos iguales, a los que pagaban los portugueses, carecía de significado.  Demasiado lejos Santa Cruz, para pedir socorro a España, el castellano habría de dejarse extorsionar, echando el viaje a pérdidas. Elevados los derechos de entrada, al cobrarlos de salida, por llevar las mercancías a tierra de moros, el precio a que se ponían, para no vender a pérdidas, las ponía fuera del alcance de la demanda. Siendo igualmente altos los que pagaban moros y judíos, por entrar en la plaza, no acudían a comprar, abasteciéndose en Tafetana y Torocuco, puertos en los que judíos y moros eran francos, pagando el cristiano los mismo derechos, que el rey de Portugal exigía a sus vasallos. El Emperador, uno de los monarcas más despiertos de nuestra historia, al comprender el mensaje, dejó las cosas como estaban.
 
Luisa Isabel Álvarez de Toledo

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