Los problemas no se resuelven abandonándonos a una descarga emocional. Si nos dejamos llevar por el miedo, la ira o la tristeza, estaremos saboteando nuestra capacidad de encontrar aquellas soluciones que nos permiten reconducir la situación.
Tampoco se resuelven malgastando el tiempo buscando culpables. Ni, por supuesto, dedicando toda nuestra energía a mostrarnos inocentes mediante una estrategia que desvíe la atención de los demás hacia otros presuntos culpables. No se obsesione con los culpables. Si observa su realidad desde una perspectiva sistémica, descubrirá que muchos problemas están asociados a una cadena de acontecimientos causa y efecto, y que usted puede haber contribuido de manera directa o indirecta a esa situación que tanto le aflige.
No caiga en la trampa de la negación, o de la parálisis. Ambas nos llevan a no hacer nada, a dejar nuestras responsabilidades para más tarde. Con ello contribuimos a que el problema crezca, a que se reproduzca y que eche raíces hasta hacerse autoinmune a todas las acciones que pueda realizar para combatirlo.
Para enfrentarse a los problemas, usted necesita tener la cabeza bien fría. Eso implica distanciarse de ellos, suspender aquellos juicios que le impiden lograr su meta y gestionar todas aquellas emociones que le están alejando de su objetivo. Entonces podrá poner en marcha su magia, todo el conocimiento que haya obtenido tanto de manera racional como intuitiva.
Es posible que a partir de este proceso descubra que, en ocasiones, la mejor decisión es no actuar o retrasar su actuación. También es posible que decida que algunas de sus emociones le pueden acercar a la mejor solucíón y que no es mala idea dejarse llevar por ellas. Ambas serán decisiones meditadas y no acciones tomadas de manera impulsiva.
A lo mejor logra llegar más lejos y alcanza la conclusión de que un problema es simplemente una realidad diferente a la teníamos por objetivo. Que detrás él pueden existir oportunidades y océanos azules. Y que en ellos es posible construir escenarios que jamás se le habían pasado por la imaginación.
¿Por qué no intentarlo? no tiene nada que perder