
Sesenta y seis novelas y catorce colecciones de relatos cortos dedicadas todas esas letras a presentar aventuras de intriga -con mayor o menor gracia literaria- convirtieron en superventas cualquier edición en la que apareciera su nombre y como es lógico la industria del cine y la televisión aprovechó a conciencia las piezas fruto de la fecunda pluma de Agatha Christie llegando a fecha de hoy a 159 créditos en imdb contando algún futurible espantoso, varios productos interesantes y algunos verdaderamente sobrantes y estaba el otro día meditando sobre la circunstancia y me pareció que en relación a Agatha y sus versiones, adaptaciones y traiciones, el cine y la televisión han dado muestras de un devenir cuando menos interesante sobre el que podemos detenernos en cuatro recientes muestras.
Ahí va la cuarta:

Crooked House (La casa torcida), estrenada en España hace unos meses, es la primera versión cinematográfica de la novela que más enorgullecía a su autora, Agatha Christie, según ella misma manifestó en su autobiografía. No es extraño: poco más de trescientas páginas que mantienen la intriga mientras definen gracias a los diálogos a una serie de personajes a cual más interesante: una intriga familiar que se inicia con la muerte del patriarca, envenenado, y acaba.......... como acaba, con un final sorprendente pero muy bien construído, sin trampa ni cartón: de esas novelas de misterio que te dejan satisfecho cuando las acabas, rápido, porque su literatura es como siempre sencilla y tampoco da pie a releer párrafos para saborearlos dos veces, aunque ciertamente su autora juega más que nunca con las apariencias ya desde la elección del título, que liga con una cancioncilla infantil popular en Inglaterra:
and he went a crooked mile.
He found a crooked sixpence
beside a crooked stile.
He had a crooked cat
which caught a crooked mouse.
And they all lived together
in a little crooked house.
Traducción [+/-]Erase un hombre torcido
que anduvo una milla torcida.
Encontró seis peniques torcidos
junto a un portillo torcido.
Tenía un gato torcido
que cogió un ratón torcido,
y todos vivieron juntos
en una casita torcida.
La traducción de "crooked" como "torcida", que es la que se eligió de origen y ha marcado también el título de la película, opta por el significado más blando: otras opciones, más ajustadas a la realidad de la trama que nos cuenta Agatha, serían "tortuosa" o "deshonesta", por ejemplo: la literalidad, muchas veces, produce merma en el significado buscado por la autora.
Siendo conocida la predilección de Agatha Christie por dicha novela, ya resulta extraño su tardía adaptación a la pantalla mientras otras piezas han sido repetidamente visitadas; cabe la posibilidad que hubiese alguna limitación temporal en los derechos, cuestión que no he hallado, pero que parece la más lógica, porque conocer el final, como siempre en novelas de esta condición, hace que uno pierda el interés en leerla.
Sea como sea, parece ser que Neil LaBute le echó el ojo hace unos años y empezó a moverse para adaptarla y dirigirla y por suerte la Sony acabó comprando todo lo adquirible, se hizo con los derechos y el amigo LaBute quedó fuera con su propuesta de elenco, bastante acertado, ciertamente. Pero desde que comprobamos lo que fue capaz de hacer con una excelente historia como Wicker Man, perdimos la fe en sus posibilidades.
Así que la Sony encargó al afamado Julian Fellowes, capaz de darnos una de cal y otra de arena, que ya tiene experiencia en crímenes difíciles gracias a su propia serie "Julian Fellowes investigates: A Most Mysterious Murder- etc*etc" y que desde luego está acostumbrado ya desde la muy buena Gosford Park a presentar crímenes en la alta burguesía británica.
Lástima que Robert Altman muriera hace doce años, porque segurísimo que su más que probada experiencia en "películas corales" le hubiese deparado una excelente oportunidad: en su lugar, Gilles Paquet-Brenner, que se las da de guionista y director, acaba por ofrecernos una versión falta de tensión, descafeinada, y, desde luego, esta vez no es por culpa del guión.
Julian Fellowes, perro viejo, aprovecha al máximo lo que escribió Agatha Christie y se ciñe al sentido común que indica que si la novela está abundantemente dialogada y sus descripciones son fáciles de trasladar a la pantalla, con algunos retoques resulta fácil presentar un guión literario de campanillas, sin tratar de hacer inventos ni probaturas en busca de una falsa autoría irresponsable: los elementos de la trama encajan a la perfección, los diálogos tienen chispa y ritmo, sean de índole romántica sean encontronazos familiares, sean como sean; todos los personajes tienen su interés aparte de la mera suposición de su culpabilidad ofreciendo el conjunto un retrato social mas bien ácido, casi irreverente y sin desperdicio para construir una historia endiablada que con muchas dotes de observación puede dilucidarse antes del final, de aquellas tramas que cuando sabes la solución te dices: sí, ahora me acuerdo de aquello que encaja, ¡caramba!¡es verdad! y te satisface porque notas que no te han hecho trampa ni te han engañado con falacias, porque de veras te resultaba increíble.
Diría que del elenco no todos se ajustan a las someras descripciones que Agatha hace del físico de los personajes, pero a priori, como puede verse en el póster de la película, resulta atractivo: los veteranos Terence Stamp y Glenn Close cumplen perfectamente con su cometido: Christina Hendricks, Gillian Anderson, Amanda Abbington y Julian Sands hacen una nueva intentona de sobresalir en un largometraje pero no saben aprovechar la ventaja que supone disponer de escenas cortas para intentar "robarlas" y dejan pasar la oportunidad de forma inexplicable. La pareja compuesta por el atractivo Max Irons (hijo de Jeremy) y la guapísima Stefanie Martini carece de química por completo y ése es un elemento importante en la trama, no en vano él, Charles Hayward, se presenta en casa de su amiga (y prometida en secreto) Sophia Leónides, nieta del asesinado, precisamente para investigar la misteriosa muerte desde dentro de la mansión familiar en la que viven todos juntos, mezclados y revueltos cada uno con su particular interés.
Da la sensación que Gilles Paquet no ha sabido entender con claridad ni la novela ni el guión y en consecuencia transmite esa sensación de embrollo deslavazado que nada tiene que ver con una intriga bien construída: su forma de filmar, técnicamente correcta, está falta de inspiración y fuerza: parece moverse a bandazos como si no supiera hacia donde dirigirse y uno tiene la sensación que los intérpretes miran a cámara como interrogando al que debe estar detrás para saber si lo que hacen está bien o si hay que repetir, o moverse hacia un lado, o qué: y resulta que, en pantalla, el que está justo donde ellos interrogan es el espectador, sentado en su butaca, y lo que siente no es empatía sino desconcierto.
El desamparo que muestran los intérpretes nada tiene a ver con sus personajes en la historia y esa debilidad que se intuye, esa falta de convicción, se deberá, supongo, a que el director no ha sabido manejar el buen grupo de actores y actrices a su servicio, malogrando en buena parte la primera versión de una buena novela que, habiendo sido bien guionizada, hubiera merecido un tratamiento mejor, porque, desde luego, lo que hace a dirección artística y decorados, una vez más, en este tipo de historias británicas, resulta perfecto, recreando la época de la posguerra, mediados del siglo pasado, perfectamente.
Uno, en estos casos, acaba por pensar que el director o carece de la formación necesaria para entender la trama y exprimir su jugo al máximo o carece de la energía cultural necesaria para afrontar una buena intriga con retazos de psicología social y como resultado es incapaz de transmitirnos ninguna energía a través de todos los medios que tiene a su disposición para el rodaje de la película, que son muchos y muy diversos.
En definitiva, una buena película que puede recomendarse, advirtiendo que si hubiese interés en leer la novela, sería preferible irse al rincón de pensar para elegir y no arrepentirse luego.