Revista Historia
El verbo "agonizar" tiene varias acepciones en el diccionario de la RAE, sin duda muchas de ellas se le pueden aplicar a Rajoy. Felipe Gonzalez acaba de decir en los medios que Rajoy está acabado aunque él no lo sepa, a Gonzalez le pasa lo mismo. Referente a Rajoy yo no estoy de acuerdo, Mariano sabe perfectamente que su mandato, en el Gobierno y en el partido, ha acabado. Sabe que nadie va a apoyarle para que repita en sus cargos, pero su obligación es aferrarse a cualquier clavo aunque esté ardiendo.
Lo malo de todo esto, lo peor, es que la derecha española sigue teniendo muy mal perder cuando es la izquierda la que le levanta del sillón. Lo de izquierda no lo digo precisamente por el PSOE. Rajoy de buena gana rubricaría esa "gran coalición" que Felipe Gonzalez apoyó en mayo de 2014 "si el país lo necesita", es su último cartucho. Una propuesta a la que Gonzalez renunció tan solo un año más tarde, en junio de 2015, cuando al bipartidismo le tocaron la marcha fúnebre desde las urnas municipales: “Hace tres o cuatro años, en lo peor de la crisis, hubiera sido posible una gran coalición entre PP y PSOE en España, pero ese escenario es hoy inimaginable" , dijo Gonzalez después de reunirse con Junkers. Lo de izquierda lo digo por los que acompañarían al PSOE para que Sánchez resultara investido como presidente del Gobierno.
Los comunistas nunca ha sido soportados por la derecha, ni soportados ni respetados y es así desde que la Federación de Juventudes Socialistas acordó en su V Congreso (1919) adherirse a la Tercera Internacional, para que en mayo de 1920, en su Asamblea Nacional, se tomase la histórica decisión de transformarse en el Partido Comunista Español que a la postre, en noviembre de 1921, y fusionado con el partido Comunista Obrero Español (PCOE), creado en 1921, dieran carta de naturaleza al Partido Comunista de de España (PCE). El mismo partido que vio culminada su incansable lucha contra la monarquía el 13 de abril de 1931 cuando se proclamó la II República en Eibar. El 14, al mediodía, Maciá levantaba en Barcelona la bandera de la República Catalana. A las tres de la tarde del mismo día, una bandera tricolor ondeaba en lo alto del Palacio de Comunicaciones de Madrid. En el transcurso de unas horas, el pueblo español había proclamado la República a lo largo y a lo ancho del país. Todo el viejo aparato de opresión de la Monarquía estaba descompuesto y paralizado.
Tampoco durante la II República dejó caer el PCE sus brazos en defensa de la clase obrera, al tiempo que criticaba la política antipopular de los gobiernos republicanos, luchaba contra el peligro de la reacción y del fascismo que amenazaban al régimen republicano. No se equivocaban ni sus dirigentes ni sus bases. En 1933 el peligro fascista ya había adquirido en España contornos amenazadores, con el estímulo que le prestaba el triunfo del fascismo alemán. La reacción fascista se agrupó entonces en tres corrientes principales:
La primera, filial del fascismo italo-germano, estaba integrada por diversos grupos que constituyeron la Falange Española de las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista). Carente de asistencia y de calor popular, Falange reclutó sus escuadras de pistoleros entre elementos desclasados y señoritos ociosos, que aportaban al clima político de nuestro país la "dialéctica de las pistolas" y un odio ciego hacia las ideas de la democracia y del progreso.
El segundo grupo era el de los monárquicos, acaudillados por el abogado de los grandes capitalistas, Antonio Goicoechea, que en aquel período se inclinaba también hacia soluciones dictatoriales y fascistas.
El tercer grupo estaba integrado por las derechas católicas, agrupadas en Acción Popular, cuya jefatura había pasado a José María Gil Robles, abogado de los grandes terratenientes castellanos y de los jesuitas. Acción Popular fue la espina dorsal de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), que en 1933 se convirtió en el partido fundamental de la contrarrevolución.
Tampoco debemos olvidar ahora, y hoy está nuevamente de actualidad, la predisposición del PCE, en la primavera de 1936, para formar junto con el PSOE un gran partido único. Las masas obreras del PSOE veían con buenos ojos la fusión, no así sus dirigentes, aunque estos no lograron impedir la unificación de la Juventud Socialista y de la Juventud Comunista en una sola organización, acto que tuvo lugar el primero de abril de 1936 y del que nació la Juventud Socialista Unificada. Tampoco pudieron impedir la creación del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), que tuvo lugar el 23 de julio de 1936, como resultado de la fusión de cuatro partidos obreros: el Partido Comunista de Cataluña, la Sección Catalana del PSOE, la Unión Socialista y el Partido Proletario. Al constituirse, el PSUC dio su adhesión a la Internacional Comunista.
Si en tiempo de paz la derecha encontraba en los comunistas su único enemigo, tras la instauración de la dictadura franquista era la hora del poder del capital financiero y de la aristocracia terrateniente, de la dictadura terrorista y sangrienta, de los grupos más reaccionarios, de la gran burguesía y de los latifundistas, con el apoyo del Ejército, la Iglesia y la Falange. Desde entonces la persecución a muerte de los comunistas se convirtió en una cuestión de Estado.
Ahora, y a pesar del tiempo transcurrido, la derecha española, el poder financiero y la Iglesia vuelven a demonizar a la verdadera izquierda, siembran el miedo entre la población con el único objetivo de mantenerse en el poder, en un poder que tiene sus raíces en la dictadura franquista, una dictadura en la que la corrupción significaba el mantenimiento del régimen.
Rajoy y los suyos no cesan en sus insultos a la izquierda política española, no dudan en vaticinar el caos perfecto si una coalición de fuerzas de izquierda llega a formar gobierno, aún cuando el PSOE forme parte de dicha coalición. En su agonía recurren al guerracivilismo, olvidando que dicho enfrentamiento, mal llamado Guerra Civil, no fue más que el resultado de un golpe de estado fallido, un golpe de estado programado y financiado por la derecha, el fascismo, la bendición de la Iglesia Católica y la colaboración de Juan de Borbón, "falangista de primera hora" tal y como el mismo se definió para conseguir, sin éxito, que Franco le admitiera en su ejército.
Los malo para Rajoy, y para todos los que le apoyan, es que más de 18 millones de españoles, el 71 % de los votantes, le han dicho que se vaya y ante eso no hay salida posible, máxime si tenemos en cuenta que el resto de partidos politicos, salvo el falsamente equidistante Ciudadanos, no quieren ni oír hablar del Partido Popular y menos aún de Rajoy y su camarilla.
Dice ahora Rajoy que está dispuesto a estudiar una revisión de la CE78, seguramente para incluir un artículo que asegure formar Gobierno a la lista más votada, es decir para cargarse el poder del Parlamento, del Congreso. Amenaza con bloquear las iniciativas legislativas desde su mayoría en el Senado, de verdad se puede considerar demócrata a un partido politico que hace tales manifestaciones y además no acepta de plano su derrota en las urnas, insultando sin medida al resto de las fuerzas políticas y por tanto a sus votantes, a 18 millones de españoles. Hasta tal punto llega la agonía del PP que sus dirigentes no tienen ningún reparo en calificar de simpatizantes de ETA a sus adversarios y, más aún, profetizar que la izquierda española se inhibirá en la lucha contra el terrorismo yihadista.
¿Hasta donde llegará el Partido Popular antes de su último estertor?
Benito Sacaluga
Consultado: Historia del Partido Comunista de España, I, 2ª edición, Editora Nacional, Madrid 1967.