Los tres están amortizados y no tienen espacio en el mundo que queremos construir. Representan un mundo que se derrumba y que los ciudadanos ya no soportan porque encarna la injusticia, la desigualdad y el abuso de poder. En algunos países del mundo, como Egipto, Túnez, Libia y Marruecos, sátrapas tan apegados al poder y al privilegio como ellos ya han sido expulsados por sus pueblos o están siendo acosados por los ciudadanos rebeldes, en estos momentos.
Las responsabilidades políticas que han contraído justifican cien veces su dimisión, pero ellos, sordos y ciegos ante el pueblo y sus anhelos, se resisten a dejar el poder.
Hicieron de Andalucía el laboratorio donde se experimentaba el caciquismo moderno, el dominio y el abuso. Son tres políticos agonizantes, con la derrota marcada en sus rostros, que pierden apoyo popular a medida que se descubren sus estragos. Son culpables de haber sumido Andalucía en el atraso, la corrupción y el dolor. La regeneración andaluza pasa por liberar esta tierra de gente como esta, que ha incumplido casi todas las reglas de la democracia, que ha malgobernado, que únicamente ha sabido ejercer con maestría el dominio, que ha mentido y que ha faltado al respeto a los cientos de miles de jubilados y de desempleados andaluces, obligándoles a vivir en la escasez, el paro y la tristeza, mientras ellos convivian con la corrupción y hasta utilizaban el dinero público como si fuera propio, propiciando el fraude masivo y otorgando pensiones corruptas e inmerecidas a sus amigos y correligionarios.
Las campanas de la dignidad humana están repicando y llaman a los ciudadanos a erradicar del poder a toda esa gente que, enferma de arrogancia y de egoísmo, ha conseguido encaramarse al poder sin merecerlo, gente que antepone, una y otra vez, sus intereses a los del pueblo, que convive a gusto con la corrupción y la avaricia, que practica el abuso y que es tan profundamente insolidaria que se reserva para sí y para los suyos los privilegios y las ventajas, dejando para el pueblo la austeridad, la escasez y el dolor.
Se declaran demócratas, pero algunos de sus comportamientos les asemeja a los peores sátrapas totalitarios del planeta.
Son los protagonistas del peor escándalo de la historia moderna de Andalucía, el de los falsos EREs, que tal vez haya malversado más de 700 millones de euros del erario público, un abuso insoportable que, por desgracia, apenas representa la punta del enorme iceberg de la corrupción andaluza, por el momento sumergido e invisible, una montaña de excrementos que, cuando salga a la luz, nos aterrará a todos.
En esa vergonzosa montaña, oculta pero maloliente, existen listas negras de empresas y empresarios marginados de las subvenciones y los concursos públicos por sus ideas, oposiciones trucadas para beneficiar a los amigos del poder, concursos públicos otorgados a dedo, al margen de la ley, robo de ideas, amiguismo, enchufismo, nepotismo, abuso de poder, enriquecimiento ilegal e inexplicable, comisiones ilegales y un cúmulo de irregularidades y delitos políticos y económicos siempre marcados por el ánimo de beneficiar al bando propio y de castigar a disidentes y adversarios.
Han construido una sociedad en la que ellos y sus amigos son los únicos beneficiados, sometida al poder, un poder denso y asfixiante que los demócratas están obligados a limpiar. La actual Andalucía tiene que ser políticamente refundada y los que tienen que refundarla no pueden ser los mismos que la han hundido, ni sus cómplices, ni los que comulgan con ese tipo de política indecente. Andalucía sólo puede regenerarse con gente nueva, con sangre ajena a la carroña política. Es probable que los auténticos ciudadanos libres y responsables, hoy marginados del poder y de sus privilegios, sean los únicos con limpieza, grandeza de alma y altura moral suficientes para emprender la gran tarea de reconstruir la Andalucía que los políticos han depravado y asolado.