Revista Cultura y Ocio

Agosto del 99 – @reinaamora

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Tú serás mi amor inolvidable
entre los dos jamás vendrá el olvido
y aunque existan abismos insalvables
Tú serás mi sueño prohibido.

Enrique Bunbury.

 Es curioso que la ausencia tenga tantas definiciones y una sola sensación. Equivocarse tantas veces a la hora de sentir un vacío, siendo, ahora, un silencio por elección. Cómo llenar el ritmo que dejaban las huellas de unos zapatos marcados en un camino empolvado por brillos apagándose decepción a decepción, cercado por esas frase que nunca me atreví a decir. Cómo decir a alguien que lo es todo cuando falta y no queda nada si al girarte no ves su verbo desnudo. Participar de aquello que me aprisiona por no atreverme a hablar y decidir buscar en otra ciudad las frases de un músico que tanto nos aporta a ambos, como buscando argumentos a precipitarme a romper mi infancia por una adolescencia compartida.

Los kilómetros se consumen deprisa, mientras los faros iluminan el camino a un lejano hueco entre montañas al que una vez llamé hogar. Son muchos años los que han pasado desde aquella tarde de agosto del 99 en que el sol bailó frente a mí, flotando en la carretera, muchas las jornadas llenas de nostalgia, muchos rostros y nombres, de los cuales, algunos, es cierto, han dejado una huella más profunda que otros. Las últimas líneas que escribí, ahora están tachadas, son como borrones en mi estado en ánimo, errores que debo quitar con tinta y tiempo. La montaña, acercándose, me hace sentir pequeño mostrándome lo ínfimo que soy, los pasos impares que me quedan por dar. Mis nervios aumentan a medida que llego a mi rincón, ese íntimo refugio interior, casi olvidado.

Las casas siguen siendo de piedra, las calles firmes y el cielo siempre tan azul. Allí todo permanece igual: sigue esperándome mi rincón de lecturas y cafeína que me acogió muchos momentos, sin preguntas, sin pedirme nada a cambio. Regreso a las paredes viejas, a una esquina con una sombra marcada con la forma de un hombre y su libro. Sonrío.

He vuelto más viejo, más roto, más sabio, pero sigo siendo un crío. Ahora llevo un libro diferente y una canción diferente. Quiero susurrársela a alguien, y ese alguien quiere que la susurre, o, al menos, eso es lo que quiero pensar. Poco a poco salgo afuera, o tal vez me han sacado, que es distinto. Lo que fui tal vez emerja con las palabras adecuadas en los labios apropiados. Despierto, incapaz de abrir los ojos, espero que me despiertes tú, y susurro suavemente:

–Me gustaría que estuvieras aquí…

Cualquiera que oiga mis quejas estaría confundido de a quién las dirijo. Eso es algo que tengo muy claro, pero por respeto debo seguir, sobre todo, por respeto a mí mismo, y a ti.

Las propuestas sin consideración las he dejado 500 metros más abajo, pero aún debo seguir hacia el norte. Llegar a la ciudad que visité apoyado y ahora me toca recoger cojeando. Los viejos amigos con los que trabajé y conviví me siguen recordando, como yo a ellos. Hacía tiempo que no me sentía bienvenido fuera de mi reducto. Tan consciente soy del cansancio que llevo encima, que siento ganas de volver pero todavía no voy a hacerlo, debo encontrarme antes con unas canciones que tanto cuentan, sobre todo cuando no suenan. Es curioso lo silencioso que puede resultar el ruido cuando tu mente se pierde en sentimientos ajenos. Las horas por delante me ayudarán a relajarme, a asumir lo inevitable que se embosca en los momentos que a evitar. Las piedras montañosas han terminado por darme alcance sin haberse movido. Enfrentarme a todo solo… siempre ha sido así.

Me refugio en un rincón, con mi libro y mi cuaderno lleno de dibujos, ideas y frases. Siempre te dedico una cuando tengo que hacerlo. Escribo lo que me pasa en este instante, como otros instantes que son tuyos y aparecen de improviso, tal como hiciste con tus pasiones. ¿Por qué tuviste que dármelas? ¿O fui yo quien las robó? Deberías estar aquí para contradecir mis penas y perversiones, espontáneas de mis formas de desearte. No me hagas flaquear jamás. Me obligas a ser como las rocas que vigilan estas casas. Si vas a darme dudas, que sean respecto a desearte buenas noches o dártelas, caldeando cualquier ambiente en que quieras que incomodemos. Todo lo trivial se vuelve extraordinario cuando apareces al extremo de mi bolígrafo. La cafetería me ofrece a alguien único frente a mí. No esperaremos crear poemas armónicos, retumbando en nuestras conciencias al tiempo que construyen unos momentos que llamaremos recuerdos, pasando de tuyos y míos, a nuestros. Nuestros recuerdos, lo que quiero fabricar, golpe a golpe, cuerpo a cuerpo. ¿Vienes?

—¿Vienes? – hablo con aquello que escribo: tú conciencia en un papel.
—No. Vamos los dos —respondes —. Me hace mucha ilusión.
—Me encanta. Me encantaría — contesto mientras tú, sonríes entre mis líneas.
—El escapismo puede ser un arte si caminamos juntos… — me retas.
—¿Con quién iba a caminar si no es contigo? — contesto desarmado.

Y tú sonríes de nuevo. Y me sorprendo cuando te escucho decir frases que les has oído a algunos por ahí… ¿Intentan seducirte otros? ¿Intentan llegar a ti? ¿Lo buscas tú? Cada duda sólo trae más interrogantes. Y sé que yo llego más, que otros hablan y yo te hago llegar lo que siento. Sólo mis frases echan raíces en tus manos porque sabes que lo que siento es verdad. Que no hay pasión que no valga el mal que cien años no dura. Eso quiero darte ahora. Y también sabes que siempre lo he querido.

La noche tarda en llegar lo que a unos versos improvisados le ha costado plasmarse en tus pupilas. Esos ojos profundos me acompañan camino de aquello que sentimos y otros cantan. Tarareo los momentos que nos quedan por compartir antes de llegar. Las farolas empiezan su jornada, y yo tengo un buen rato para pensar antes de que el escenario que nos espera trate de romper mis diques. La gente se agolpa, llena los espacios. No soy el único que viene buscando sus canciones, pero soy el único que te tiene a su lado. ¿Aún lo dudas? Llevaré dos parejas de recuerdos, dos pares de momentos de algodón y plástico, iguales, que he prometido robar por ti y para ti. Tendremos la pareja del otro, metáfora más de lo que nos une aun estando separados.

Las luces se apagan. La gente vitorea, el cielo se llena de gritos, todos le llaman, yo te llamo a ti. Cierro los ojos, aguardo el momento. Deslizo mi mano por mi costado, buscándote. Las guitarras empiezan a sonar, rasgan sus notas. Estás aquí, conmigo, viviendo lo que está enfrente, en nuestro interior. El camino del exceso, fuente de saber que tanto me has sabido dar. Golpea mi conciencia de un momento anterior. No imaginaba volver a oírlo y ahora nos cae del cielo, alentando y prohibiendo a la vez. Lo que no debo hacer, lo que debo hacer. ¿Qué hacer contigo? ¿Qué hacer a tu lado? Ya pensaremos algo… Las voces de los primeros momentos, de las mutaciones, de los cambios, cayendo sobre nosotros como avalancha de recuerdos que me traen memorias oxidadas. Chispas que prendieron, adecuadas a la necesidad que tengo de pasar página, como los pasados de papel que necesito que arden.

Llega el primer golpe, cuando los sueños necesitan tanto de los dos. ¡Qué cierto resulta! Pero también me apasiona el reto que me planteas a diario.

—¿Qué puede haber más alto? — me preguntas

—¿Más alto que nosotros? Tan sólo el cielo — respondo sin dudarlo y levanto la vista. Sé que me miras, sé que me sonríes. “Y hay muchas cosas que preferiría no saber de ti y de mí. De ti y de mí. De ti y de mí”. No sé si lo he susurrado o es otra voz la que nos está hablando. Tanto que no quiero confesarte, tanto que no quieres contarme. Y sólo hay cielo por encima de nosotros. Sonrío a tu lado. Noto que haces fuerza en mis dedos. Tú también lo sientes.

Tantas composiciones que hablan de lo que sentimos, de aquello que sentiremos. ¿Cómo pueden pensar que hablan de alguien que no seamos nosotros? Sí, hoy me siento distinto porque soy distinto. La diferencia eres tú. Siempre lo has sido. “Permanecía tan oculto en ti y ahora está tan claro. Despierta”. Asumirlo, asumir la realidad, lo que soy, lo que eres, lo que soy para ti y lo que me gustaría ser. Me rasga por dentro ser consciente de todo lo efímero, lo breve. ¿Cuánto más me queda? No sé si importa, estás a mi lado. Te dejas ir a mi lado. Paso un brazo sobre ti, me acaricias. No dejas de hacerlo, tal vez nunca has querido dejar de hacerlo. Y yo me río con la ironía que flota hacia mí. “Me marcho y no pienso en la vuelta. No me apena lo que dejo atrás” Todo me cabe en un bolsillo, eso lo sé. Me envuelve la consciencia de mis situaciones. Allá donde voy me llaman el extranjero, así me siento siempre. No encajo en ningún lugar. ¿Dónde pertenecen mis actos, todo aquello que dibujo y escribo? ¿A quién debo dárselo?

La soledad es un lugar tan vacío sin ti”. Es demasiado para aguantarlo de pie. Mareado. Es cierto. Ojalá pudiera dejar una grabación para que me recordases. Te giras, mirándome, con los labios separados. No necesitas agradecer oír esta canción, lo noto en tu interior y en mis manos. Me besas sin reservas.

—No estarás solo —me dices. Y hasta podría querer creerte… Haz que te crea. Siempre lo haces.

Aún sonríes, aún ríes. Sé que te encanta lo que escuchas y lo que no te digo al oído pero igualmente oyes. “De mayor quiero aprender a ser pequeño”. Eso me define ¿verdad? Un crío que nunca creció. Así, cuando cometa el mismo error, no me lo tendrás tan en cuenta. Ríes, no piensas pasarme ni una. Quieres que llegue lejos, lo sé. Me impulsas, no quieres que me quede estancado en ningún lugar. Ni yo quiero quedarme varado en ningún lugar en el que no estés o puedas llevarme de vuelta al mismo mar en el que soñamos juntos. Mientras siguen sonando los acordes, las notas…

—Siempre quise ser ese hombre flaco que no flaquea jamás. Firme. Luchando a pesar de los golpes. — Te confieso mientras tú ríes — ¿Por qué ríes? — Te pregunto…
—Ya lo eres — me contestas, de repente seria.
—Lo soy — repito emocionado
—Sí. Para mí sí. Eres mi roca — me confiesas… Siempre sabes sacarme la sonrisa.

Golpea el suelo mi alma, perdiendo el cielo equilibrio. Lo que no esperaba escuchar, ni sentir. Me he bebido todo el aire que había a mi alrededor. La historia de un errante que no pertenece a nadie. No puedo moverme. Mi mano ha vuelto a bajar, a buscarte, pero ahora eres tú quien me ha encontrado. Te has adelantado. “Soy vagabundo, siempre de paso”. Es curioso, como ese andar errante me ha llevado hacia ti. Lo sabes. Sé lo que lo sabes. Aprieto los dientes. Te necesito de verdad, no puedo dejar entrar la rabia, atrapado como estoy, por el sentimiento que nos arrastra a los dos, a mí bajo el escenario, a ti, sin soltar mis brazos, incapaz de huir. No puedo dejarte ir y sé que debería hacerlo si me lo pidieras. “No tengo dueño, no soy tu esclavo. Un poco tuyo…y de todo el mundo”. No, no te pertenezco. Y me río por mi propia mentira. Tampoco me perteneces, y te reclinas sobre mi hombro para decirme lo contrario. No puede entrar la pena, no lo voy a permitir. No puedo dejar que me veas así. “Que no interrumpa lo cotidiano”. Nada a tu lado lo sería, no habría nada cotidiano que no mereciera la pena vivir y consumir a tu lado. Nada puede interrumpirnos, tal vez, ahora, sea nuestro tal vez nunca.

Los acordes se silencian, la gente se despide y la noche me da la bienvenida a solas. Tengo asfalto por recorrer, consciente de mis propios vacíos que sólo puede llenarlos alguien que no está a mi alcance y, sin embargo, ha estado conmigo todo este tiempo. Tus abrazos se despiden en silencio, hasta mañana. Sólo hasta mañana, no quieres que esté tanto tiempo alejado de ti. Por esta noche nos podemos despedir.

Vuelvo a reír. No soy capaz de creerme mis mentiras. No, no podemos. No nos podemos despedir ni decirnos eso que no nos queremos decir. Nos quedan cosas por hacer y los pasos por dar para decirlas.

Por esta noche vuelvo a abrir los brazos, esperándote. Aunque sepa que no hace falta.

Eres tú quien no me deja ir…

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Todo lo que puedas desear
todo lo que quieres evitar
todo lo que pierdes
al ganar

TODO lo que sientes.

[ Bunbury (Palosanto) – Todo ]

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