Venía en el coche de vuelta a casa desde el hospital sin poder quitarme de la cabeza la canción de la Pantoja que dice "hoy quiero confesar que estoy algo cansada". No es que me guste a mi ese estilo de música, ni mucho menos, pero se me ha venido a la mente y no me la podía sacar de la cabeza, incluso me he emocionado tarareándola por lo bajo. Y es que creo que define muy bien cómo me encuentro.
No estoy en mi mejor momento. Es algo que llevo arrastrando una temporadita y que ha ido en paralelo con el estado de salud que estamos teniendo en esta casa. No sé si fue antes la gallina o el huevo, es decir, no sé si el bajón anímico me dió antes que el físico o si el bajón psicológico ha tenido su origen en el estado continuado de achaques que hemos ido acumulando... Lo mismo da.
Pensándolo fríamente, son muchas cosas. Hace no mucho comenté que la responsabilidad me pesa, que sin duda este es el trabajo más duro, emocionante, intenso y absorbente que he desempeñado nunca. Más aún sí cabe considerando cómo es mi hijo y la escasa ayuda que tengo. La acumulación de citas médicas y otros recados, que con el niño acuestas se me hacen un mundo, el cansancio acumulado y otras cuestiones que no he comentado (aunque creo que muchas se han dejado intuir en estas semanas)... en fin, una coctelera explosiva.
He intentado hacerme la dura, es verdad. Al principio me resultó fácil porque me quedaba todavía mucha euforía postparto pero poco a poco he ido perdiendo fuelle y ahora no me importa en absoluto confesar que estoy algo (o muy) cansada, tristona y decaída. No me importa confesarlo, de hecho creo que es necesario decirlo y que es absurdo no querer mostrarse débil cuando uno necesita ayuda. Siempre he estado en contra de esa visión edulcorada de la maternidad en la que todo parece de color de rosa. Lo cierto es que hay días y días, altos y bajos, momentos excelentes y algunos amargos... Ese conjunto a mi me ha hecho inmensamente feliz, sí, pero aún en mi versión 2.0 no soy de hierro.
Vamos, en estos momentos no es que no sea de hierro, es que me siento como si fuera de papel, me soplan un poco y me vengo abajo. Llevo varias semanas con la lágrima floja que es un gusto y no hay más que ver como estoy físicamente.
Reconocerlo es un paso así que no quiero darle más vueltas. La mala racha pasará, estoy segura. De momento estoy visualizando ya la playa. Sí, sí, porque no lo he contado, pero finalmente hemos decidido irnos a la playa a finales de mes, perra incluida, algo que me hace una ilusión tremenda porque llevamos años sin ir a ninguna parte y, además, serán nuestras primeras vacaciones familiares.
Mañana contaré qué tal nos ha ido hoy en el neuropediatra, que tiene mucha chicha.
Y tengo muchas cosas más pendientes para esta semana, sin prisa pero sin pausa.
Gracias por todos los comentarios de ánimo, lo agradezco muchísimo.