Revista Cultura y Ocio
"En el verano de 1963 yo me enamoré y mi padre se ahogó."
No leo muchas historias de amor, pero algunas me atraen desde el primer momento. Eso sucedió con el libro que hoy traigo a mi estantería virtual. Se trata de Agua Salada.
Conocemos a Michael en el verano de sus 16 años, estamos en 1963 y se dispone a pasar el verano con sus padres en una casa de Bone Pint, como siempre. Allí conoce a la bella Zina, hija de la señora Mertz, y cae fascinado en el embrujo de esta joven mayor que él que le engaña con la edad y le da vodka mientras descubre que acaso esté lejanamente emparentada con la nobleza rusa, como una suerte de princesa. Definitivamente, este no será un verano más para Michael.
Visto así el argumento, es más que comprensible que sea el propio autor quien diga que con Agua salada ha saldado su deuda personal con la obra Primer Amor de Turgueniev ya que no resulta difícil identificar a los personajes, son básicamente iguales en su raíz, ni tampoco conocer por lo tanto de antemano el final de la historia. Sin embargo, no la desvelaré, no porque sea importante ser cogido desprevenido, sino por una cuestión de llegar virgen, al menos en parte, a cada una de las lecturas. Hablemos por lo tanto de amores de verano, primeros amores, pasiones y relaciones familiares. El rol de cada uno, su lugar elegido o impuesto y también la capacidad de cambiar el modo en que se ve cada uno cobran una fuerza inusitada en esta novela. Porque el libro trata un poco de todo esto, y cuando uno piensa que está ante una simple historia de amor o desamor, descubre que las relaciones familiares y el punto de inflexión que hay en el paso a la vida adulta en el que uno comienza a ser consciente de lo que le rodea, son los ejes principales de esta novela. Quizás por eso me ha parecido tan delicioso el paralelismo entre las dos madres y también la relación de Michael con la propia, uno de los grandísimos aciertos de esta novela, a mi modo de ver.
Simmon ha sabido adaptar la historia a tiempos mucho más actuales, conservando todo eso y además, permitiéndose hablar de realezas rusas sin que nos resulte extraño. Casi al contrario, terminan de otorgar ese halo casi mágico que tiene el primer amor cuando se recuerda mirando al pasado.
Todo está cuidado en esta novela, también el título que hace referencia a ese mar de indiscutible protagonismo, pero también al sabor que tiene una lágrima. Cada frase, cada pincelada, ha sido elegida con la necesidad de contar una historia sencilla que vaya desvelando esos pequeños secretos que creemos descubrir a medida que crecemos. Nos lleva con ritmo calmado por ese camino, ese verano, hasta que de repente, toda esa escruttura que nos ha mantenido seguros como niños, se desvanece de golpe dándonos la bienvenida a esa nueva vida. Y Simmons sabe hacerlo de la manera precisa como para conseguir que la unión de esta obra con aquel Primer amor, nos ea una comparación, sino casi un anexo, un complemento que nos ayude a comprender lo que ha escrito.
Me ha gustado Agua salada. Me encantó Primer amor. No hace falta leer la segunda para sumergirse en estas aguas, solo saber que bebe de ella. Pero nada más. La historia se disfruta en cada letra. Y eso, en el caso de estas novelas retelling, me parece harto complicado. Así que animáos, echadle un vistazo. Pero con cuidado, cuando uno se mete en el agua, es imposible no salir mojado. Y eso es justo lo que le sucede al lector de Agua salada.
Y vosotros, ¿qué opináis de estos libros que beben de grandes clásicos?
Gracias.