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Aprietan los vendavales de fuego, siempre alentados arbitrariamente por doquier rincón del planeta. Las llamas del caos son tan acusadas por algunos caminos, que se necesitan aguadores para refrescarnos el alma. Sería bueno sosegarse y evolucionar hacia horizontes más armónicos. Parece que cada día cuesta más ser personas de paz, como si no tuviésemos la voluntad de lograrla. Sabemos lo que hay que hacer, pero nos cuesta ponernos decididamente en la piel de los demás. La mentira nos domina y aborrega, cuestión que repercute en una mayor dificultad para que podamos establecer la solidaria ruta del desprendimiento. La gente siente la maldita desigualdad como la mayor inmoralidad de todos los tiempos. Y aunque es cierto que la armonía está en cada ser humano, puesto que es desde los interiores del corazón cómo nos fraternizamos, esta inseguridad de no poder salir de la pobreza nos sobrepasa, y también nos sobrecoge. De pronto, parece como si todo se hubiese estancado en la noria de la necedad y el disparate. Lo que genera una violencia tremenda que raya la desesperación ciudadana.
Victor Córcoba
Escritor, Columnista, Abogado, seguidor de Curiosón.
Entrada de Victor en la sección "Curiosón invitado".
Llamas de Laciana en mi poesía