Revista Cultura y Ocio
"A eso de la una de la madrugada regresó a su gabinete de trabajo, despidió al criado que había encendido las velas y sentándose en una butaca junto al fuego, cubrióse el rostro con ambas manos. Nunca había sentido tal desfallecimiento físico y moral". Donde yo vivo hay bibliotecas que sacan los libros que van a retirar a la calle para que los cojan los usuarios habituales. Así encontré este libro y, por supuesto, lo adopté. Hoy traigo a mi estantería virtual, Aguas primaverales.
Conocemos a Sanin ya con una edad en la que le preocupa la cercanía de la vejez y su final en la muerte. Por eso recuerda ahora aquél que fuera su primer amor. Y es que treinta años atrás, en 1840, estaba él de viaje por Fráncfort cuando conoció y se enamoró de una joven italiana por lo que, sin importarle su condición social, se comprometió con ella. El problema es que ese no fue su único amor ya que no tardó en enamorarse de otra mujer, esta vez casada, por la que abandona a la primera sin saber que la segunda iba a abandonarlo a él.
Turguéniev suele escribir de amor. Y nos regala en este caso un folletín en el que lo que más me ha llamado la atención son las costumbres descritas en tan pocas hojas. Porque si algo tiene Aguas primaverales es que no da tregua en absoluto a sus protagonistas. Y eso provoca que uno se lo lea en dos tirones sin apenas darse cuenta, y todo por saber qué fue de Sanin y su enredo en busca del amor, o enardecido tal vez por él. De este modo tenemos una historia con pasteles, piropos que desembocan en duelos en los que no pasa mucho, amor, clases sociales, falta de dinero, ventas, malas mujeres y otras nada malas, criados, madres, hermanos y maridos. Decía el autor de esta historia que la escribió con facilidad porque él mismo la vivió y quizás eso explique determinadas escenas que pecan de idílicas a ratos, y que el lector, una vez finalizada la lectura, apenas recordará pese a que dan un halo hermoso a la novelita. Lo que me ha llamado la atención sin embargo son los pequeños detalles que hablan de la sociedad en la que el protagonista se movía y que son expresados sin rodeos y en algunas ocasiones repetidos como si el autor ya supiera cuando lo estaba escribiendo, que su obra trascendería a épocas en las que se nos iba a antojar extraño o exagerado lo que nos estaba relatando.
Aguas primaverales me ha gustado. Quizás porque tengo pasión por la literatura rusa, en este caso sencilla y bastante común sin que eso reste encanto a la novela. Efectivamente puede que se trate de una novela romántica, y puede que yo no sea lectora habitual de novela romántica, pero la he disfrutado. Y el broche en el que nos enteramos de qué ha sido de cada uno de los personajes que aparecieron hace treinta años, me ha parecido perfecto. Mucho mejor que los happy ending que a veces parecen colarnos con calzador. Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.