Lo han hecho. No sé cómo han podido, pero lo han hecho. Televisión Española ha decidido que el capítulo de Águila Roja de esta semana marque el final de esta temporada, despidiéndose hasta nuevo aviso así, a la francesa. Sin duda, ha sido una decisión que ha molestado a todo el mundo: actores, seguidores, a mí. Sea como sea, y como despedida de temporada, vamos a explayarnos bien -más si cabe- abordando el recap de este episodio, el número 82. Puedes consultar qué ocurrió en el anterior aquí. ¡Alerta spoiler!
Empezamos en el Palacio de los Santillana. Allí, Hernán comparte mesa con el escribano en la cámara de Castilla. El Comisario le ha recomendado a alguien, pero el señor se excusa: todos los puestos están cubiertos. Sin embargo, Hernán está muy muy interesado y atraviesa al hombre con su espada. Ya tiene una vacante. Qué facilidad en el matar personas y qué mal está el mercado laboral.
En el bosque, están de celebración, la fiesta de Nuestra Señora del Lago. Ya hay vírgenes de todo. Satur está contento, "una noche sin misterios, ni fiambres ni trampas". Como manda la tradición, pides un deseo y echas un farolillo, tradición en la fiesta de Nuestra Señora del Lago y, según Lo imposible, en Nuestra Señora de Tailandia. Gonzalo no es muy fiestero, y no para de pensar en la Puerta negra, hasta que aparece Alonso diciendo que quiere ser militar. Se acumulan los problemas, como siempre. Al hijo le ha salido un aire así prepotente asqueroso que me vuelve hater. A ver si es verdad y se va por ahí a las guerras.
¿Quién dice que una fiesta no es sitio para una monja? Pues allí aparecen con Margarita y sus farolillos, que se me hace raro de unas monjas pedir deseos pero bueno. El encuentro con Gonzalo es tenso, más por parte de ella; encima de decir que no y acabar con los deseos de más de un millón de espectadores, ahora se siente violentada. No sabemos que pide la mujer, pero su farolillo va directo al cadáver de un hombre que aparece flotando en el agua. Satur lo sabía, algo tenía que pasar.
Gonzalo recibe más tarde la sorprendente visita de su hermano Hernán. El Comisario no suele llevar buenas noticias pero esta vez es distinto, quiere ofrecerle un trabajo: el de escribano del tribunal de la Cámara de Castilla. El escribano anterior era el que apareció flotando en el lago, y su puesto ha quedado libre. Qué buen hermano que es Hernán, le procura alimento, trabajo...
Y Gonzalo dice no. En esta serie todo el mundo dice no. Menos la Marquesa, que se apunta a lo que sea. Que ya tiene un oficio dice, que es maestro. Si no da clase desde la segunda temporada lo menos, que está por ahí repartiendo puñetazos. El problema es que no tiene opción, es una orden.
En realidad Águila Roja se debate de nuevo en uno de sus dramas morales. La mayoría de las sentencias del tribunal son injustas, de hecho ya se encarga él de hacer justicia después muchas veces. Pero Alonso quiere ser militar, y le ha pedido su ayuda y eso cuesta mucho dinero. Muy fan de Satur: "Amo, que usted es español, no le tiene que gustar su trabajo."
Pero no va al Tribunal, sino a la Puerta negra, a ver qué hay. Ahora se conforma con saber quién es su padre y qué tiene que ver eso con los sucesores de Cristo. De repente, ¿una rama le asfixia? Qué estamos, ¿en el Valle Encantado? El árbol intenta matarle, lo normal. Es Satur el que tiene que coger la katana y cortar así un poco al tiente.
Lucrecia ha mandado robar los bocetos de los vestidos de la próxima temporada que llevarán las damas de la corte. Ella es así de sencilla. "Horrible, peor que horrible. Duquesa de Quiñones, siempre un espantajo." No le gusta ninguno, pero encuentra un vestido parecido a uno que iba a encargar. Eso es muy malo, debe de ser la mejor. Pero algo ocurre. Irene aparece y se da cuenta de que se le está cayendo el pelo. El horror. Se está quedando calva. "No se puede luchar contra la naturaleza, señora Marquesa".
La culpa se la hecha a Catalina, que es la que la ha peinado durante años. "Por cada pelo que yo pierda, tú perderás dos" y mechón de la melena de la criada volando. Es Irene la que tiene que intervenir, plantando cara a Lucrecia. La Marquesa tiene pesadillas. De repente, entra en una recepción, se mira a un espejo y ha trasmutado en Gollum. Se le sigue cayendo el pelo, y tiene que hacer algo. Decide mandar a buscar a un barquero y a sus tres hijas.
Después de casi morir por la raíz del árbol de Harry Potter, ahora aparecen como si nada en el Tribunal. Gonzalo cae en la cuenta de las sentencias que tiene que pasar a limpio y de lo injustas que son y parte corriendo a intentar salvar a una familia que está a punto de morir. Pero, como siempre, Satur la lía y derrama el tintero. Así es como da con un documento devastador: van a derribar San Felipe, su barrio (en la realidad, entre la Plaza Mayor y la Puerta del Sol).
Las hijas del barquero se quedan en Palacio. "Ay señora, sacar a esas niñas de la pobreza, qué gran obra." Serán parte del servicio, pero lo que quiere es el pelo. Lo manda cortar, y las niñas terminan encerradas. Pero Hernán le lleva otra solución que ha escuchado de alguna bruja: tiene que hervir las plumas de un halcón y echarse el mejunje por la cabeza. Llongeras no es el otro tampoco.
Tras visitar al arquitecto que se encarga del desahucio y eche abajo del barrio, Águila Roja descubre qué van a colocar allí: una jirafa. Bueno, no. El Rey quiere "algo que deje en ridículo a Luis XIV y su futuro Versalles". El Retiro se le ha quedado pequeño. Quiere un parque y uno de los grandes proyectos es el bestiario. Pero Gonzalo sabe que poco puede hacer. Es una orden real y el es solo un hombre. "Águila Roja puede salvar a un inocente, pero no puede cambiar un sistema." Van a tirarle la casa a Gonzalo y a ver cómo explica que tiene un cuarto secreto lleno de velas y espadas.
A Satur se le ocurre matar a los animales, pero Águila Roja le hace entrar en razón, así no cambiaría nada. Le manda enterrar las pertenencias y trajes de héroe hasta que encuentren un nuevo sitio en el que vivir, pero cuando está en ello, aparece la guardia real. El segundo de Hernán, que nadie sabe cómo se llama (Pedro, personaje interpretado por Álex Navarro), le pide a Satur que abra el saco, pero se niega y huye. Termina despeñándose, a propósito, y consigue salvaguardar la identidad del héroe.
En Palacio, mientras Lucrecia duerme, un misterioso personaje aparece y deja un mechón de pelo en la almohada. ¡No se está quedando calva! ¡El pelo no es suyo! El Comisario intercepta a una joven que resulta ser la antigua peinadora de la Marquesa. Parece que todo vuelve a la normalidad para Lucrecia, pero algo se tuerce, algo se le olvida. Las niñas del barquero no aguantan más su encierro y deciden tirarse de la torre. En este capítulo todo el mundo cae.
En una conversación con Margarita en el tejado de la casa, Gonzalo decide que no se irá de ella. "Voy a resistir." Así que el día de la demolición del barrio se encuentra con un tumulto en la calle que decide quedarse con él. Ojo a la escena que Margarita se vuelve chunga y va a ser monja. A partir de este momento Águila Roja se vuelve un poco una mezcla entre Los Miserables, del barco de Chanquete no nos moverán y el último episodio de Aquí no hay quien viva. Muy loco todo.
El maestro, o escribano, ya da igual, va a ver a Lucrecia. La Marquesa enseguida intenta hacer como que no le importa que aparezca por allí, mentira. "Eres el único hombre que me deja plantada y vive para contarlo." Le pide que cuide de Alonso, con lo mal que se llevaba con Nuño. Pero ella acepta, por supuesto, porque lo que quiere es que Gonzalo le deba un favor. Y cobrárselo. Muchas veces.
El Cardenal no duda en aprovecharse, y ya que van a poner Madrid patas arriba en obras, decide añadir algo al proyecto del Rey: un palacete cardenalicio, forrado de mármol del bueno y una fuente en plan romana con muchos chorros y mucha pompa. "Detesto la opulencia, hijo. Pero debemos ensanchar la grandeza divina". Satur, por su parte, se despierta en medio del bosque porque un vagabundo le está metiendo mano. Grandeza divina. No es agradable. Supongo.
Alonso intenta robar una daga de Palacio, supongo que para ir a resistir a San Felipe con el resto de vecinos. Es pillado por Nuño, y tienen un combate de espada que el joven marqués acaba perdiendo. En ese momento justo aparece Hernán, pero claro, es su sobrino, no le va a hacer nada. De hecho la reprimenda de la lleva Nuño. Qué cosas tiene esta serie, en ese momento el Comisario es el único que sabe que todos los allí presentes, de hecho, son familia directa. Y ya era hora, antes solo lo sabíamos nosotros.
Como si del demonio en el hombro se tratase, el Comisario no duda en alentar a Alonso a perseguir su sueño de ser militar: tiene talento y valor, es un buen comienzo. En ese momento aparece Pedro y le cuenta a Hernán los planes del Rey con San Felipe. "Tenemos que sacar a alguien de allí". ¿Adivinamos a quien? Pero, atención, había alguien más en la sala. Un hombre misterioso que empuña un cuchillo estaba escondido tras una columna. ¡Resulta que es el barquero! El padre de las niñas. Águila Roja, la serie de los extras.
El hombre rapta a la Marquesa, y se la lleva al lago. A mí que esta escena me suena. Quiere vengarse. Y ahora la disyuntiva de héroe ocupado que siempre tiene Gonzalo le cae de lleno a Hernán. ¿Continúa y se dirige a San Felipe a intentar salvar a su hermano o da media vuelta y ayuda a Lucrecia? Si es que ser malo del todo siempre es mucho más práctico, y tranquilo. Se dirige al lago, dispara desde la orilla y le da al barquero entre ceja y ceja; porque él también es un poco Águila Roja. Al fin y al cabo, son hermanos.
Como era de esperar, la guardia atraviesa las barricadas y entra en el barrio de San Felipe. Me ha encantado el detalle del soldado con arco. España ya invirtiendo en seguridad desde tiempos inmemoriales. La guardia dispara, y no solo le dan a todos los extras y a ningún personaje conocido, sino que estando unos frente a otros, no se alcanzan. La magia de Águila Roja. En un momento dado, dejan de disparar. El Rey ordena detener el desahucio, no puede ir contra unas personas que defienden con tanto ahínco lo suyo. Son valientes, y si hacen eso por sus casas, qué no harán por su país. Yo me esperaba más, qué queréis que os escriba.
"Si no te conociera, pensaría que eres el Águila Roja". Esas son las palabras que Margarita le dedica a Gonzalo antes de volver al convento. Él simplemente no dice nada. Pero vamos, si no recuerdo mal en esta serie hubo momento Spiderman de besar al héroe y pasar del culo de él sin el traje. Yo creo que al Águila Roja Margarita le diría que sí. Pero sin el morbo del misterio la cosa siempre pierde.
En Palacio, Irene se encara con Lucrecia. Le asegura que algún día pagará por todo el daño que ha hecho. "No será hoy, te lo aseguro". Pues sí, el halcón que le había llevado Hernán decide justamente ese día vengarse por eso de quitarle plumas para hacerse un champú, y le quita un ojo. Bueno, eso no lo sabemos. El caso es que puede que la próxima temporada tengamos una Lucrecia con parche. Ya os adelanto: la tendremos. No es una serie para ser mala persona, está claro.
Gonzalo regresa al Tribunal y decide prenderle fuego. En plan fallera mayor. Que tiene una obsesión un poco rara con las velas lo sabíamos, pero de ahí a que arda todo. Claro, ahora ya no saben a quién tenían que ajusticiar y a quién galardonar. "Quizá el Águila Roja no pueda parar el sistema, pero sí frenarlo". Además, vuelven a la Puerta negra, y descubren que aquello que le atrapó no era nada mágico, sino una trampa. Qué desilusión, leche.
Con una pisada de Satur, como ya es habitual, se acciona algo y aparece de la nada un tablero de ajedrez (?) con las fichas puestas y todo. Una partida a medias que el criado trata de terminar, lo que acciona otra cosa y hace bajar una trampa. Si se levanta de allí, caerá sobre él. Gonzalo encuentra una inscripción que indica que esa es la única prueba. ¿Y qué hace? ¿Piensa en cómo sacar de allí a Satur? ¡No! ¡Eso sería lo lógico! Se sienta a jugar. Para salvarle, tiene que terminar la partida. Pero ya si eso, la próxima temporada.
Que, hablando de ella, atención a esta promo. Yo no puedo ya con tanto drama.
Avance de la séptima temporada