Abandonada la presidencia de la Comunidad de Madrid, el terreno de sus triunfos, Esperanza Aguirre ha retornado como animal político, esta vez a una empresa barcelonesa de cazatalentos donde demostrará, porque lleva décadas con la misma idea, que Cataluña necesita a la capital española, y viceversa, y que el independentismo es una locura.
Los madrileños, sin embargo, están desconcertados con esta mujer de 60 años, la mitad en la política y nueve de ellos como presidenta madrileña, al verla ahora al servicio “Seeliger y Conde”, ejemplo de la simbiosis empresarial de Barcelona y Madrid, con tantos “headhounters” en la capital española como en la de origen.
Y es que solamente desde Barcelona no podría participar en todo el mercado español proporcionándole directivos, como ha logrado en 23 de las 35 empresas del madrileño IBEX.
En Cataluña Aguirre puede presumir de sobrina del gran poeta barcelonés Jaime Gil de Biedma (1929-1990), y recordar que en los actos públicos de su comunidad mostraba su catalanidad anunciando siempre que brindaba con cava catalán.
El presidente, fundador de la empresa y su nuevo jefe, Luis Conde, acaba de afirmar que “nos dedicamos a fichar líderes y es una bomba tener a Aguirre”.
Quien debe preocuparse ahora es el nacionalismo secesionista y encapsulado en el terruño y la regioncilla, porque Conde, que creó su empresa en 1990, es más que un empresario barcelonés: es un fabricante de empresarios de toda España, y con proyección en América.
Es, además, presidente del Advisory Board de Amrop, la multinacional de los cazatalentos, del Salón Náutico de Barcelona, y Consejero del Banco de Inversiones Lazard, del Grupo Godó, de CatalunyaCaixa y de la Fira de Barcelona.
Luis Conde representa a un empresariado catalán sin fronteras que ve en Artur Mas a un pueblerino herido al que apuñalará y rematará finalmente la castiza madrileña, pero también cosmopolita, Esperanza Aguirre.
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SALAS