Revista Comunicación
GENIO Y FIGURA, Esperanza Aguirrehacía mutis por el foro hace un año sorprendiendo a propios y extraños. Un año sin “lideresa”, aunque no exactamente alejada de la primera línea de la refriega política como ella trata de dar a entender. Es cierto que su firma no aparece ya en el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid y que no sale tanto en los medios de comunicación. No con tanta frecuencia, pero sale cuando ella quiere y, como en sus mejores tiempos, rara vez se muerde la lengua. Sigue mandando y mucho, obvio es decirlo, y continúa generando casi la misma expectación mediática que cuando nadie le tosía en Madrid. Con la ventaja, en su caso, de que la parte ingrata de la crisis, léase privatización sanitaria, se la está comiendo Ignacio González y no ella que tan hábilmente dio un paso atrás cuando venían mal dadas.No es de extrañar, por tanto, que aparezca en casi todas las quinielas como posible cabeza de cartel al Ayuntamiento de Madrid y que a ella le guste dejarse querer. La falta de liderazgo de Botella y la imperiosa necesidad del PP de presentar un candidato fuerte en 2015, además de la vieja aspiración de Aguirre de acabar su actividad política allí donde la inició, han dado pábulo a todo tipo cábalas.Todavía es pronto y no es de extrañar que la presidenta del PP de Madrid no quiera ofrecerse como posible recambio de Botella. No se lo plantea, pero tampoco lo descarta. Otra cosa distinta es que fuera Mariano Rajoy el que se lo pidiera para “salvar los muebles” del Palacio de Cibeles. Como hizo Aznar con Gallardón en 2002 contra todo pronóstico. A día de hoy lo único cierto es que nadie sabe nada y que dentro de un año, la encuestas dirán.Dejó su despacho de la Puerta del Sol un 17 de septiembre de 2012, pero nadie la ha echado de menos porque, en realidad, nunca se fue. Tiene razón la expresidenta, en España “la dimisión no se lleva”. Ella es el vivo ejemplo. Nunca segundas partes fueron buenas.