Revista Comunicación
LA PROCLAMACIÓN DE Esperanza Aguirre como Dama Almogávar Paracaidista de Honor por “su apoyo y afecto a la BRIPAC” es algo más que una anécdota. Su imagen, con la boina negra calada y el título de esa unidad de élite de las Fuerzas Armadas, es la prueba evidente de que la presidenta del PP madrileño nunca descansa. Y en lo que está embarcada desde hace tiempo es en su particular campaña interna hasta conseguir su indisimulado objetivo.Esa foto, en la primera página de El País el día que arranca el debate sobre el estado de la nación, evidencia que Aguirre se mueve como pez en las turbulentas aguas del marketing político. Cuando más falta le hace que es, justamente, lo que ha hecho siempre. En vísperas de que el ‘dedo divino’ de Rajoy se pose sobre el esperado candidato, ungido con el santo óleo que le abra las puertas el Ayuntamiento. Dicen que, cada día que pasa, Aguirre gana enteros para convertirse en aspirante, y dicen que ya tiene la mochila preparada para dar el salto definitivo en Cibeles. Por eso, no es de extrañar que se haya ido hasta Paracuellos del Jarama para saber cómo tirarse en un salto de tanto riesgo político. Valor, desde luego, no le falta, sabiendo como sabe que el paracaídas no siempre se abre. Gallardón también fue paracaidista, hasta que acabó estrellándose contra su propio partido.