Revista Comunicación
SIEMPRE HE DICHO, y mantengo, que seguir a Esperanza Aguirre es un lujo para cualquier periodista. Casi nunca te aburres y, prácticamente, todo lo que dice encaja como un guante en cualquier informativo, sea del medio que sea. El mérito es suyo, claro, y no de los periodistas, que se limitan a hacer de intermediarios entre ella y los destinatarios de la información. Esto es lo que ha venido ocurriendo en los últimos años con gran éxito de crítica y público.La cuestión es que nada será igual a partir de ahora. A los informadores, a todos sin excepción, nos ha dado grandes días de gloria. Es un decir. Su espontaneidad, su desparpajo, su incontinencia verbal nos ha resuelto muchos informativos y ella lo sabía. Desde ese punto de vista, a un periodista le resulta de mucha utilidad que haya políticos accesibles. Y más si se les entiende todo lo que dicen. Incluso que podamos pillarles con el micro abierto sin que lo sepan. En lo que no estoy de acuerdo, ¡ni falta que hace! -pensará más de uno- es en el férreo control que ha ejercido sobre la Televisión pública madrileña. No queda en muy buen lugar alguien que presume tanto de liberal, al menos en lo económico, y que interviene luego, como ha hecho ella en Telemadrid. Entiendo que la tentación era grande pero, dado el agujero económico que arrastra el Ente y la escasa audiencia que cosecha, tampoco habría estado mal que hubiera apartado de sí ese cáliz.A los políticos les gusta, ¡les encanta!, el juguetito de los medios. Cuando están en el poder no se resisten a su poderoso influjo y son capaces de vender su alma al diablo con tal de aparecer. En eso, al menos en eso, podría haber aprendido de Zapatero que consiguió aplicar en RTVE un modelo distinto y escasamente intervencionista. Nadie es perfecto, pero si se quiere se puede. Y lo peor de todo es que Aguirre no necesitaba de Telemadrid para afianzarse en el poder. Aguirre se marcha, pero los periodistas siempre la estaremos buscando. No tanto a ella, que también, sino ese estilo cercano y desinhibido que ha creado escuela. Una gran pérdida, aunque mucho me temo que callada, lo que se dice callada, no va a estar. Ella, como el sociólogo Pierre Bourdieu, piensa que “la información es demasiado importante como para dejarla en manos de los periodistas”. Ella, como el liberal/conservador Winston Churchill, piensa que “siempre es mejor hacer las noticias que leerlas”. Fue bonito mientras duró.